Lorena Piñón Rivera
Consummatum Est
Todos los domingos mi familia tenía por tradición comer tamales de camarón en el desayuno. Mis hermanos y yo, nos encargábamos durante la noche del sábado, a recoger la leña que sería utilizada al despuntar el alba. La masa de consistencia atoluda quedaba lista la noche previa y los crustáceos se sazonaban ya en la madrugada, cuando las llamas comenzaban a darle plasticidad a las hojas de plátano que envolvían a esos manjares.
Era obligatorio levantarnos a las 7 de la mañana para regar las plantas y asear cada rincón de la casa. En punto de las 9 se declaraba un receso, para sentarnos a la mesa y degustar los tamales que habían sido cocidos al vapor en una aguerrida olla de peltre verdoso.
Llevo en mis recuerdos la generosa complicidad de mi abuelita, porque a pesar de que no contaba con la aprobación de mi mamá, ya que ésta aseguraba que los niños no debían beber café, regularmente me servía media taza de café hirviente que era rellenado por «chocomil» al momento en que mi madre-sargento nos sorprendía en la cocina.
Aunque generacionalmente se encontraba distante de su primo Vicente, mi abuelita platicaba muchas anécdotas acerca de él, de los vagos recuerdos que atesoraba de su niñez cuando él ya estaba encarrerado en su vocación política. La receta de los tamales de camarón, contenía los mismos ingredientes y ritos que la abue de mi abuelita -mi tarabuelita- les preparaba a sus nietos.
El nieto favorito de mi tarabuelita, tenía en su hoja de vida la distinción de haber sido gobernador de Puebla a los 27 años y ser declarado primer líder de la Confederación de Trabajadores de México. Vicente Lombardo Toledano, había impresionado a su prima -mi abuelita-, por el carisma que poseía y su recio carácter. Las semanas previas a la asamblea constitutiva del Partido de la Revolución Mexicana, «Chentito» se tomó el tiempo para acudir a la tradicional reunión con la parentela y degustar los tamales de camarón cuyo sabor había degustado desde su niñez. En su tierna juventud, mi abuelita fue consciente de que esa reunión familiar, había servido para que Lombardo Toledano hiciera los últimos ajustes al discurso que enunció en la asamblea fundacional del PRM.
Este mes he releído algunas páginas escritas por Porfirio Muñoz Ledo, en donde encontré fragmentos en donde éste refería que desde que era mozalbete, se había convertido por influencia de su padre, en un admirador de la retórica de Vicente Lombardo. Es inevitable pensar que la ruptura de mi tío abuelo con el PRI, en alguna proporción inspiró al joven maduro Porfirio, que en los 80 decidió romper con el otrora «partidazo».
El problema ahora para Muñoz Ledo, es que su tradicional actitud disidente y clamor por la democracia, se encuentran ahora condicionados por un Presidente de la República que pretende emular la vena autoritaria y el populismo que creímos enterrado en la década de los setentas del siglo pasado. Y sí, la retórica del Presidente López, no es una ruptura sesuda como las que en su momento representaron Lombardo o Cuauhtémoc. El grito del tiempo se le va.
Consummatum: Alejandro Moreno Cárdenas, Presidente Nacional del PRI, tiene unas cifras demoledoras: con lo que costó mantener el avión presidencial parado, se pudieron pagar 5 mil 200 sesiones de quimioterapia para niños con cáncer.
Tw: @lorenapignon_
Secretaria Nacional de Gestión Social del PRI
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