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    Julen Rementería

    Luis Alberto Romero

    Hora Cero

     

    La historia de la actividad en el poder legislativo de nuestro país no se relaciona sólo con el debate y el intercambio de ideas y propuestas entre diputados y senadores de las diferentes fuerzas políticas; también tiene que ver con una larga cadena de agresiones, insultos, descalificaciones y exabruptos.

    Si en el siglo pasado el debate legislativo estaba aderezado, incluso, con agresiones físicas entre los legisladores, la historia contemporánea también incluye un rosario de retos, duelos de insultos y expresiones pintorescas que en ocasiones han rayado en lo soez.

    En 1995, el entonces diputado Humberto Roque Villanueva, al conocerse el resultado de la votación que aprobaba el incremento del 10 al 15 por ciento en el Impuesto al Valor Agregado, lanzó un ademán que causó la irritación de los partidos opositores al PRI. La roqueseñal, como se le bautizó posteriormente, recibió una fuerte cobertura tanto en noticiarios de televisión como en las portadas de los diarios de circulación nacional. Roque Villanueva fue más conocido por esa seña obscena que por su paso por la presidencia de la Cámara de Diputados o por la dirigencia nacional del PRI.

    Cinco años después, en abril del 2000, al concluir una sesión en el Senado de la República, el pintoresco legislador perredista Félix Salgado Macedonio amenazó con golpear a su homólogo priísta, Dionisio Pérez Jácome, quien entonces presidía la cámara alta, debido a que el coatepecano le habría negado el uso de la tribuna.

    Más recientemente, el año pasado, en el marco de la discusión en la Cámara de Diputados entorno a la reforma energética, el recinto parlamentario fue sede de los desencuentros entre perredistas y priístas. Las diputadas Karen Quiroga, del PRD, y Landy Bezunza, del PRI, llegaron a la agresión física, en tanto que el diputado del Sol Azteca, Antonio García Conejo, utilizaba la tribuna para despojarse de la ropa, en un hecho que más que indignación, causó hilaridad.

    Sirve este breve recuento como marco para hablar de lo ocurrido durante la sesión de este 4 de diciembre en la Legislatura del Estado de Veracruz: Julen Rementería del Puerto, legislador de Acción Nacional, presentó una iniciativa para reformar tanto la Ley Orgánica de la Procuraduría de Justicia como la del Poder Legislativo; posterior a ello, el diputado Fidel Robles Guadarrama, usó la tribuna para hacer un pronunciamiento entorno a las comparecencias de los secretarios de despacho. Los diputados locales comenzaron a dejar el recinto, por lo que la sesión fue suspendida por falta de cuórum, previo acuerdo de la Mesa Directiva del Congreso.

    Al considerar que se le estaba impidiendo el uso de la tribuna cuando ya se disponía a pronunciar su discurso, Rementería del Puerto lanzó a la presidenta de la Mesa, Anilú Ingram Vallines, un recordatorio familiar mediante un ademán, codo flexionado y puño cerrado, una mentada, como se le conoce coloquialmente.

    El gesto y la expresión del ex alcalde de Veracruz provocaría risa si ocurriera en otro contexto, en una cantina o en una reunión de amigos; sin embargo, presentada en ese recinto no sólo revela una falta de respeto, sino el valor que da el diputado a su papel en el poder legislativo local. @luisromero85

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