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    Elena Córdova Molina

    Luna Nueva 

    Bendecidos quienes aún cuentan con su Madre y Padre. El calendario tiene fechas inevitables, como la inevitable muerte. En la vida hay vacíos que nadie llena, que nada llena. Sin nuestros padres, viviremos siempre incompletos, insatisfechos, afligidos. La vida no es vida; pareciera más bien una película de esas sin un final feliz. Tampoco hay faro que nos guie, mano que nos acaricié, ni abrazo que nos caliente. Menos palabras que reconforten. Solo nos queda su recuerdo que vive por siempre en nuestra memoria.

    Próxima la celebración del Día del Padre, no pude evitar hacer un pequeño homenaje con estas líneas de todo lo que representas en mi vida, mi querido e inolvidable Padre.

    En México, la celebración de esta fecha tan significativa tiene su origen en la tradición estadounidense. Se cuenta que, Sonora Smart, hija de un veterano de guerra que había criado solo a sus seis hijos tras la muerte de su esposa en el alumbramiento de su último hijo. En 1909, tras acudir a la misa del Día de la Madre en Washington, Sonora consiguió que también se celebrara un día para los papás. Así, en 1910 se celebró el primer Día del Padre en su localidad. Poco a poco, se fue extendiendo por las diferentes regiones de Estados Unidos, hasta llegar a México y la mayoría de los países del continente americano.

    Como es natural, dada la cercanía y las cosas que nos unen, en México, la tradición se extendió y hacia el año de 1950, las escuelas decidieron que ese día, los niños y niñas hicieran tarjetas de felicitación y manualidades para regalar a los papás. Desde ese año a la fecha, cada tercer domingo de junio también se celebra el Día del Padre en nuestro país.

    Les confieso con mucho orgullo que mi padre fue un hombre de provincia, muy trabajador y honrado. Lo que a la fecha es nuestra mejor herencia para mí y mis dos hermanas. En los años que lo tuvimos, contamos con sus consejos, apoyo y respaldo, nos preparó bien para la vida. Gracias a ello y a la unión entre hermanas, hemos podido superar muchos obstáculos que nos sobrevienen en el camino de la vida.  Pues como dicen la canción, “los caminos de la vida nos son como imaginaba, no son como uno creía”.

    Padre, Mi Papero como te conocía toda la gente, ser tu hija me llena de orgullo. Y no sabes cómo se me llena el alma cada vez que alguien, de los muchos lugares que integran nuestro hermoso municipio de Alto Lucero, me dice que te conoció y destaca tus virtudes, tu persona, tu alegre forma de ser. Lo bien que cocinabas en sus fiestas, en sus banquetes y celebraciones en las cuales te contrataban por tu inigualable sazón. Al escucharlos, feliz pienso, “sí, así era mi Papero”. Un abrazo hasta el cielo.

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