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    Sergio Pitol

    Jorge Ricardo / Reforma 16.02.15

     

    XALAPA.- Se tapa la boca con las manos, se dobla sobre su estómago, se ríe sentado en el sillón rojo de su sala.

    «Yo soy Luis Demeneghi, mucho gusto. Yo soy el malo de la película, el envenenador, el advenedizo. Ja, ja, ja».

    Se trata de Luis Demeneghi Colina, primo del escritor Sergio Pitol. Este último llevaba 7 de 11 días hospitalizado cuando se realizó esta entrevista. Es febrero, lunes, son las 20:00 horas en el domicilio ubicado en Residencial del Lago, un exclusivo fraccionamiento en las afueras de Xalapa.

    Dos días después de que, el 2 de febrero, Pitol fuera hospitalizado, Demeneghi denunció que el director del Instituto Veracruzano de Cultura, Rodolfo Mendoza, y la procuradora del DIF estatal, Adelina Trujillo, tenían a su primo casi secuestrado. En respuesta, ellos lo acusaron de querer declararlo incapacitado intelectualmente y que Pitol lo había denunciado por darle un medicamento nocivo para su salud: Quetiapina,

    Demeneghi, de 70 años, empresario cafetalero, hijo de Agustín Demeneghi, quien se hizo cargo de Ángel y Sergio Pitol a la muerte de su padre, su madre y su hermana, se retuerce de nuevo en su sillón, alza las manos, señala su biblioteca, la elegante sala de paredes altas: «¿Tú crees que yo voy a necesitar la herencia de mi primo?».

    Pregunta, se levanta y vuelve con una carpeta negra. Había condicionado la entrevista con no hablar de la disputa legal que aún hoy sigue en curso por la tutela y centrarse en los recuerdos familiares. Pero vuelve con ganas sobre esta historia.

    La carpeta tiene un grosor de unos 10 centímetros. Aparecen ahí postales de viajes junto a Pitol, cartas de Pekín, de Varsovia, más fotos, de navidades, de reuniones familiares, de cuando lo acompañó a recoger el Premio Cervantes 2005 a Madrid, del festejo del 18 de marzo de 2014, cuando el autor de El arte de la fuga cumplió 81 años.

    En casi todas las fotografías, Pitol sonríe relajado.

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    En un documento fechado el 1 de septiembre de 2014, el Doctor Mario López Gómez, especializado en neuropsiquiatría en la UNAM, le informa a Demeneghi sobre la atención brindada a su primo: «Afasia Primaria Progresiva no fluente, que es una demencia degenerativa». La lectura de los síntomas es devastadora: alteraciones del lenguaje, incapacidad de regresar si sale de la casa, ideas delirantes.

    En el relato de Demeneghi y su hija Laura, cuando se les informa sobre el estado del escritor, la familia decide iniciar un juicio de interdicción. El 2 de octubre de 2014, sin embargo, Pitol lo denuncia a él: declara ante el Ministerio Público que, un día antes, el doctor José Luis Martínez Cabañas determinó las contraindicaciones del consumo de Quetiapina, un fármaco para dormir que Demeneghi le ha entregado. El escritor acusa también que Elizabeth Corral, investigadora de la Universidad Veracruzana y amiga suya, le dijo que su primo planeaba un juicio para declararlo incompetente y tomar su tutela, además de que ha cambiado la chapa de su casa para impedir que salga.

    El diagnóstico de Martínez Cabañas que Pitol presentó tiene siete líneas con letras mayúsculas más grandes que las siguientes tres líneas. Estas últimas dicen: «El paciente presenta afasia motora, pero está consciente, y tiene buen juicio, por lo que sabe decidir sobre él y sobre asuntos legales que se le involucren». El 20 de enero pasado, sin embargo, el doctor Martínez Cabañas rechazó ante un notario público que hubiera escrito esas tres últimas líneas, según copia del documento.

    «Se levantaba en las noches y quería salir, por eso cambiamos la chapa», explica Demeneghi. Sostiene que un doctor recetó la Quetiapina. Su hija Laura Demeneghi se pregunta: «¿Cómo declaró todo esto mi tío si desde 2006 ya no puede hablar?»

    A pesar de la demanda en su contra, el 21 de octubre Demeneghi inició el juicio de interdicción para tener la tutela sobre su primo. Le fue negada y, entonces, se amparó. Una jueza nombró tutora provisional a la procuradora de la Defensa del Menor, la Familia y el Indígena, Adelina Trujillo.

    Demeneghi y su hija muestran una hoja del juicio de interdicción. Le pidieron que escribiera su nombre, lugar de nacimiento y el nombre de un amigo. «Sergio Pitol», se alcanza a leer con letra quebradiza. «Puebla, pero fui a Córdoba y México, ahora Xaparta». «mi magu…» .

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    «Las señas y sonrisas forman parte del entendimiento que tenemos con él», dice Adelina Trujillo. «Si le hablamos de una persona y sonríe y hace gestos de gusto es que a esa persona quiere verla. Si le mencionamos a otras personas que le dan miedo y que no quiere ver, pues, hace señas. La palabra es no».

    – ¿Y cuando se le menciona a Luis Demeneghi?

    Trujillo baja la voz, susurra: «No quiere ni verlo. Tiene mucho miedo. No lo quiere ver».

    La funcionaria acababa de visitar a Pitol en el hospital y dice que esta vez no sólo ha pedido escuchar música de ópera sino que han cantado La patita. «La cantó completita conmigo. Le gusta Cri-Cri».

    Trujillo advierte que es una función del Gobierno tutelar provisionalmente a un ciudadano mientras se resuelve el juicio de interdicción, un procedimiento todavía muy largo, afirma.

    El escritor fue dado de alta el jueves 12. Después de dejarlo en su casa, Trujillo salió muy tranquila. «Llegó sonriendo», dijo.

    Alteran parte médico en disputa jurídica

    El neurólogo José Luis Martínez Cabañas hizo constar ante un notario público que su informe médico sobre Sergio Pitol, el cual fue presentado por el Gobierno estatal en la disputa de la tutela, fue alterado.

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