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    Vane Villanueva

    Reinventándome desde el alma
    Desde niña me gustaba mucho viajar, era algo que mis padres nos enseñaron a andar como gitanos conociendo así la vida. Las vacaciones de verano era común que nos mandaban a casa de los abuelos, era toda una aventura; ya sabes, en aquella época no había buenas carreteras y muchos de los viajes eran en tren, ¡adoraba el sonido fuerte y vacío cuando pasabamos sobre un rio! y que decir del miedo, ¡te imaginas que se cayera el tren en pleno rio!. Era una experiencia total cuando ibamos hacia el pueblo de mi padre: Reforma de Pineda Oaxaca.
    En los vagones del tren estábamos rodeados de totoles (guajolotes) gallinas y demás animalitos que se transportaban en rejas, cuando alguno escapaba
    de ella ¡era todo un show que se armaba para atraparlo y evitar que saliera volando por las ventanas del tren!
    Durante el trayecto -entre estación y estación- se subian las paisanas con su maravillosos huipiles y canastas llenas de comida caliéntita que con su aroma nos incitaba el hambre, asi iban entre vagón y vagón ofreciendo sus deliciosos platillos, la gallina asadita con su huevito cocido era sin duda lo que más nos encantaba, aunque horas después y ante tanto movimiento del tren -ya saben eramos niños- lo vomitábamos, pero era una delicia comer esa gallinita….
    El tren, durante muchas horas recorridas por fin se acercaba a nuestro destino el señor encargado anunciaba con su clásico grito: ¡Reformaaaa de Pineda! y el hondo bramido del singular y magestuoso silbato de la locomotora ponía un punto de dramatismo y alegría al anunciar su llegada a la estación de destino, la enorme máquina frenaba y era sin duda alguna la total felicidad de que llegabamos a casa sanos y salvos. Era el momento de agarrar nuestras maletitas, bajar de él y corriamos a los brazos de los abuelos que ya nos esperaban en la estación.
    En Reforma, en aquella época no había teléfonos en las casas, ni mucho menos existia el celular en el mundo; así que si alguien deseaba hablar contigo marcaban a «La caseta» y ahi habia encargados que en su bicicleta iban a «avisar» a la persona con la que necesitabas platicar y te comunicaba que en 20 minutos (o quizás un poco más dependiendo de la distancia) volverian a marcar para hablar contigo; entoncés tenías que acudir de inmediato a «La caseta» para esperar la llamada. Y si tú eras quién necesitabas comunicarte de manera rápida con alguién fuera del pueblo, era el medio indicado ya que el telegrama era un poco más tardado.
    «La caseta» era una casa, en la que había pequeños módulos hechos con madera, y dentro de cada uno estaba un teléfono colgado en la pared; entrabas y «te encerrabas» para que nadie escuchara tu conversación, la operadora al recibir la llamada la enlazaba, ella te decia a cual entrar: pase a la caseta 1, tú te metías y tomabas la llamada, podias hablar y escuchar el tiempo que fuera necesario a la persona amada. En esas casetas se dieron las más bellas noticias o las peores, ahí transcurria a la distancia la vida de las personas, ¡así era la tecnología en algunos lugares de nuestro país hace más de 40 años!. Y es por demás decirte que era común que la telefonista se sabía la vida e historia de todos, -por obvias razones- y el bicicletero que se encargaba de ir a notificar tenía que ser veloz y diestro en el manejo de la bici, además debía de conocer la casa de todos los habitantes del pueblo, ¡su agilidad y rápidez para ir a notificar que había llamada era muy importante! Esa era la manera en que a la distancia decias: tengo que hablar contigo: te voy a marcar, para escucharte, para platicar y sentirte cerca.
    Hace 3 años y después de mucho tiempo de no poder viajar ante la enorme inseguridad y riesgo que lamentablemente implicaba hacerlo sola decidí emprender de nuevo mi vida de gitana viajera que mis padres nos enseñaron en la infancia, asi que volvi a agarrar mi maletita, pero para tranquilidad de mi familia y mía opte por contratar los servicios de una agencia de viajes Claudia Telpochcalli y decidí viajar en grupo, fue sin duda una gran experiencia que hizo que volviera a viajar «sola» pero rodeada de nuevos amigos y grandes experiencias, el tour a recorrer: El Pacífico, la zona de Los Cabos, La Paz y de ahi fuimos bajando hasta llegar a los Mochis para abordar el tren, el famoso «Chepe» y llegar hasta Chihuahua, ese viaje me remontó mágicamente a mi infancia. Para poder llegar a los Mochis, Sinaloa; tienes que tomar el ferri que sale del puerto de La Paz; durante un poquito más de 6 horas cruzamos el maravilloso e imponente mar de Cortés (El golfo de California, también llamado mar de Cortés​ o mar Bermejo, ​ es una extensión del océano Pacífico y se ubica entre la península de Baja California y los estados de Sonora y Sinaloa, al noroeste de México. Tiene una longitud de 1126 km​ y su anchura varía entre los 48 y 241 kilómetros) información obtenida de internet. Decidí hacer todo el trayecto en la proa del ferri, respirando oxígeno puro y disfrutando la más maravillosa puesta de sol que he visto en mi vida, llena de una gama de colores rojos,naranjas y violetas únicos del Pacífico. Durante ese tiempo vi tortugas,delfines, tiburones, peces y un sin fin de aves.
    Particularmente me llamó la atención una: era un ave que volaba sola, me quedé observándola por momentos y durante algunas horas que nos acompañó en el trayecto, pensé: ¡Qué valiente es en recorrer su vida sola! si ella se cansaba en medio del mar, caería a él y sin duda sería devorada de inmediato por algún animalito, ¡qué fortaleza tiene! para volar horas y horas sola, sin compañía que le de ánimos para emprender su rumbo y su vida, ella no tenía a alguién a su lado…
    Hoy 3 años después de ese viaje la vida me sigue enseñando tantas lecciones sobre la resilencia y fortaleza, lo importante que es tener a alguien que te brinde ánimos en tu vuelo: primero tu familia y después tus amigos. Pero, ¿qué sucede cuando has decidido vivir sola o solo y no los tienes cerca? peor aún, ¿qué pasa cuando ya has perdido a tu familia, y estás sola o solo ante la vida? ¿qué te fortalece? ¿y si decides ser como esa ave -que vi atravesar el mar de Cortés- y emprendes tu vida y te aventuras a volar lejos de tu hogar buscando tu destino?
    Hoy, esta pandemia llamada Covid-19 y que se ha prolongado en nuestro país ya casi 6 meses (y lo que aún falta) me ha enseñado la importancia de re-aprender a «comunicarnos» sanamente en la distancia…
    Me ha enseñado que puedes estar sola o solo cuidándote en tu hogar y con tan solo tomar la decisión de «conectarte con los demás» mediante la tecnología de un celular estarás acompañada, o acompañado; hoy la tecnologia ya no es como hace 40 años, -ya sabes, la de «La caseta»- hoy puedes hacer videollamadas, enlazarte al mismo tiempo con varias personas y puedes simplemente tomando tu teléfono y marcar «escuchar de inmediato» y «sentir» la cercanía de tu ser querido, amigo, amiga…hoy puedes con un simple: ¿te puedo marcar? hacer la diferencia en la vida de una persona.
    Escuchar la voz de alguién te regula tu nivel de ansiedad, tu ritmo cardiaco, te «conecta» aqui y ahora; te da serenidad, te hace sentir acompañado, acompañada, te da fortaleza; escuchar la voz de alguién, ante este ya muy prolongado «estar cuidándonos sin salir de casa» «guardados» nos hace sentir que no estamos solas o solos ante el mundo, brindándonos: seguridad, tranquilidad y paz.
    Cada vez es más común enterarme de amigos y amigas que viven esta pandemia sin compañía y en algunos casos, como el mío en que nuestras familias no están cerca de nosotros, eso nos angustia más ¿si me contamino, existe la probabilidad de que pueda morir sola? ¿quién me cuidará? ¿quién me brindará un abrazo? ¿quién me dará consuelo y me acompañará físicamente? y claro que mi familia también sufre y piensa lo mismo, por supuesto…y éso nos genera más miedo e incertidumbre…incertidumbre que no viven quienes «están guardados en casa con su familia,» teniendo compañía, dándose ánimos y teniendo un contacto físico entre ellos todos los días.
    Los que estamos solos hemos tenido que aprender a ser más resilentes, a reencontrarnos en nuestro miedo y hemos aprendido a fortalecernos y disfrutar esa fortaleza viviendo y disfrutando la vida a cada instante, cada dia, todos los días. Los que estamos solos o solas no tenemos contacto físico, nos prohibieron tocarnos para evitar contagiarnos, nos aislaron de esos momentos de cercania, abrazos y todo lo que cada uno de esos abrazos representa, nos prohibieron las salidas y convivencias que como seres humanos necesitamos todos los días, a todos nos coartaron la vida.
    Hoy la vida que llevamos con esta pandemia nos ha enseñado la gran importancia de «escucharnos» a traves de un «¿te puedo marcar?» hoy, nos está enseñando que esa sencilla frase puede ser la diferencia en la vida de alguién, quizás tu voz lo llene de esperanza y fortaleza para seguir luchando con sus miedos ante tanta incertidumbre, quizás escucharte sea lo que esa persona que está sola o solo le acaricie el alma y le de consuelo ante lo que sin duda esta pandemia nos ha cambiado la vida a todos, hoy yo lo vivo y les digo a mis amigos: tú estás con tu familia, aún no sabes lo que vivimos quienes estamos solos y lejos de ella…
    La tecnología nos ha acercado sin lugar a duda, nos acorta la enorme distancia que existe de tu casa a la mía, y ello puede «neutralizar» los límites de contacto que insisto: estamos separamos físicamente por nuestro bien, para evitar más contagios, pero es gracias a la tecnología que podemos, -si queremos- estar más unidos que nunca…
    Desde que empezó la pandemia, mi madre habla conmigo más que nunca y escucharla me ha fortalecido el alma y mi fe, escuchar su voz diciéndome: hija no salgas, no quiero que te pase nada, me ha llenado de mucha paz y sin que ella lo sepa, me ha hablado justo en esos momentos en que mi vida la necesita, sin duda ese vínculo e instinto que los padres tienen con sus hijos, mi madre lo tiene conmigo…escuchar su voz a través de un teléfono a sido sin duda el regalo más maravilloso que nos ofrece la tecnología. Es gracias a la tecnología que mis sobrinos -que viven en diferentes partes- y yo hemos podido enlazarnos varias veces para jugar «basta», juego que disfruto mucho con ellos, las risas, gestos y nervios están ahi, en la videollamada; juntos en familia a través de la tecnología hemos cantado en los cumples las mañanitas, y ante la partida de mi padre es gracias al apoyo de su familia que en su pueblo se hizo un rosario por 6 meses de su partida y nosotros lo vimos a la distancia, mediante fotos ya que nadie de mi familia pudo ir por el distancimiento físico que hay en el país por el covid, insisto: por el bien de todos. Es gracias a la tecnología que he podido tomar ¡más cursos que nunca!, es gracias a la tecnología que millones de niños han podido interactuar con sus compañeros y maestros de clases, es gracias a la tecnología que desde mi celular he podido escuchar misas entre semana a las 6pm y ahora las escucho más seguido fortaleciendo mi fe y mi creencia de que Dios esta conmigo y me acompaña, es gracias a la tecnología que tengo en mi celular que hoy puedo asistir y acompañar en la distancia «virtualmente» a un ser querido a un sepelio y aminorar así su dolor al sentir mi presencia, es gracias a esta bendita tecnología que las familias se unen para hacer un rezo y he participado en un rosario en donde el Sacerdote mediante su celular y una cámara transmitió una bellísima misa -paso a paso- de una manera cálida y amorosa, uniendo en la fe a varias personas que perdieron a su ser querido, y se «conectaron» de diferentes lugares, y es gracias a un ¿te puedo marcar» que he escuchado a mis compañeros que están en agonía, en gracias a un ¿te puedo marcar? que hemos rezado juntos fortaleciendo así nuestra frágil vida… es gracias a un ¿te puedo marcar? que ahora estamos más unidos en la distancia a pesar de lo separación física que vivimos día a día…
    El Covid también ha traído cosas buenas, una de ellas sin duda, re-aprender a relacionarnos «sanamente» a través de la tecnología.
    Dejar de mandar tantos mensajes de texto (en lo personal detesto escribir y que me escriban interminables mensajes, cuando puedo solucionar todo en minutos con una llamada) tan fríos. Hoy, es el momento de que te tomes el tiempo y nuevamente como era en antaño, marques y con tu voz «acaricies el alma» de esa persona, amigo, amiga, ser amado, familiar, vecino, compañero de trabajo que sabes que está sola o solo. Hoy dile en un mensaje ¿te puedo marcar?…y por favor ¡márcale! escucharte será sin duda la mejor manera de decirle: Estoy a tu lado, no estás sola o solo, todo esta bien, estoy a la distancia aquí contigo. ¡Por favor márcale a esa persona que extrañas! ¡por favor márcale a esa persona que hoy perdió a un ser querido! ¡por favor márcale! a ese ser que está ahí anhelando «tu caricia» a la distancia y con tu voz lo abraces y llenes de mimos…¡por favor márcale!. La llamada no cuesta es mas rápida que estar escribiendo mensajes y cambiará tu vida y la de esa persona, tómate unos minutos de tu tiempo, es también una manera de ser nuevamente más humanos y más cálidos ante tanta tragedia y lejanía.
    Hace unos años vi a un ave viajar durante horas sola; admiré su fe y coraje para desafiar la vida. Quizás esa ave me enseñaba que aún volando sola ella trazó la ruta de su camino, en algún momento tocaría tierra y quizás ahi la esperaba su destino…
    Ese viaje sin duda me remontó a mi infancia recordando que después de horas de «pancho-aventuras» y cansancio por fin llegábamos a casa, en dónde los abuelos nos esperaban para llenarnos de besos y abrazos. En esos viajes de la infancia mis padres nos enseñaron que al viajar, todos anhelamos llegar a nuestro hogar y deseamos siempre estar en contacto físico o a través de una llamada con nuestros seres queridos y que somos como un ave: firme, resilente y determinada volando sola llegando al destino…
    ¡Bendecida semana!

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