Quintín Dovarganes
Espacio Público
“Las ideas son a prueba de balas”
-V de Venganza
Bienvenida y bienvenido a espacio público, un canal democrático para entender juntos, de manera breve, los asuntos de agenda pública.
Doblegado por un dolor que con dificultad se describe y con aún mayor dificultad se soporta, alcancé a incorporarme del sillón donde intentaba relajarme. No pude llegar por mis propios medios hasta el comedor, sino que las paredes se convirtieron en barandales improvisados para no perder el equilibrio. Cada paso era un verdadero peligro para la integridad de una persona que hacía un par de días podía jugar dos partidos de futbol.
Hasta entonces no sabía cuán importante eran los músculos para sostener al esqueleto. Los brazos que caían naturalmente 24 horas antes, eran ahora insufribles yuxtaposiciones que tiraban hacia abajo con un dolor de ultratumba, imposibilitando acomodarles en total reposo, ya no hablemos de moverles para tomar siquiera un lapicero, o un vaso de agua, o un crucifijo. Malival compuesto, metocarbamol, muchas oraciones y mucha paciencia, serían lo que se necesitaría para sacar adelante una crisis inflamatoria nunca vista en 26 años. Ya podía soñar despierto que me curaba, todos los días, pero no daba crédito mientras estaba despierto a que algo así pudiera sucederle de la nada a alguien, ciertamente menos a mí.
¿Asolearme? Sí, doctor, un poco, jugaba fútbol. ¿Fumar? También, 5 años de haber fumado casi una cajetilla diaria o casi más que ella. ¿Estrés? El estrés natural de querer avanzar a pasos sólidos y largos, pero nada fuera de lo común. ¿Comer embutidos? ¿comer dulces con regularidad? ¿tomar poca agua? ¿dormir pocas horas? Bueno, sí, un poco de cada cosa, pero nada de ello en exceso, doctor.
Así aprendí que la discapacidad, transitoria o permanente, es una realidad que está a la vuelta de la esquina, de un día malo después de un accidente fatal o de un día aún peor después de que el cuerpo decidiera que ya era suficiente, sin consultármelo, por supuesto. Así aprendí a respetar las rampas para personas con dificultades de movilidad, los espacios de estacionamiento, los sanitarios especializados, y me vi reclamándole a quien sin tener un ápice de necesidad en su persona o en quienes le acompañaban, indolentemente y sin considerar que habíamos otras personas que lo necesitábamos, ocupaba espacios reservados para nosotros.
Hay mil y un cosas que damos por sentadas en nuestra existencia: parpadear, respirar, comer, dormir, escuchar, ver, pensar, caminar, beber, amar, escribir. He tenido la fortuna –sí, me considero afortunado por ello-, de tener dificultades para hacer cada una de esas cosas transitoriamente a lo largo de mi vida. Me siento afortunado porque eso me ha dado una sensibilidad con quien sufre –intermitente o permanentemente– de alguna de esas circunstancias. Pero si me preguntaran, querid@s lector@s, me gustaría no haber tenido que vivir esos episodios para tener ahora la sensibilidad y el conocimiento que tengo de esas condiciones, porque durante 6 años he sabido lo que otras personas sienten en materia de dificultades de salud, pero 26 años permanecí inmutable a esas necesidades de otros, por no haberme visto entonces en el espejo de la enfermedad.
Todos nos sentimos invencibles, inconmovibles, e incorregiblemente distamos de ser empáticos con la persona que pasa frente a nosotros mientras bebemos un café en una plaza comercial, literalmente sudando gotas de sudor frío por poder incorporarse de la silla situada en la mesa de en frente. Pero querid@ lector@, esa persona fui yo, y, de vez en cuando, vuelvo a serlo. Y esa persona, puede ser Usted, y, aunque no lo fuera –que ojalá nunca lo sea–, los sueños y frustraciones de esa persona, son parte también de los que engrandecen a una sociedad.
Qué falta de ser empáticos, y cuánto bien le hace a la humanidad tornar a ser así. A la gente anónima que me ayudó entonces, le estaré siempre agradecido, y conservaré la obligación moral de siempre ayudar a otro Quintín que esté ocupando el lugar que un día ocupé y al que sólo Dios sabe si algún día he de regresar. Usted no espere a vivir lo mismo, dé siempre las gracias por lo que tiene, y ocúpese de tener más de lo que sea que quiera, sin olvidar que a otras personas, siempre nos caerá bien una mano que nos impulse a incorporarnos, que nos consuele entre la crisis y que fortalezca nuestro corazón. A veces, solamente cuando lo vives, lo entiendes. Entiéndalo sin vivirlo, esa es clave de vida, y aplica universalmente.
¡Hasta la próxima, mucha salud hasta entonces!
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