Teresa Carbajal
Debo, no niego; pago, lo justo
Usura es aquella conducta que tiene como característica el abuso y lucro excesivo que se obtiene a partir de un préstamo aprovechándose de la necesidad, inexperiencia, ignorancia o urgencia de dinero de quien lo solicita.
Esta práctica que se convirtió durante muchos años, en una forma de vida atropelló la libertad y la dignidad, de quienes fueron sus víctimas.
Quienes se beneficiaron de ella, se ampararon en rígidos formulismos legales que impedían a cualquiera defenderse bajo la premisa de haber aceptado con su firma las condiciones para recibir el préstamo, así se justificaba el perderlo todo por falta de condiciones de igualdad en un convenio en donde prevalecía la ambición y el enriquecimiento de uno en detrimento de otro.
Parece mentira que aquel documento proclamado y aprobado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948, la Declaración Universal de Derechos Humanos en donde sus autores con extraordinaria visión y determinación expresaron claramente los derechos y las libertades a los que todo ser humano puede aspirar de manera inalienable y en condiciones de igualdad, a la fecha se haya quedado en poesía, en discurso de presídium y no haya logrado permear al orden jurídico de los Estados y sus instituciones.
No es posible que contando con tan poderoso instrumento de lucha contra la opresión a la dignidad humana, que constituye los fundamentos de un futuro justo y desde luego mejor para todos, aún existan resistencias, convencionalismos, y rigidez de pensamiento que impidan que el ser humano se desarrolle en verdaderas condiciones de libertad.
No puede haber libertad mientras haya miseria, mientras haya temor, y la usura arrebata a las personas su libertad, pues una vez que alguien por necesidad, urgencia o inexperiencia acepta un pago de intereses superior a sus capacidades económicas reales, (ingresos) se convierte en esclavo de su acreedor; pues en adelante solo trabajará para pagar intereses, abonando poco o muy mínimo al capital y al paso del tiempo, reconocerá su imposibilidad para pagar sintiéndose avergonzado y recurrirá a otros préstamos, a la firma de (reestructuras) nuevos préstamos o entregará sus bienes, y haberes a cambio de su tranquilidad.
La vida de quien ha sufrido usura, nunca jamás será la misma, el atropello a su dignidad, esencia y libertad le hará no creer en las leyes, ni en las instituciones que ningún beneficio le procuraron, si no lo contrario.
La usura es una forma de esclavizar, de explotar, de un hombre hacia otro como lo ha establecido la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Por lo que dicha práctica debe ser desterrada y sólo podremos hacerlo con el cambio de consciencia de quienes sin saberlo pueden convertirse -sin quererlo- desde las instituciones en «solapadores» de estas malas prácticas.
Usura es usura, y en su defensa no hay argumento que valga; porque todos los seres humanos nacimos libres e iguales en dignidad y derechos.
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