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    Adalberto Tejeda-Martínez

     

    En décadas de colaboraciones semanales en «La Jornada», Víctor Manuel Toledo ha impreso conciencia ambiental en quizás miles de lectores; ha recurrido más a la pasión que a los datos duros. Hace quince meses llegó a encabezar la Semarnat cuando Josefina González-Blanco, entonces flamante funcionaria del presidente, retrasó un vuelo porque se seguía sintiendo la hija de Patrocinio González Garrido, el poderoso secretario de Gobernación de finales del sexenio de Carlos Salinas.

    Toledo como secretario calló ante las devastaciones ambientales que significan la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya, el carbón y el combustóleo para las termoeléctricas. Hizo tres declaraciones importantes como Secretario: que «las gigantescas aspas (de los aerogeneradores) giran para atrapar el aire de los territorios indígenas» (5 de junio 2020), lo que no sabemos si fue una metáfora infortunada o una declaración de fe en el demonio privatizador y abusivo;  también dijo  que «Uno de los grandes mitos que hay que echar abajo para poder avanzar es el del papel de la ciencia, junto a otros como la función positiva del mercado, la eficacia de la democracia parlamentaria, la existencia de los partidos políticos y el desarrollo y crecimiento económico» (https://www.eluniversal.com.mx/opinion/omar-vidal/la-4t-y-el-medio-ambiente).

    Luego vino una filtración de su manifiesta incompatibilidad con otros funcionarios del gabinete, y al final sintió que lo invadió el estrés. Pero lo esencial, las agresiones al ambiente reiteradas por el Gobierno federal, nunca las tocó. Se fue con menos gloria de la que tenía cuando llegó.

    Por su parte, el Presidente dijo en su segundo informe que «hemos decidido cuidar el medio ambiente como nunca lo hicieron los anteriores Gobiernos».

    Pues se está haciendo tarde, porque ya van tres titulares del ramo en dos años y no se ve una política ambiental clara, sino todo lo contrario.

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