Lorena Piñón Rivera
Consummatum est
Curiosamente, de pequeña no me gustaban las fiestas de disfraces, me ponía de mal humor porque no me sentía con la libertad para jugar. Seguramente mucho tuvo que ver la ocasión en que me pusieron un estorboso traje de calabaza «jalogüinesca» que me obligaba a dar pasos cortos hasta que provocó mi tropiezo. El drama fue que para detener mi caída, tuve el reflejo de hundir mi mano sobre el pastel de un cumpleañero, en esa tarde de un bochornoso 31 de octubre de 1988.
Pero de niños nos encontramos vulnerables ante algunos gustos de nuestros papás. Yo no quería, pero mi mamá me apuntó en clase, para que yo representara a Josefa Ortiz de Domínguez. Los papás se encargaron de preparar unos antojitos y botanas para esa «noche mexicana» que realizábamos al mediodía en el recinto escolar ubicado en la costa esmeralda de Veracruz.
El atuendo no me resultaba tan incómodo, pero el peinado relamido con un chongo apretado y el sol a plomo, ya me estaban provocando un terrible dolor de cabeza. Cuando me acerqué a tomar una de las bolsas de chicharrón -ya me estaba imaginando todo el limón y salsa que les pondría para darme gusto y mitigar mi enfado-, de repente un compañero robusto apareció de la nada y justo cuando estiraba mi mano para tomar mi ración, al diminuto goloso le pareció correcto arrebatar los tres paquetitos que restaban.
Para mi suerte, la maestra presenció el acto abusivo, de inmediato lo reconvino y todo acabó en que el chamaco se quedó sólo con una. Mi profesora me dio mi bolsa de chicharrón y ella se quedó con la tercera: «aquí yo soy la autoridad y no toleraré injusticia alguna entre mis alumnos». Más tarde mi tierno agresor fue a ofrecerme disculpas.
Esta anécdota sirve para ilustrar lo que debe ser la gobernanza. La autoridad no está para consentir agravios, debe aplicar la ley con rigor y sin prejuicios, además es imperativo que garantice la seguridad del pueblo y sancionar con severidad a todos aquellos que cometan cualquier presunto delito. Mi maestra era una autoridad, sabía que presenciaba un acto de injusticia y así decidió dialogar para persuadir a mi compañero glotón.
Estoy segura de que si éste no hubiera cedido las otras bolsas de chicharrón, seguramente sería castigado. Ya sea en un enredo escolar o en un problema social, la autoridad -léase la maestra o la Secretaría de Gobernación- tiene la obligación de dialogar con la disidencia y en caso de no llegar a un acuerdo, entonces actuar con prudencia y la ley en la mano. En cambio se ufanan en convocar a festejos patrios cuando hay luto después de 70 mil muertos, es imprudente celebrar así.
Al gobierno de MORENA no le gusta hacer política, todo lo quieren hacer imponiendo con y consintiendo los abusos de ciertos favoritos que militan en la 4T. Una muestra del desprecio por el diálogo con partidos políticos y expresiones sociales, es la mutilación de funciones que ha tenido la Secretaría de Gobernación federal. Quitaron la Subsecretaría de Enlace Legislativo y con eso declaran su desdén al diálogo entre el gobierno y las bancadas de los partidos de oposición. No dialogan con campesinos que ejercen su derecho a la protesta social en Chihuahua, pero el hasta hace poco Subsecretario Peralta fue exhibido porque se entrevistaba con «civilidad» con delincuentes. Son incapaces de tomar acuerdos con los padres de niños con cáncer que protestan en la calle pero se ufanan en presumir la falsedad de que el INSABI es garantía de salud universal. Estoy segura que mi maestra le daría clases de política y gobernabilidad a los inquilinos del Palacio de Cobián.
Consummatum: Con Rosario Piedra, la CNDH no ha perdido la oportunidad de permanecer silente ante claros abusos de las autoridades. Eso sí, su salud mental está a salvo, ya que la ansiedad provocada por su abyección, la mitiga con un buen ribeye.
Tw: @lorenapignon_
Secretaria Nacional de Gestión Social del PRI
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