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    Amor que se atreve a decir su nombre

     

    Amor que se atreve a decir su nombre, antología del cuento mexicano de tema gay

    Compiladores: Mario Muñoz y León Guillermo Gutiérrez.
    Editorial UV, 2014, 303 p.

     

    Cecilia Muñoz

     

    Corría 1891 cuando el ya afamado y aplaudido Oscar Wilde concurrió a la fiesta en la que conoció a un joven y prometedor poeta de 21 años: Lord Alfred Douglas, o Bosie, de cariño. La amistad fue inmediata, motivada por lo halagado que se sentía Bosie al poder presumir el cariño del reconocido poeta, y por la vitalidad que Wilde podía disfrutar del joven aristócrata.
    Sin embargo, la relación no estaba destinada al buen término. Hacia 1895, luego de varios años de desconfianza, cuestionamientos y amenazas, el padre de Bosie, el marqués de Queensberry, empezó a hostigar a Wilde con el fin de que éste se alejara de su hijo, a lo cual el escritor se negaba rotundamente. La desgracia de Wilde comenzó con una nota que el marqués le dejó en el club, en la cual lo llamaba “sodomita”. Ante tal acción, Wilde decidió entablar un juicio por difamación; sin embargo, éste se volvió en su contra: varios jóvenes testificaron haber participado en actos reprobatorios para la sociedad en su compañía y fue acusado de haber cometido “flagrante indecencia” —la manera que entonces era menos escandalosa para llamar al acto sexual entre dos personas del mismo género.
    Uno de los golpes finales del abogado del marqués fue el interrogatorio al que sometió a Wilde respecto a un poema que Lord Alfred Douglas escribiera y que ha sido utilizado por las generaciones subsiguientes como emblema del romance homosexual: Dos amores. Éste es un diálogo entre el amor homosexual y el heterosexual, donde el último le reclama al primero que ose llamarse ‘Amor’ y lo acusa: “Está mintiendo, ya que su nombre es Vergüenza, / pero yo soy Amor, y yo estaba acostumbrado a estar /solo en este bello jardín, hasta que él vino / sin ser llamado durante la noche; yo soy el verdadero Amor, yo lleno los corazones del joven y de la joven con fuego mutuo».
    Ante lo anterior, el segundo Amor contesta humilde pero glorioso, para beneplácito de sus fans: «Entonces permíteme, /yo soy el Amor que no se atreve a pronunciar su nombre».
    Mario Muñoz y León Guillermo Gutiérrez retoman este último verso con una simple modificación: eliminan el “no” y de repente aquel Amor vergonzoso se vuelve contestatario y bullicioso. Amor que se atreve a decir su nombre entonces se ha tornado una Antología del cuento mexicano de tema gay, hija de otra nacida en 1996 y bautizada como De amores marginales. 12 relatos componían aquélla que 17 años después se vio rejuvenecida y actualizada con la adición de más cuentos que llegaron hasta los 25.
    El título, sin embargo, es engañoso. En esta antología no encontrará el ambiente romántico de aquel poema de Lord Alfred Douglas, menos un amorío apasionado que lo haga suspirar. El amor, así como el deseo y el erotismo, es escaso o bien, velado. La diversidad, como es propio de toda antología, es el sello de esta publicación.
    Por si se lo pregunta, le contaré un dato curioso: al especificar desde el título la palabra “gay” y no “homosexual”, Muñoz y Gutiérrez realizan una clara advertencia: este es un libro sobre hombres, escrito en su mayoría por hombres. De los 25 autores que se reúnen aquí, solo cuatro son mujeres. Pero esto no es un acto discriminatorio, sino un mero intento por rescatar la temática desde su naturalidad. Ya Mario Muñoz lo explicó en un pasado programa de Radio UV: la ausencia de figuras femeninas se ha debido a que éstas son escasas en la cuentística. Por razones desconocidas y que tal vez usted quiera aventurar, poco se escribe sobre la lesbiana. Asimismo, a pesar de que México cuenta con reconocidas escritoras, éstas poco se han aventurado a escribir sobre lesbianismo. Así —explica Muñoz— la única manera de introducir la temática lésbica hubiera sido encargarla a conocidas figuras literarias, lo cual hubiera restado naturalidad al libro.
    Como toda antología, Amor que se atreve a decir su nombre tiene un gran punto débil: no todo el libro será capaz de mantener atrapado al lector. Quizás sea inútil hablar de la pericia literaria de algunos de los autores, o de la calidad de ciertas historias. Después de todo, la pluralidad de éstas obliga a una mayor diversidad de lectores, así como a diferentes momentos; sin embargo, si me permite mi entusiasta opinión, le recomendaría un par de cuentos que disfruté ampliamente: “El alimento del artista”, de Enrique Serna, que al menos una sonrisa le sacará; “Doña Herlinda y su hijo”, de Jorge López Páez, un relato cuyo problema se resuelve tan pacíficamente que quizás hasta llegue a admirar a doña Herlinda, la amable alcahueta del protagonista; “El gran amor de su vida”, de José Joaquín Blanco, que muy al margen del misterio romántico retrata con tanta minuciosidad el ambiente de cualquier unidad de Humanidades que hasta resulta cómico; y por supuesto, “Gatos pardos”, de Iris García, la efigie —corta, pero exacta— del macho mexicano corrupto, violento, prepotente… y horrorizado de lo que se intuye.
    La contraportada del libro afirma que los autores “dan cuenta de que el mundo gay no es mejor ni peor que el compartido por los heterosexuales” y es cierto: Amor que se atreve a decir su nombre termina resultando una colección que simplemente retrata una vorágine de acontecimientos, pasiones y anécdotas, con una pequeña salvedad: los personajes han tomado una orientación sexual diferente a la normada. Nada del otro mundo; sin embargo, si lo piensa, a pesar de la supuesta apertura hacia lo diferente, tan de boga hoy en día, culturalmente poco contenido se aleja de la heterosexualidad. Así que mientras esperamos que la siguiente comedia romántica que el cine ofrezca sea protagonizada por un guapo, pero tímido, rubio y un sexy, pero necesitado de cariño, morocho, o que se apruebe la reforma al Código Civil de Veracruz —a ver si esos dos amigos que tiene y que son pareja desde hace tres años ya se pueden casar—, quizás quiera echarle un vistazo a Amor que se atreve a decir su nombre.

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