Alberto Silva Ramos
Hace un par de años, el presidente del Gobierno Español Pedro Sánchez convocó públicamente a todos los partidos políticos para iniciar el diálogo en busca de un acuerdo político, económico y social para reeditar los pactos de la Moncloa de 1977.
Se trataba de la búsqueda de una nueva gobernabilidad postcoronavirus, que incluía a empresarios, sindicatos, comunidades autónomas, diputados y ayuntamientos.
Los Pactos de la Moncloa de 1977 fueron la gran apuesta del entonces Rey Juan Carlos I de Borbón y del presidente del Gobierno Adolfo Suarez para sacar adelante una reforma política de gran calado que propiciara elecciones democráticas tras la dictadura franquista.
Estas medidas se convirtieron en ejemplo de convivencia democrática entre todas las fuerzas políticas lo cual permitió a España iniciar el camino de la modernización que la llevaría mastarde a integrarse a la Unión europea. Para algunos se trato de una etapa traumática pero enormemente productiva a la vez, ya que supuso las bases del sistema laboral y social de la democracia española.
En España la gran pregunta fue ¿unos nuevos pactos de la Moncloa? Suena bien. Se trata de lo que los politólogos llaman el framing o lo que es lo mismo los significantes vacíos es decir hay ciertas palabras que son muy útiles en la comunicación política porque evocan ideas con las que nadie puede estar en contra. Si hablamos de justicia, de libertad, de pactos, son palabras que dan cierta ventaja comunicativa pero que luego uno puede rellenar según el momento político.
El caso mexicano es interesante, nadie puede estar en contra de los fundamentos que rigen la cruzada del Presidente de la República. La austeridad, la soberanía energética, los programas para combatir pobreza, las obras de infraestructura de gran calado, no robar, no mentir. Son conceptos universales que bajo ninguna causa generan rechazo, por el contrario.
Los índices presidenciales de aprobación son elocuentes de lo anterior con cifras que rondan el 65%. Sin embargo el gobierno que emergerá de las urnas en el 2024 debera rellenar con inteligencia los conceptos de la 4T y por lo que la historia y la demoscopia señalan será complejo que estos cambios puedan emanar solo del poder legislativo en el que ninguna fuerza política cuente con mayoría absoluta, aun con sus aliados.
Es por ello que una convocatoria amplia a la sociedad civil, empresarios partidos políticos, organizaciones del campo, gobernadores, alcaldes y legisladores podría sentar las bases de un nuevo acuerdo político que reconozca que la nueva gobernabilidad del país ha cambiado sus claves de acceso y que una agenda donde se incorporen nuevos temas resulta fundamental para garantizar la convivencia de una nación tan diversa y en pleno cambio como es la nuestra.
Existen en el Congreso iniciativas una de ellas presentada en 2003 por el entonces Senador Fidel Herrera que crea la figura de Jefe de Gabinete el cual se encargaría de tejer la relación con el poder legislativo y con ello sentar bases de gobernabilidad y dialogo permanente de poderes.
El ambiente que encontrara el nuevo gobierno implicara una exhaustiva revisión al sistemas de pensiones, tributario, pero también a los retos de la seguridad publica, el cambio climático, la inteligencia artificial y su impacto en la mano de obra, así como la necesidad de estar mejor preparados para el impacto del nearshoring en nuestra economía y las implicaciones de la migración de centro y Sudamérica que llegue para quedarse en México.
No hay que olvidar la presión adicional que un nuevo gobierno en el vecino del norte con una agenda de atención a sus bases radicales puede traer sobre nuestra política binacional.
Es por ello que un Pacto de la Moncloa a la mexicana para revisar estos temas y adecuarlos a nuestro marco jurídico y a nuestra agenda política puede ser viable en la búsqueda de la nueva gobernabilidad que la ebulliciente sociedad mexicana y la comunicad internacional generan y seguirán generando.
Que así sea.