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    Uriel Flores Aguayo 

     

    Sin contexto amplio, actual e histórico, y sin deliberación abierta, plural, transparente, racional y fundada es casi imposible mejorar nuestra vida pública. Hay que apelar a los referentes teóricos, a las experiencias de lo que es un proceso y no acto súbito, a las evidencias de los hechos, a los argumentos y alejarse de la simple propaganda para enriquecer nuestras deliberaciones y llegar a las mejores conclusiones. Que algo está pasando social y políticamente no debe ponerse en duda. Las dudas y certezas de la democracia mexicana están vivas, surgen y resurgen todos los días; estamos ante cambios importantes. Hay un desplazamiento de ciertas élites y un asomo de lo que puede llegar a ser un nuevo bloque gobernante ya consolidado. Está en formación, con los tropiezos fuertes que trajo la pandemia. El estatus de los últimos veinticinco años, al menos, se pulveriza a ritmo forzado. Lo que está surgiendo en relevo no aclara todavía su sentido superior. Al proyecto ganador en el dieciocho le complica y deforma casi todo la crisis de salud y económica en curso; no puede evadir los ajustes a sus fines y rendir cuentas en más difíciles condiciones. En un lapso breve tendrá que someter a votación su abrumador control actual del Congreso de la Unión y poner a prueba su fortaleza en elecciones locales.

    Viene bien, es oportuno, rescatar las más famosas expresiones de dos intelectuales gigantes de finales del siglo 19 y principios del siglo 20. Me refiero a Antonio Gramsci y Max Geber. En muchas formas explican y dan sentido a nuestro momento político, especialmente en el ejercicio de esa actividad y en las expectativas que despertó el proyecto encabezado por AMLO. Gramsci ( 1891-1937), filósofo Italiano, dirigente político e intelectual, a través de sus libros y textos en general influyó en esos tiempos y mucho después, hasta la fecha, en los partidos y organizaciones socialistas y comunistas. A su elaboración sobre la hegemonía y la cuestión cultural hay que adherir frases que son plenamente vigentes. Ejemplos: «el pesimismo es asunto de la inteligencia; el optimismo de la voluntad», «el viejo mundo muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos». Parecen obviedad, no lo son. A mayor inteligencia más comprensión realista de las dificultades en las tareas que se emprendan; la actitud optimista es fruto de la voluntad, de ese carácter indispensable para hacer algo. En México se vive exactamente ese proceso en que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no alcanza de nacer. Después vienen las dudas si realmente morirá lo viejo y si lo que nazca será nuevo; en tanto, como lo estamos viendo, efectivamente surgen los monstruos. En nuestro caso por las característica atrapa todo del movimiento triunfador. Por otro lado Max WEBER (1864-1920), Sociólogo Alemán, además de su elaboración sobre el Estado es autor de textos fundamentales y elaboraciones sobre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad. La primera se rige por principios morales mientras que la segunda decide por consecuencias de la acción. No es un dilema teórico, cruza siempre en la política y resulta finalmente complementaria. En la coyuntura actual esa disyuntiva está presente. Es un asunto que tiene que ver con el ejercicio concreto del poder. En esa dinámica van perdiendo las convicciones y no siempre se nota mayor responsabilidad.

    Hay un espíritu transformador en las intenciones y el discurso, así como en algunas líneas concretas de acción, del Gobierno federal, con un rezago hasta de caricatura en los niveles locales en general. Desde luego que en la reciente nomenclatura hay excepciones positivas. Hay algo de nuevo y otro tanto de viejo. Predomina el pragmatismo en la clase política gobernante y una visión tradicional. Haciendo casi lo mismo que el viejo priismo apelan a una imaginaria condición superior. Tienen nuestros gobernantes una enorme responsabilidad histórica de ser mucho pero mucho mejores que el pasado. Se espera bastante más de lo que han mostrado hasta ahora: perfiles adecuados, cercanía efectiva con la gente, transparencia absoluta, actitud sana, respeto a la disidencia, honestidad monacal, profesionalismo, cero abusos, cultura, tolerancia plena y una proyección de lo nuevo, de elevado nivel ético, de garantes de la esperanza de millones de personas que desean una vida mejor pero libre.

    Vienen las elecciones el próximo año, no serán una reedición de las del año 2018. No significarán un paseo para nadie. Es obvia la tendencia favorable a Morena como inercia de los puestos conseguidos, la debilidad opositora y el fuerza de AMLO pero vista como proyección nacional; los porcentajes se mueven dependiendo de la Entidad federativa, el distrito y el Municipio de que se trate. Es de una sugestiva curiosidad ver el tamaño real de los político gobernantes con arrolladora mayoría, como ahora, y otras condiciones el próximo año que, en algunos casos, hasta les pueden resultar adversas. El sectarismo y la soberbia, rasgos tanto personales como políticos que los igualan con el común de la gente, se esfumarán si los votos les son contrarios.

    Recadito: nada es para siempre. La historia juzga.
    Ufa.1959@gmail.com

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