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    Fernanda Rubí

    Pablo Jair Ortega

    Columna Sin Nombre
    No hay manera para argumentar en contra del desenfado, la desesperación de alguien que ha perdido a ser querido, desaparecido por un comando. El dolor por el ausente es muy profundo: la angustia crece, la tristeza se agudiza, la impotencia crea enojo y rabia. Por eso muchos se identifican con la señora Araceli Salcedo y su reclamo por la desaparición de su hija.

    Y es que causó verdadera ámpula un video que circula en internet donde se aprecia a la señora Araceli encarar directamente al gobernador Javier Duarte de Ochoa por la desaparición de Fernanda Rubí, hace 3 años, el 12 de septiembre de 2012, cuando fue sustraída violentamente de un antro llamado “Bulldog Bar”, en Orizaba, municipio a donde Duarte de Ochoa acudió a grabar los spots correspondientes a su Quinto Informe de Gobierno junto a su esposa y tres hijos. Lo anterior también fue subido a escala nacional por el periódico REFORMA, que llevó en portada de sábado el desencuentro.

    La demanda de Araceli Salcedo es frenéticamente enérgica, encolerizada. Quizás para muchos no eran los modos de acercarse a Duarte de Ochoa, pero también hay que subrayar el alejamiento de los políticos en general de la población: lo de Duarte es sólo el reflejo de un padecimiento común de la soberbia clase política que se olvida de la vocación de servir y mantener comunicación con quienes representa.

    En lo personal creemos que el error del mandatario fue no detenerse a atender a la señora Araceli. Dos ejemplos para sostener lo anterior: la foto donde el gobernador Fernando Gutiérrez Barrios donde enfrenta al cacique Cirilo Vásquez Lagunes en el aeropuerto de Veracruz, cuando éste trató de exhibirlo en público y hacerle reclamos; o el video donde a Felipe Calderón se le filtra un manifestante disfrazado como George Bush quien llega a estrecharle la mano ante las cámaras y el michoacano ni se inmutó.

    De cualquier manera causa extrañeza lo ocurrido, porque si el personal a cargo de la seguridad del gobernante y su familia no previó el escenario de confrontación estamos hablando de que ya ni siquiera el mandatario veracruzano está seguro en su propio territorio.

    Somos testigos, por ejemplo, de la excesiva seguridad de la que dispone el alcalde de Orizaba, Juan Manuel Diez Francos, para eventos tan irrelevantes para la población en general como el cambio de dirigencia municipal del PRI, donde al menos 100 policías vestidos de civil rodeaban el edificio donde se llevaba a cabo el evento.

    ¿En dónde estaban esas dos corporaciones para cuidar no sólo al gobernador de Veracruz, sino a su familia? ¿Por qué se relajó la seguridad? ¿En serio la única salida del lugar eran subir unas escalinatas? ¿No había otra salida de emergencia de fácil acceso y traslado para una situación de riesgo? ¿Quién dejó que un manifestante llegara tan cerca del mandatario? ¿Y si hubiese un arma para atentar contra Duarte o alguien de su familia?

    Pero más allá de un gobernador asesinado o herido, el papel de las autoridades ministeriales en la investigación es el fondo del asunto: ¿por qué nadie ha resuelto la desaparición de Fernanda Rubí? ¿Por qué no se han aportado elementos donde contundentemente se diga que siguen las investigaciones, existen indicios o definitivamente el caso está cerrado?

    Pero no, lo que se activó (mala estrategia) fue una propaganda para difundir que a Fernanda Rubí se la llevaron porque le gustó a un capo del narcotráfico; que su único pecado es que es bonita y por eso era novia del “Lucky”.

    Reacción bastante patética y nefasta que de un tema serio y grave como las desapariciones de personas, se haga una campaña mediática donde lo menos importante es el paradero de Fernanda, pero cuyo tema sí interesa para lucrar ya sea en contra o a favor del Gobierno de Veracruz.

    Y es que decir que Fernanda Rubí era novia de Raúl Lucio Hernández Lechuga (a) “El Lucky” o “Z-16”, jefe de Los Zetas, tiene la misma validez como mencionar que un tal Lagos era el contacto con ese cabecilla de la delincuencia organizada: sin pruebas, no hay nada.

    La lógica también lleva a pensar que si “El Lucky” está detenido desde diciembre del 2011, luego de su captura en Córdoba, ¿para qué habría de raptar a una jovencita casi un año después? Vaya, y si está encarcelado en el penal del Altiplano, ¿por qué la PGR o la Fiscalía no han ido entonces a preguntarle qué sabe del paradero de Fernanda Rubí?

    La Fiscalía puede presumir y hacer campaña de que Luis Ángel Bravo es quizás el paladín de la justicia más efectivo, que las madres de los desaparecidos lo adoran y que además es hermoso (ya lo ven), es tan precioso, primoroso, bello, lindo y grandioso; puede decir que ha resuelto casos de desapariciones, pero también debe explicar el porque de los casos no resueltos y si los involucrados están inmersos en delitos y demostrarlo con pruebas.

    “He tratado de hablar con la Sra Araceli Salcedo para acordar una cita, su tema es de la mayor seriedad como para tratarlo en una banqueta”, fue el tuit del gobernador Duarte este lunes 26 de octubre a las 11.42 am., para justificar, un poco tarde, lo que se aprecia en el video.

    Ahí donde lo que se ve, no se juzga.

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