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    Elena Córdova Molina

    Luna Nueva

    Hay lecciones en nuestra vida que nos marcan para siempre. En esta curva de aprendizaje continua e inagotable a lo largo de nuestra existencia, lo primero que debemos entender y aceptar es que “el mundo nunca será igual”. Primera y dura lección, pues el Covid-19, acabó con todo tipo de planes que teníamos a corto plazo. Algunos proyectos, quizá se reorientaron o simplemente nos olvidamos de ellos para siempre. Hoy sólo existe el presente y el futuro lo miramos de reojo, con cierta desconfianza.

    Hay algunos que, con cierto y justificado pesimismo, señalan al año 2020 como el peor del siglo XXI, diciendo que ni el cruel guionista de alguna serie de televisión o cine pudo imaginar la serie de acontecimientos encadenados que no solo afectaron a una región del mundo. Empezamos el año, el mes de Enero con una amenaza de que casi se viene la Tercera Guerra Mundial, después de ataques de Estados Unidos a líderes de Irán.

    A la par, y a pesar de que los incendios iniciaron en el mes de septiembre del año 2019, en el continente Australiano, en los primeros meses de enero y febrero se intensificó el desastre ecológico, el mayor del mundo según los especialistas. Ahí, los incendios forestales derivaron en una catástrofe a nivel ecológico, pues han muerto más 1,000 millones de animales en una superficie de más de 10 millones de hectáreas, que han quedado prácticamente inutilizables durante algunos años. Eso sin contar la pérdida de vidas humanas y casas quemadas.

    Sin reponerse de estos dos acontecimientos de orden mundial, empezó la  verdadera pesadilla. Un virus letal -si no lo atendemos a tiempo ni ponemos cuidado en las medidas de prevención indicadas- en el país asiático de China. Hoy, a los meses sabemos que nadie, en un inicio tomó en cuenta la gravedad de su amenaza.

    La ONU contrario a lo que se cree, si advirtió a tiempo de lo que se avecinaba. De esta forma, muchos mandatarios del mundo, de países europeos, asiáticos, en Norteamérica, Latinoamérica y otros lados, no dimensionaron sus efectos. Hicieron de un tema de salud un asunto de carácter político. Ahí las consecuencias. Las seguimos viendo y padeciendo. Seguimos en contingencia, seguimos con la amenaza latente, incluso en los países como China donde se creía controlado el virus. Hay rebrotes y mayores contagios donde siguen sin hacer caso de las medidas de prevención.  Así entendemos que una parte de la gran responsabilidad sigue recayendo en la gente y sus omisiones de protección.

    A pesar de ello, y de ahí el título de mi colaboración personal  “gracias a la vida” que suena un poco fuera de lugar, reconozco que es un poco egoísta de mi parte. Me justifico. Acabo de celebrar mi cumpleaños y sí, debo reconocer que a pesar de que la vida no ha sido muy justa conmigo, ya no tengo a mis padres y algunos amigos entrañables se han ido debido a la edad, accidentes, nosotros seguimos aquí y podemos pensar en el futuro.  Hacer planes presentes y, sobre todo, podemos agradecer en vida a los que nos apoyan y tienden la mano. A los que nos impulsan y alientan a crecer como personas. Somos muchos, millones de mexicanos y veracruzanos los que confiamos en el futuro, en un futuro con una mayor conciencia de lo que significa estar sanos y vivos. Al lado de nuestra familia y amigos. Siendo más conscientes de que este es nuestro mundo, el único que tenemos. Aquí vivimos todos.

     

    Como bien dice la cantautora chilena Violeta Parra, “Gracias a la vida que me ha dado tanto. Me ha dado la risa y me ha dado el llanto. Así yo distingo dicha de quebranto”.

     

    ¡Hoy valoro más que nunca, estar viva!

     

     

     

     

     

     

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