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    Julio Vallejo

    La delgada línea entre mi opinión y la tuya

    Arribé a la oficina de expedición de licencias para conducir de Ávila Camacho a realizar el canje correspondiente. Todo iba muy bien hasta que llegué al módulo número 4.

    ¬ —Buenas tardes, le dije al servidor público que estaba bien concentrado viendo su celular sintonizando la repetición de un partido de fútbol, mientras que a su derecha había dos personas casi acostadas en una silla negra. Uno de ellos, en los brazos de morfeo dejándose consentir y, para no despertarlo y no interrumpir, decidí esperar hasta que quisieran atenderme.
    Después de estar casi 10 minutos frente a ellos, el dormido despierta y lo primero que hace es apretarle la tetilla izquierda a su compañero de oficina. Acto seguido, se levanta con cara dormitaba y baba en su boca y acude a darle masaje de hombros al del módulo 4. Éste levanta la mirada y me dice ¿en qué le puedo servir?

    —Gracias. Llevo aquí más de 7 minutos, dije.
    —¡No seas mentiroso, siéntate ya!, gritó lleno de altanería.
    — Todavía te pones grosero, respondí en tono de burla, mientras cuento despacio y saco el aire.
    —Si estás de malas o estás teniendo un mal día no es mi problema, increpó.
    —¿Cuál es el problema amigo? yo soy el encargado del módulo, dice la persona que fue manoseada por su compañero de oficina, sí, a ese que le mallugaron su glándula mamaria.

    Mi subconsciente expresa: ahora comprendo por qué funciona así el módulo. Se ofendió y dudó del tiempo que estuve esperando ser atendido. Respondí que en las cámaras podía corroborarlo.
    Me ofreció disculpas, le bajó al tono y terminó por atenderme, mientras el servidor público del módulo 4 seguía burlándose y diciendo que era un mentiroso. Al pedirle su nombre y cargo al jefe, me dijo que la mejor manera de arreglarlo era olvidando el tema.

    Nuevamente le pedí el nombre al responsable y el prepotente del módulo 4 me pidió mis datos; se los di. Al final ofreció disculpas y reiteró que estaba para servirme. Al salir, alcancé a escuchar: pinche bato pendejo.
    Dos personas que presenciaron toda la escena y que también realizaban algún tipo de trámite, me alcanzaron para decirme que el viernes pasado también los trataron mal y que estuvo bien exponer el pésimo servicio que brindan.

    El actuar de estos servidores públicos está igual o peor que la expedición de licencia para conducir: nada efectivo. No te realizan un examen y pese a no tener experiencia alguna te la expiden.

    Al revisar el pago, me percato en el desglose del mismo que hay un pago a la educación (que no tienen) y otro más para un examen médico (el cual nunca se me realizó). ¡Qué ironía!