Destacado

    Arbol

    Antonio Alonso

     

    ¿Sabía que, desde la década de los 80’s, hemos emitido cerca de 400 mil millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera? Para ser una cantidad tan grande, es curioso que no podamos verlo, pero éste mortífero gas resulta ser prácticamente imperceptible.
    Entre China y Estados Unidos producen cerca del 50% de éste contaminante, que procede principalmente del uso de combustibles fósiles. Es lamentable que desde 1878, en la Exposición Universal de París, ya se hayan dado a conocer los beneficios del uso de la energía solar, a través de un invento de Augustin Mouchot y se haya preferido el uso del petróleo porque resultó ser aún más barato y fácil de obtener que el carbón.
    El emisor de CO2 más grande con que cuenta la naturaleza es el gas volcánico, que no alcanza ni el 10%. El consumo de carbón representa el 44% de las emisiones globales de éste gas, seguido por el 36% del que se produce por el uso de petróleo, de acuerdo con estadísticas del Earth Policy Institute.
    Aparentemente, el petróleo y otros combustibles fósiles, así como algunos recursos que hoy sabemos que no son renovables, en algún momento de la historia -posiblemente durante la Revolución Industrial- fueron considerados “recursos abundantes”, y fue como inició la carrera por su explotación y comercialización, y con sus bajos costos acabaron con el sueño de la energía limpia.
    La acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera produce algo llamado “efecto invernadero”, y los científicos ambientalistas tienen el 95% de la certeza de que se debe mayormente al uso de combustibles fósiles. El efecto invernadero consiste en que ésta nube de gases impide que la Tierra proyecte de vuelta la radiación que emite el Sol, provocando que todo ese calor sea absorbido por la superficie que algunos denominan “oscura”; la superficie “blanca”, la que refleja naturalmente ésta energía calorífica, es la de los hielos polares.
    De acuerdo con el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), desde el año 1906 al 2005, la temperatura media de la superficie terrestre aumentó 0.74 °C, pero dentro de unos cien años, podría aumentar en seis grados. Esto ya supone graves riesgos en la agricultura, pues por cada grado por arriba de la media disminuye un 10% el rendimiento de los cultivos de cereales como trigo, arroz y maíz, según estudios de José Larios Martón, investigador del Consejo Andaluz de Medio Ambiente.
    Por si fuera eso poco, durante el siglo pasado los niveles del mar aumentaron unos 17 centímetros, y se espera que, al finalizar éste siglo, el nivel aumente unos dos metros. Además, los niveles de tierra congelada en invierno disminuyeron 7% durante todo el siglo XX.
    Las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera alcanzan ya niveles que no se han visto en 650 mil años, la desaparición de los hielos glaciares está a punto de llegar al punto de “no retorno”, de acuerdo con observaciones de la NASA y la Universidad de California. La National Oceanic Atmospheric Administration (NOAA), dice que es el nivel más alto en 2.1 millones de años.
    «Los glaciares seguirán derritiéndose hasta que desaparezcan, y el hecho de que reaccionen casi simultáneamente señala una causa común», que es el aumento de las temperaturas en el océano que está haciendo que los glaciares se contraigan y derritan en el mar, asevera Eric Rignot, profesor de Ciencias del Sistema de la Tierra de la Universidad de California y glaciólogo del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA en Pasadena.
    Y la cosa se pone peor, pues el permafrost (un tipo de hielo que existe en las regiones más frías del planeta, y que ha estado ahí por cientos o miles y quizás millones de años), tiene doce años que ha comenzado a derretirse y contribuye a la liberación de gases de efecto invernadero a la atmósfera, esto según el Centro de Permafrost (CENPERM) en el Departamento de Geociencias y Administración de Recursos Naturales de la Universidad de Copenhague, en Dinamarca.
    El permafrost ocupa cerca del 16% de la superficie terrestre y el fondo marino, y almacena cerca de 1672 billones de toneladas de CO2 y metano, una cantidad –dicen- similar a la que está contenida en la atmósfera. El metano tiene unas cien veces el poder de efecto invernadero del dióxido de carbono.
    Queda claro. Estamos a punto de alcanzar el punto de no retorno, la National Oceanic Atmospheric Administration (NOAA) y el Instituto Polar Noruego dicen que ese punto podía ser el año 2017; y tenemos de aquí a entonces  para estabilizar la situación y reducir las concentraciones de gases invernadero por debajo de niveles que “no supongan disparar mecanismos de retroalimentación que hagan el calentamiento global imparable”.
    ¿Aún te preguntas por qué hace tanto calor hoy? ¿Qué rayos estás haciendo al respecto?

    Hacer Comentario