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    Sergio González Levet

    Sin tacto

    Pues sí, el maestro Hicham de que les platicaba ayer no solamente corta el pelo con absoluta destreza, sino que tiene algo de filósofo y por tanto es un gran polemista, con el que se puede discutir a fondo y de bonita manera sobre cualquier tema de nuestro tiempo: que la pandemia, que la política, que la izquierda y la derecha, que los árabes y los judíos… hasta de futbol.


    ​Entre tijeretazo y tijeretazo, el buen Hicham opina sobre lo que pasa en nuestra realidad, y ofrece ideas fijas y tajantes, muy propias para que cualquiera le entre a la discusión y se olvide del remolino que produce un gallo que nunca se puede domar o de la tonsura que irremediablemente sigue creciendo en la mollera.
    ​Ah, y habla de religión, de su religión, el Islam, que según insiste enseña que Dios es misericordioso, todopoderoso y único, y que es una doctrina que predica la paz y no la guerra, como muchos creen y yo pensaba.
    ​“Se ha promovido mucho la idea de que los musulmanes árabes son fanáticos que traen una bomba bajo el brazo y que la hacen estallar por el menor motivo. No es así. Nosotros predicamos la concordia y la bondad entre los hombres”, dice convencido.
    ​Tiene además un excelente sentido del humor y desgrana anécdotas inofensivas mientras pasa la afilada navaja por el cuello, para destazar la barba incipiente.
    ​“Hace un tiempo que le corto el pelo a un joven adinerado. Llega en un vehículo importado y se viste con mucha elegancia. Siempre deja una generosa propina que llega a triplicar el costo del corte de pelo.
    ​“La semana pasada me dijo que vendría su padre a que le arreglara el cabello, y llegó el señor. Venía en un vehículo todavía más fastuoso, se sentó en el sillón y yo empecé a trabajar, de acuerdo a como me lo pidió.
    ​“Terminé de hacerle el corte, se vio al espejo y se mostró satisfecho. Me preguntó cuánto era y yo le dije que cien pesos, que es lo que cobro regularmente. Sacó del bolsillo un billete de 50 pesos y luego unas monedas que fue contando hasta que logró completar el total solicitado.
    ​“Yo no pude dejar de comentarle que se me hacía raro que contara tanto los centavos, porque su hijo era bastante pródigo y hasta dejaba una jugosa propina. El señor me volteó a ver y me dijo:
    ​“—En efecto, mi hijo da muy buenas propinas, y eso es algo que él puede hacer porque tiene un padre rico… pero yo trabajo arduamente desde muy niño y como tuve padres muy pobres, ¡no me puedo dar esos lujos!”
    ​En fin, va el comercial para este estilista que en la Avenida Maestros Veracruzanos de Xalapa, casi llegando a Lázaro Cárdenas, ofrece sus servicios incomparables de sapiencia cotidiana, y además corta muy bien el cabello.

    sglevet@gmail.com