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    Alberto Silva Ramos

    Es un sábado cualquiera en Palacio Nacional. Los acontecimientos han ido caminando como se esperaban, quizá mucho mejor, y el presidente de la Republica está de buen humor, aunque una leve brizna de nostalgia ha estado presente en su estado de ánimo desde aquella noche donde entrego el bastón de mando.


    Su candidata, su hechura, su hija, su legado político, ha estado solicitando una cita para verlo brevemente, él ha accedido con la condición de que no fuera en Palacio Nacional para no generar especulaciones ni habladurías, de ese sector de la prensa que desde el inicio de su gobierno lo ha increpado y atacado de manera constante. No van a cambiar nunca, odian lo que represento, habría dicho a algún colaborador cercano.
    El Presidente dio unos pasos y miro algunos cuadros de Palacio. Se detuvo en uno de tantos con la figura de Benito Juárez. Lo miró fijamente y ahí mismo decidió el lugar en donde se encontraría con Claudia;
    –Dile que la veo en el Castillo de Chapultepec, ahí en el atrio a las 9 de la noche en punto, que vaya sola, dijo pausado.
    –Si licenciado, contestó su fiel secretaria que lo ha acompañado en las buenas y en las malas.
    Quiso trasladarse una hora antes al encuentro; salió de Palacio Nacional en una Suburban negra, seguida discretamente por otras dos de idéntico color y modelo.
    Al llegar, sólo había algunos oficiales del Ejército tal como él lo había pedido. Una vez en el alcázar, pidió que lo dejaran solo; notó que la noche amenazaba con lluvia y sin embargo, se veía un cielo de extraordinaria claridad, donde se alcanzaban a ver las estrellas. Que lujo, musitó para sí.
    De pronto, el presidente se quedó sumido en sus recuerdos, recordó a sus padres, a sus hermanos, acarició con el recuerdo a sus hijos y por supuesto a Beatriz, siempre Beatriz.
    Sonrió para sí mismo y todo le pareció irreal. Jefe de Gobierno, Presidente de la República, y el cúmulo de campañas recorriendo México, tantas caras, tanta esperanza en sus rostros. Cerró los ojos y quiso recordarlos a todos para después respirar concentrado, el aire fresco con olor a lluvia emanado del Bosque de Chapultepec.
    El tiempo y la tranquilidad se esfumaron cuando un ayudante le informó de la llegada de la Doctora Claudia.
    –Que pase acá, señaló y pensó en sus adentros, que pronto pasa el tiempo, como un pestañeo, sentenció interiormente.
    El diálogo empezó rápidamente
    Claudia: Presidente ¿cómo está?, le dijo la virtual candidata presidencial de entrada, con una sonrisa y un abrazo paternal.
    Presidente: ¿Cómo vas?, ¿cómo sientes las cosas? señaló el mandatario no sin antes enfatizar: ¡Me preocupa Marcelo!, hay que hacer todo para continuar el diálogo con él, es mi amigo. Él traía muy bien la relación con los vecinos del norte, y ahora con las elecciones primarias, el tema México va a estar presente en los dos partidos, hay que tener cuidado ahí. ¿Cómo vas en eso? preguntó.
    Claudia: Vamos muy bien, he podido platicar a través de nuestro amigo el Embajador Salazar con gente del primer círculo en Washington y también con parte Republicana cercana a Trump, yo creo que las cosas van bien ahí, por supuesto, la comunidad judía nos está ayudando mucho y están entusiasmados.
    Presidente: Bien, ¿con los militares cómo vas? es importante llegado el momento, aceptar las ternas del ejército y la marina, para ellos las tradiciones son importantes, fundamentales diría yo, van a tener la primera comandante en jefe mujer, es clave ser cuidadoso.
    Claudia: Omar García Harfuch nos ha estado ayudando mucho en el tema haciendo reuiniones, comidas y cenas con los mandos, y sabe usted que siempre hemos tenido una excelente relación con ambos secretarios, hemos sido muy cuidadosos en eso. Por supuesto, se respetarán las tradiciones y las formas, será una transición de terciopelo Señor. Esta última frase, la dijo con una sonrisa de satisfacción evidente.
    Presidente: Ya será más difícil vernos, los números van bien. Hay que darle responsabilidades a Adán más específicas, tienes ahí a Monreal y al güero Velasco, que es experimentado y tiene cercanía con toda la clase política, será muy útil en la campaña y en el gobierno.
    Claudia: Así será señor, vamos a ganar ampliamente, estamos trabajando en las candidaturas a las gubernaturas y el Congreso que van a ser fundamentales para la gobernabilidad. Será un día de fiesta.
    El presidente la invitó a caminar con un ademán que marcaba también el final del encuentro. Ella lo entendió y se despidió con un abrazo, un beso tierno en la mejilla y una palabra que remarcó, Gracias!
    Claudia se alejó sin haber podido comentar al Presidente, algunos temas que la preocupaban, pero se dijo a sí misma, que el tono afectuoso y siempre cálido del Presidente, así como sus preocupaciones, habían valido la pena.
    El Presidente se quedó un rato más, sintió una enorme tranquilidad al saber que su proyecto de país, seguiría adelante, pero que sobre todo, el país tendría a su primera mujer Presidenta. Eso le bastaba.
    Mirando al bosque nuevamente recordó a Esquilo y recito su poema favorito en su interior moviendo apenas los labios.
    Incluso mientras dormimos,
    Un dolor que no podemos olvidar
    Entra gota a gota en el corazón
    Hasta que en nuestra desesperanza
    Y contra nuestra voluntad,
    Llega la sabiduría

    Después se trasladó a Palacio. Ese sábado, Andrés Manuel López Obrador, durmió plácidamente, tranquilo y sin preocupaciones, durmió, como no lo había hecho desde hace 5 años.