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    Aurelio Contreras
    Claudia Constantino

    Crónicas Urgentes

    Hace poco más de dos meses llegué a la Plaza Lerdo consternada por la noticia de que habían asesinado al fotoperiodista Rubén Espinoza. Los compañeros del gremio periodístico hacían un llamado a través de las redes, en principio a unirse para exigir justicia. Subí la empinada calle de Revolución a grandes zancadas a lado de Sandra Isabel Jiménez Mateos; jadeantes, sudorosas y en silencio, llegamos a la prepa Juárez donde Aurelio Contreras y varios otros reporteros esperaban a Jis y Trino que se presentaban en la Feria del Libro Infantil y Juvenil con la esperanza de que dieran un posicionamiento enérgico ante tal suceso, que llamara la atención de la prensa nacional, e internacional, y lograr que “no nos dejaran solos”.
    En la feria todo transcurría con normalidad: el espectáculo continuaba, los visitantes, ajenos a las vicisitudes de los periodistas veracruzanos, curioseaban en los stands los muchos libros disponibles; los empleados de la feria veían a los periodistas con extraña cautela. “Sí los van a recibir, nada más que terminen”, nos decían. Nadie explicó terminar de qué. Al fin los dos moneros salen de la “sala de prensa” y uno de ellos da una cautelosa y escueta declaración: “Es muy lamentable la violencia que estamos sufriendo en México. Yo mismo hace poco he sido víctima de ella. Esperamos que el asunto se esclarezca.”
    Los días que siguieron trajeron consigo marchas, plantones en la Plaza Regina, altares dedicados a Rubén Espinoza y Nadia Vera. Lenta, inverosímil y cautelosa información sobre el crimen y la división de los periodistas y comunicadores; su inicial unión duró muy poco.
    Se dividieron en: Los amigos y los no amigos de Rubén; los amigos y no amigos de Nadia Vera. Los que seguían pidiendo justicia, y los que ya no. Los que culpaban al gobernador Javier Duarte de Ochoa y los que lo exoneraban. Los que escribían al respecto y los que no. Los que lloraban a los muertos y los que no. Los que recordaban y enumeraban a los anteriores compañeros caídos y los que no. Los que realmente querían conocer la verdad y los que ayudaban a ocultarla. Los que ridiculizaron a las víctimas y también a sus deudos y los que les mostraron respeto y solidaridad. Los de las nuevas generaciones y los de la vieja escuela. Los oficialistas y los críticos. Los que juzgaban quiénes eran periodistas de “a de veras”, y a los que descalificados con y sin razón. Los que miraban con recelo, desconfiaban de casi todos, y los que se juntaban con unos pocos. Los que olvidaron que pertenecían a un gremio, que como muchos otros ha sido dividido, letalmente dividido, eficazmente dividido por el poder, restándolo.
    La tristeza, el enojo y la desesperanza en los rostros de hombres y mujeres de todas las edades dedicados a la labor de informar en Veracruz se hicieron una constante. Luego vino la “resignación” en algunos de que todo siguiera igual, pero ahora con un nuevo elemento: el miedo.
    Al llegar a casa luego de la primera marcha por el centro de Xalapa, a la que se sumaron activistas, y representantes de otras luchas, mis dos hijos adolescentes me dijeron: “Nada vas a poder cambiar. Deja ya el tema y dedícate mejor a tus negocios. El periodismo no lo es, y no queremos acabar en una bolsa negra”. Les respondí convencida que “yo no soy importante, a nadie le afecta lo que pueda yo decir, nada nos va a pasar”, Pero la verdad es que esa noche hablé con mi amigo Aurelio Contreras y le dije: “Estoy muy cansada, no sé qué hacer, he perdido la claridad y la visión. No escribiré más. A nadie le importa lo que tengo para decir”. Y me respondió: “No lo hagas, no te calles, eso es lo que ellos quieren. Lo que dices le importa a tus lectores, a ellos te debes y sabes que los tienes.” Pero desde ese día hasta hoy no volví a escribir.
    El domingo pasado entraron a la casa de este columnista amigo, por segunda vez. Robaron sus computadoras. Ya ha interpuesto la denuncia correspondiente. Varias veces antes le pregunté:” Aurelio ¿No tienes miedo?” No; me respondió apoyado en su penetrante mirada. Aún observo las muchas injusticias que mi gremio comete contra sí mismo, y las que otros cometen en nuestra contra y por eso, aquí está mi aportación a no ceder más silencio: Van las Crónicas Urgentes porque todos somos Aurelio Contreras y muchos otros periodistas valientes. Va por los que “han hecho el favor de leerme”, como mi compañero ha dicho.

    Cualquier comentario para esta columna que aplaude a valientes:
    aerodita_constantino@hotmail.es
    Twitter: @aerodita

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