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    Salvador Muñoz
    Los Políticos

    ¿Qué es ser jarocho?
    Para los del Altiplano o cualquier otro punto del país, el Jarocho es aquél que nació en el estado de Veracruz… no le importa si eres cuenqueño, huasteco, sureño o de cualquier punto de alguna de sus sierras… eres de Tuxpan, Veracruz: ¡Jarocho! Eres de Maltrata, Veracruz: ¡Jarocho! Eres de Acayucan o de Catemaco y además tienes un acento peculiar: ¡Jarocho! Peor tantito: eres prieto, moreno, negro, con excepción de Bola 8 que es de Baja California: ¡Eres Jarocho!


    El veredicto externo es contundente como inútil es tratar de explicar al chilango, al regio, al yucateco o a quien usted quiera, que ese gentilicio, Jarocho, sólo es aplicado a los nacidos en la región del Sotavento del estado de Veracruz.
    Pero el Ser Jarocho no implica sólo un punto geográfico en la vasta región veracruzana… sin temor a prolongármela, estoy seguro que tanto fuera de la entidad así como del país, a los Jarochos nos veían como a un ser especial lleno de alegría, de baile, de ingenio, de picardía y a la vez de sabiduría; una forma de filosofía con voz de canto; un estado de ánimo que aún dentro de la tristeza, hay una chispa de frescura; con esa generosidad para el hermano, para el primo, ¡para el cuñao! ¡el pariente! ¡el tío! porque un jarocho te hace parte de su familia…
    Un jarocho era poeta que en el aire las componía, fuera con arpa, con guitarra, con jarana o a capella… tenía el don de que le dabas una palabra ¡y te la rimaba!
    Bailaba zapateado, bailaba huapango, bailaba fandango, bailaba danzón y si te descuidabas, te llevaba al baile…
    ¡Vamos! Ser jarocho era un pinche privilegio por cualquier lado que se le viera… inteligente, pícaro, dicharachero, cantador, soñador, culto y sabio, pero sobre todo alegre…
    Sí, les digo que así era el Ser Jarocho hasta que tres sucesos en este siglo vinieron a darnos en toda la madre!
    El primer suceso fue Javier Duarte de Ochoa… este gobernador veracruzano era conocido en el altiplano como “el Rata”… el taxista, el pariente de la Ciudad de México, el conocido, estaba “maravillado” de cómo este veracruzano “se chingó” tanta lana y a tanto mundo… ¡pinche pena ajena!
    El segundo suceso fue la sucesión gubernamental donde había varios precandidatos con el apellido Yunes, y si no, senadores, y si no, diputados, y si no, presidentes municipales… la pregunta recurrente era si no había otra familia en Veracruz que no fuera Yunes… dicho sea de paso, quizás entra este suceso más para el anecdotario que para la desgracia.
    El tercer suceso es el más reciente y creo que es el más doloroso… ¡haga la prueba con alguno de sus amigos de la Ciudad de México, del Estado de México, del Bajío, del Norte! Con Cuitláhuac García, hoy, fuera del estado de Veracruz, se hacen esta pregunta: ¿Qué son tan pendejos los veracruzanos para haber votado por este sujeto?
    (En un ánimo por defender el orgullo de ser veracruzano o jarocho –les digo que a nuestros amigos de otros puntos del país les vale un sorbete y a todos nos dicen “Jarochos”– sostengo que Veracruz simplemente paga el precio de la democracia)
    Lo terrible es la generalización que se hace de algo tan sagrado como es el ser Jarocho –el ser veracruzano– luego de que un sujeto esboza una sonrisa, una carcajadita que exhibe y expone su ignorancia supina de lo que es la política, de lo que son las leyes, de lo que son los poderes, de lo que es gobernar, ¡el arte de gobernar!
    Ojalá algún día, volvamos a ser vistos en el escenario nacional como ese personaje inteligente, pícaro, dicharachero, cantador, soñador, culto y sabio, pero sobre todo alegre que hacía que el ser Jarocho fuera un pinche privilegio que pocos mexicanos podían sentir por haber nacido con la luna de plata y con alma de pirata…

    smcainito@gmail.com