Sergio González Levet
Sin tacto
Una efervescencia recorre la capital del estado, una emoción incontenida que resuelve problemas añejos, hace obras, tapa baches, atiende a ciudadanos. Ese torbellino se llama Ricardo Ahued Bardahuil, quien trabaja de las 8 de la mañana a las 10, 11 de la noche todos los días para ir poniendo orden en el desastre que le dejó su antecesor, Hipólito Rodríguez Herrero, considerado universalmente y con justicia como el peor alcalde de la historia de Xalapa, y miren que hubo algunos bastante malitos.
Como ya había sido presidente municipal antes (2005-2007), el exitoso empresario metido a funcionario público soslayó esta vez la etapa de aprendizaje y entró de lleno a trabajar desde el primer día de este año, y lo hizo con tal enjundia que los xalapeños avizoran con esperanza que su ciudad vuelva a ser lo que fue antes: la Ciudad de las Flores, la Atenas Veracruzana, la orgullosa capital.
Dice el pueblo bueno y honrado que Ahued Bardahuil ha hecho en dos meses y medio más de lo que hizo Hipólito en cuatro años.
Lo primero fue regresar la atención a los ciudadanos, que otra vez son quienes mandan en el Ayuntamiento a través de la expresión de sus voluntades, que son escuchadas atentamente por el presidente en su segunda vuelta, de la misma manera que lo hizo en la primera y que tan buenos recuerdos dejó.
Frente a la imagen de un alcalde ensimismado en su abulia, aterrado por su falta de capacidad para gobernar, soberbio y lejano, el Senador con licencia y ex Director de Aduanas ofrece una figura fresca, comedida, sencilla, cercana a la gente.
Dicen que es cosa de su carácter y su inteligencia natural, pues equilibra con acciones firmes y directas su presunta desventaja académica frente al doctorado en ciencias sociales que llegó exhibiendo el chilango Rodríguez Herrero, que desde el primer día de su horroroso mandato fue paradigma de que “lo que natura non da, Salamanca non presta”.
Ricardo Ahued ha demostrado eficacia y eficiencia en los tres años y dos meses y medio que ha gobernado a los xalapeños. No conoce la pausa y su hiperactividad está ofreciendo resultados palpables en lo inmediato. De pronto, los baches y los hoyos empezaron a ser menos, las calles con mayor desastre se empezaron a reconstruir, los camellones y jardines volvieron a estar limpios y arreglados.
Poco a poco se empieza a difuminar ese sentimiento de vergüenza que tenían los habitantes con el remedo de presidente municipal que padecieron por cuatro años.
Es muy probable que el orgullo vuelva pronto a los xalapeños y se tornen nuevamente insufribles por las bellezas y las fortalezas que está recuperando su ciudad.
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