Uriel Flores Aguayo
La pandemia del Coronavirus afecta absolutamente, a todo lo vuelve extraordinario. Nos ha cambiado la vida a nivel mundial. En México, sus efectos son devastadores. Nadie puede abstraerse de sus terribles consecuencias. Lamentablemente hay autoridades y sectores de la sociedad que se comportan en forma irresponsable. Siguen haciendo lo mismo que hacían antes de esta durísima crisis de salud. Finalmente es una prueba vital, tal vez la mayor de nuestra existencia. Las preocupaciones de la inmensa mayoría de la gente giran en torno a la salud y a la economía. Su día a día es un reto, vivir con el temor de caer en la expansiva e imparable cadena de contagios; es el aislamiento, el padecimiento familiar y de amistades; es la precariedad económica y la oscura incertidumbre sobre el mañana inmediato. El inicio de la vacunación es, literalmente, una luz tenue que alcanza a iluminar un camino de esperanza. Es la posibilidad concreta de que volvamos a vivir normalmente. Ojalá en cuatro o cinco meses ya estemos en mejores condiciones. Todos y todas estamos sufriendo esta crisis. Pero tal vez no hemos asumido la dimensión de los efectos en el ánimo y la formación de nuestras niñez y juventud.
En ese contexto ya está en curso el proceso electoral tanto local como federal. Es de obviedad que no vamos a ver campañas tradicionales. La misma jornada electoral seguramente será impactada por el virus en sus niveles de participación. Es un poco patético el comportamiento de algunos aspirantes y partidos que, contra la lógica y el sentido común, insisten en hacer reuniones más o menos masivas en las que exponen la salud de sus concurrencias; es una grave irresponsabilidad. Por mucho que les gane la ambición y la ignorancia esos personajes tendrán que limitarse; lo harán sin convicción, de dientes para afuera, pero se rendirán ante la implacable realidad. Es urgente dar forma a un protocolo de campañas en tiempos de Covid. No es difícil adaptar las medidas que se han venido aplicando socialmente desde hace casi diez meses a las labores proselitistas.
A tiempos extraordinarios corresponden medidas similares. Es el caso de los procesos electorales, las campañas y la jornada comicial. Tanto el INE como el OPLE tienen el reto de adaptarse a este momento tan complejo e inédito. Sin suspender las elecciones o afectar derechos ambas instituciones están emplazadas a crear las condiciones para que se ejerzan las prerrogativas ciudadanas, sobre todo el derecho fundamental a votar y ser votado. Tomo el caso ejemplar de las candidaturas independientes para ilustrar los problemas que está representando la pandemia a la hora de pasar a la práctica: no está a discusión que sea una figura incipiente ni que su ruta sea una auténtica carrera de obstáculos, con plazos cortos y mecanismos excluyentes para cumplir los requisitos establecidos. De por sí no es nada fácil cubrir con las condiciones que se ponen para las candidaturas independientes. Pero los grados de dificultades para ese fin se elevan a niveles exagerados en el contexto del Covid-19, haciendo indispensable que se cuente con más tiempo y formas sencillas para hacer posible el cumplimiento de los requisitos. No hacerse cargo de estas circunstancias extraordinarias coloca al INE y al OPLE en una gravísima omisión. Sin la adopción de medidas excepcionales estarían anulando, negando y excluyendo el ejercicio de derechos democráticos. Si desde ahora se puede prever una tendencia al abstencionismo en razón del temor a los contagios, sería clave que las autoridades electorales empiecen a considerar el otorgar facilidades, dentro de la legalidad, a la participación ciudadana.
Recadito: con o sin partidos la clave radica en la agenda y figuras ciudadanas.
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