Destacado

    Elena Córdova Molina

    Veracruz profundo

    Cuando en el seno de una familia, a un ser querido se le detecta cáncer, ya nada vuelve a ser igual nunca más. Algo se desgarra, algo se rompe. A quienes hemos tenido la desgracia de vivirlo, sabemos cómo nos causa sentimientos complejos e inevitables cambios en nuestra vida diaria, y son tan drásticos que pueden llegar a ser terriblemente abrumadores para la familia más cercana incluso para los buenos amigos. En el mejor de los casos, la familia decide con valentía enfrentar los retos que implica esta enfermedad juntos y esto llega a fortalecer la relación de manera inimaginable. Cuidar, procurar, atender a un ser querido con este padecimiento, implica un máximo esfuerzo no tan sólo físico y económico, sino espiritual. El tiempo se convierte en el peor enemigo. Quisiéramos detenerlo. Que los minutos, las horas, los días no cuenten… así de desesperante llega a ser la situación.

    “Estoy aquí dando una batalla por mi vida. El cáncer volvió; he sobrevivido a tres cirugías, a 11 sesiones de quimioterapias y aún me faltan 13 más, pero no me voy a detener, no me voy a rendir. Les cuento esto para hacer conciencia de lo más importante que tenemos los seres humanos: la vida”, son las emotivas palabras que pronunció el Senador Juan Pablo Adame Alemán, al hacer uso de la tribuna del Senado de la República, el pasado miércoles 6 de septiembre. Continuó diciendo: “Es necesario impulsar una política pública de apoyo a las personas que acompañan y cuidan a los enfermos de cáncer durante su tratamiento, especialmente a aquellas con escasos recursos”, y agregó aún más, “Quiero materializar la lucha personal por un producto legislativo que pueda ser al servicio del bien común y hablarles desde el corazón, hablarles desde lo más puro que tenemos todos que es nuestra alma, nuestros pensamientos primigenios, los miedos, las alegrías”.

    Tal y como lo comenté al inicio, el acompañamiento, no dejarlos solos o solas, es una de las cosas más valiosas que puede uno ofrecer a un enfermo de cáncer. Desgraciadamente, todos tenemos vida propia y muchas veces no es la voluntad sino la necesidad quien nos obliga a tomar decisiones radicales.  Mismas que van desde deshacernos de nuestro patrimonio de años e incluso renunciar a nuestro trabajo con las implicaciones que conlleva y en caso extremo a la vida que teníamos. Por ello no deja de ser admirable que una persona que lucha conta el cáncer tenga la voluntad de proponer una política pública de apoyo a las personas que acompañan y cuidan a los enfermos de cáncer durante su tratamiento, especialmente a aquellas con escasos recursos.

    Esto ya sucede en los estados de Jalisco y Nuevo León. Siendo el estado de Jalisco el primero en trabajar en una estrategia de atención integral que respalde a las familias que día a día luchan contra esta enfermedad. Para ello no sólo aplicaron una cobertura universal  en esta enfermedad sino que implementaron las siguientes estrategias: desarrollaron un sistema que alberga un Registro nominal de todas y todos los niños y adolescentes con cáncer para facilitar el seguimiento según el tipo de padecimiento y el tratamiento, con lo que contribuye a mejorar la administración de los recursos, la plataforma permite identificar las necesidades específicas de medicamentos y transparentar los procesos. Además, el Gobierno del Estado a través de la Secretaría de Salud ha trabajado mediante la adquisición de medicamentos para asegurar el tratamiento de las niñas, niños y adolescentes con cáncer. Por último, aprobaron y pusieron en marcha la Ley para la Detección Temprana y Tratamiento Oportuno e Integral de Cáncer en la Infancia y Adolescencia. Se trata de la primera y única ley en su tipo en el país y garantizará la atención del cáncer en sus distintas etapas, desde la prevención y el diagnóstico hasta el tratamiento, rehabilitación y seguimiento de los infantes que padecen esta enfermedad.

    En el estado de Nuevo León, la Secretaria de Salud en la entidad, llevó a la práctica el programa de cobertura universal para atender con una mayor y mejor calidad y de manera oportuna esta enfermedad, principalmente en los niños. Y la razón es que esta incidencia se presenta en una cantidad alarmante en este sector poblacional.

    En un informe que presentó el INEGI, el 2 de febrero del año en curso, ahí se señala que, en 2021, en México se registraron 1 122 249 defunciones, de las cuales 8% fue por tumores malignos (90 123). La tasa de defunciones por esta causa aumentó de forma constante, al pasar de 6.09 defunciones por cada 10 mil personas en 2010, a 7.06 en 2021. Al igual, que Las entidades federativas que presentaron la tasa más alta de defunciones por tumores malignos en 2021 fueron Ciudad de México, Colima, Veracruz de Ignacio de la Llave, Sonora, Chihuahua y Morelos, con tasa de 7.8 a 9.3 defunciones por cada 10 mil habitantes. En contraste, las entidades con la tasa más baja de defunciones por tumores malignos en 2021 fueron Quintana Roo, Tlaxcala, Guerrero, Puebla, Querétaro y México, con tasa de 4.7 a 6.2 defunciones por cada 10 mil habitantes.

    Hace falta tener una visión más profunda y más humana de parte de las autoridades de los tres órdenes de gobierno sin duda. Leyes con un enfoque humanista y no sólo paliativos o programas. Y, sobre todo, alejar la política en estos asuntos que no lo merecen. Aquí no.