Sergio González Levet
Sin tacto
(El inicio de esta columna lo escribo con todo el respeto posible para el amigo querido que se nos adelantó. Espero que me comprendan).
Cómo entender que se murió el más vivo de nuestros amigos, que lo era tanto que varios le decían, con afecto y con respeto: El Muerto. Tal vez ahora que está en un mejor lugar, el mejor de todos, pervivirá en nuestro recuerdo y le empezaremos a decir: El Vivo.
Por lo pronto, decidí escribir unas líneas en su memoria, que salen no de la mente sino del corazón, adolorido porque el maldito coronavirus se ha llevado una vez más a alguien valioso, que aún tenía mucho que aportar. Veracruz sigue perdiendo.
Edmundo Martínez Zaleta fue un buen alcalde de Papantla, allá a fines de los años 90 y del siglo y del milenio. En esos tres años magníficos logró mejorar la vida de sus paisanos y logró poner orden administrativo en el Ayuntamiento y en el manejo de su presupuesto.
Digno de su origen, volaba como todos sus hijos, pero él lo hacía con su imaginación. Porque Edmundo, como político, como funcionario, conjuntaba una rara mezcla entre capacidad, conocimiento y valor para emprender proyectos nuevos.
Así, se dio de alta como un gran presidente municipal que logró mejoras para sus gobernados.
Y de ahí se siguió en otras responsabilidades entre las que contamos la dirigencia estatal del PRI, la delegación de transporte público, la dirección de tránsito municipal de Xalapa.
En esta última encomienda, recuerdo que varios periodistas lo escuchamos hablar con un obligado sentido común que le permitió precisarnos hasta dónde podía llegar en sus afanes de componer algo la imposible movilidad capitalina. Sabía que sus alcances no le daban para proponer obras, para enderezar programas a fondo, para negociar cambios en el transporte público. Sin embargo, sí hizo todo lo que pudo y en el corto tiempo que estuvo al frente, los vehículos pudieron andar un poco más rápido y los xalapeños llegar un poco menos tarde que de costumbre a sus citas.
Edmundo era hombre de grandes amigos. Entre ellos, Héctor Yunes Landa, de quien era suplente como diputado federal y que hoy lo llora como a un compañero leal.
Edmundo era un político a la vieja usanza, o mejor hay que decir a la buena usanza, porque repetía en sus acciones y pensamientos las virtudes mejores de quienes se han dedicado al sano oficio de trabajar en busca del bienestar de la gente.
Y era un hombre muy bien informado, requisito indispensable para quieres aspiran a convertirse en estadistas. Cada que nos encontrábamos tenía el gusto de escuchar lo que me decía sobre algo que yo había escrito.
Hoy muchos lo estamos empezando a extrañar. Sentimos con gran pena la ausencia de este gran político veracruzano que ha pasado a la historia.
Que descanses en paz, Edmundo…
sglevet@gmail.com
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