Inocencio Yáñez Vicencio
La forma en que llegó Alejandro Moreno al CEN del PRI es muy diferente a la forma de como arribó Marlon Ramírez al CDE del Tricolor. Alito llega como parte de una componenda que fraguó José Murat con su hijo que gobierna Oaxaca con EDOMEX y Coahuila, eliminando suciamente a mi amigo José Narro, exrector de la UNAM y reduciendo a la nada a Ivon Ortega, con una alternativa femenina que a la postre pagó con una diputación federal. Todo esto lo pueteó Velasco con Amlo. Esa es la razón por la cual para mi es repugnante y desde que fue ungido, he reclamado su salida.
He reiterado la necesidad de que se forme una comisión que prepare y convoque a una asamblea nacional de refundación.
El caso del presidente del comité directivo estatal, Marlon Ramírez , es muy distinto. Marlon arriba a la dirección del Revolucionario Institucional después de haberle ganada por mucha diferencia a la alianza de fidelistas y duartistas, acabando con los mitos de quienes se habían apropiado la decisión del reparto de promociones y postulaciones.
La falta de una cultura democrática al interior del otrora todopoderoso, que justamente muestre que en democracia nadie gana ni nadie pierde para siempre, conduzca a que los triunfadores sean humildes en la victoria y los vencidos reconozcan con gallardía el veredicto de las urnas, generó que desde el inicio del mandato de Marlon, los perdedores lo empezaran a desestabilizar.
Lo he dicho una y otra vez. En el 2018 el PRI no sólo sufrió una derrota electoral, también sufrió una derrota cultural. Cuando Pepe Yunes presidía el partido y un servidor la Fundación Colosio, en Veracruz, le entregué 20 puntos que debían elevarse a los órganos nacionales y, dejo muy claro, ese impulso dependía del gobernador Herrera Beltrán, pero lo cito como testimonio de que vi su crisis desde muy atrás.
Desde entonces yo reclamaba que las decisiones fundamentales dejaran de tomarse en Palacio de gobierno y se tomaran por sus órganos de gobierno; que sus candidatos surgieran de una discusión pública de los méritos de los aspirantes; que la lealtad que se premiara fuera la que se profesara a los documentos basicos, es decir a una lealtad institucional y no a la lealtad personal; que el partido mantuviera una actitud crítica hacia sus gobernantes y no de silencio y complicidad; que se llamara a una unidad entorno de principios y no una unidad incondicional y personal; que se preparan cuadros para el servicio público, es decir, para servir a la comunidad; reconocer la congruencia del militante con nuestra ideología. Premiar la congruencia entre lo que se dice y lo que se hace; combatir la corrupción tanto en el partido como en gobierno; premiar la disciplina; hacer un partido de reglas; abrir el partido a lo mejor de la saciedad; delimitar su público, esto es, a quien quiere representar, construir un discurso para ese público; como partido no puede pretender representar a todos, porque cuando la parte abarca al todo lo destruye; obte o no por ser un partido guía, siempre el partido será una vanguardia; el partido debe der conducido por lo mas templado, limpio y consecuente.
Con esto pueden darse cuenta que los que atacan a Marlon, solo dicen que no debe esperarse a que termine legalmente el periodo para el que fue electo, sin ni siquiera revestir su demanda de un programa que trasluzca una intención que no sea la clásica táctica de quítate tú para ponerme yo.
Los que reclaman el puesto que hoy ocupa Marlon, no sólo son los resentidos que venció en innegable lucha demócrata sino son un puñado de bribones que únicamente quieren recuperar su jefatura para hacer lo único que saben hacer: apropiarse de sus csndidaturas y repartirlas entre sus secuaces.
Repito. Si los que andan buscando remover a Marlon tuvieran un poco de vergüenza, por lo menos hubiesen teñido su lucha con un pliego de demandas éticas, que no dejara entrever tan descaradamente sus planes mercenarios.
No tengo duda, lo digo una vez más. Marlon no cumplió con el reclamo más sentido de sus bases que era y es que expulsara esa plaga de traidores y mercenarios que se repartieron postulaciones y cargos entre testaferros y familiares. El cambio del partido pasa por la expulsión de esas lacras .
Cambiar la directiva y no cambiar reglas, valores, principios, conductas y prácticas, es un engaño, que la ciudadanía no lo va a perdonar.
La única forma de sacar al PRI de esa lucha de patanes que no les importa más que quitar a unos para poner a otros, es entrar en la discusión de un programa ético.
Ya decía antes. Fidel tuvo un buen diagnóstico pero una pésima respuesta. Vino a resucitar muertos y a darle a los hijos de esos escombros oportunidades que ni se lo agradecieron, porque tan pronto terminó su mandato, éstas hienas empezaron a lanzarle insultos. Así no era. El partido habia que entregarlo a los jóvenes formados en los talleres, en el campo, en la universidad. No a esos que heredaron las oportunidades y que su reanudacion la basan en andar de falderos de algún personaje.