Luis Alberto Romero
Hora Cero
La nota se incluye en las páginas de El Águila de Veracruz y es firmada por Williams Cortez; se refiere a las estadísticas que ubican a la entidad en el tercer lugar nacional en cuanto a número de casos de violencia contra mujeres.
La información toma como fuente al programa Hombres Renunciando a su Violencia, cuyo representante, Mario Torres Osorio, apunta que padres, hermanos o parejas incurren con frecuencia en abusos y agresiones contra las mujeres, mismas que en muchas ocasiones también enfrentan una situación desigual en los centros laborales.
Los números son suficiente claros para dimensionar el problema: 63 de cada 100 mujeres mayores de 15 años han enfrentado violencia en las relaciones de pareja; mientras que el 47 por ciento ha sido agredida.
No queda ahí: las estimaciones de la agrupación apuntan que 1.2 millones de mujeres casadas han enfrentado agresiones graves, con su vida en riesgo.
Habría que destacar que el hecho de que Veracruz sea la tercera entidad con más casos de violencia contra las mujeres resulta hasta cierto punto lógico, dado que se trata del tercer estado más poblado; el factor importante es la tasa de asesinatos por cuestión de género, homicidios por cada 100 mil habitantes, y en ese rubro, la cima es ocupada por Baja California, Chihuahua, Durango, Guerrero, Morelos, Nayarit, Nuevo León, Sinaloa y Tamaulipas.
Hace un par de años, el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática realizó una encuesta sobre la dinámica de las relaciones en los hogares, ejercicio que reveló que 62 por ciento de las mujeres veracruzanas había sufrido algún tipo de violencia.
A pesar de los avances legales en materia de protección a las mujeres, y de la incorporación a la ley de nuevas modalidades de violencia, como la patrimonial, por ejemplo, el rezago que se registra en esa materia es evidente.
Lamentable, pero si en las zonas urbanas y en los centros de trabajo son elevados los índices de violencia contra las mujeres, en el ámbito rural es todavía peor porque ahí, lo común es la discriminación y las agresiones.
Evidentemente, existe un divorcio entre las disposiciones legales y la realidad cotidiana de las zonas indígenas, donde todavía imperan marginación, analfabetismo y rezago, así como un régimen patriarcal llevado al extremo.
Hace años, un habitante de la sierra de Papantla comentaba, refiriéndose al tema, que “las mujeres de las comunidades ni siquiera saben que tienen derechos”; los usos y costumbres de esos pueblos no reconocen a las mujeres más derechos que al trabajo y al silencio.
Es una situación que debe cambiar, sobre todo, porque si los pobres y los indígenas mexicanos ya son marginados y excluidos, el caso de las mujeres de los grupos étnicos llega al extremo: al interior de las comunidades, ni siquiera se les reconocen derechos; las mujeres de las sierras no votan ni son votadas y, por si fuera poco, no pueden aspirar a trabajos remunerados.
Peor todavía son los niveles de violencia doméstica en esos lugares, donde muchas mujeres viven un verdadero infierno. @luisromero85
Hacer Comentario
Haz login para poder hacer un comentario