Sheyla Fuertes Lara
Mujeres que Saben Latín
Los fenómenos meteorológicos casi siempre llegan sin aviso y vienen cargados de consecuencias para la población, en especial para aquellas familias que viven en zonas de riesgo.
Y es que un gran porcentaje ubica sus viviendas cerca de ríos, arroyos o montañas donde los deslizamientos de tierra son comunes. Otros fenómenos con más consecuencias son los terremotos y tsunamis que arrasan con todo lo que encuentran a su paso.
A través de los medios de comunicación y las redes sociales hemos conocido de estos eventos que han dejado daños para cientos de miles de personas a nivel mundial. Cada uno nos deja claro que no contamos con la preparación suficiente para enfrentarlos; no sabemos qué hacer en esos momentos de conflicto. Muchas veces, ni los propios gobiernos saben que, incluso en este tema, tienen que desarrollar políticas públicas con perspectiva de género que contemplen las necesidades de las mujeres.
Por ejemplo, en el 2005 en Nueva Orleans Estados Unidos, enfrentaron los embates del huracán Katrina, donde se registraron muertes y daños incuantificables, y lo más lamentable; las mujeres fueron víctimas de violencia en los albergues que destinaron para las familias que tuvieron la necesidad de abandonar sus viviendas.
En el 2010, Haití vivió un devastador terremoto de 7.0 grados, que dejó miles de personas muertas, daños materiales, personas desplazadas que vivieron en campamentos en condiciones insalubres; la falta de agua, de sistemas de eliminación de residuos, provocó la propagación de enfermedades infecciosas; y nuevamente las mujeres y las niñas registraron violencia sexual por lo inseguro de los espacios.
En estos lugares como en otros donde se han registrado fenómenos naturales de esta magnitud, miles de personas no lograron recuperarse, mucho menos las mujeres que enfrentaron en desigualdad de condiciones, el tener que vivir en esos espacios masificados.
Desafortunadamente, nadie piensa en nosotras, en las niñas, en las personas adultas mayores, discapacitados, embarazadas o en periodo de lactancia, en nuestras necesidades que son muy diferentes a las de los hombres. Un ejemplo simple, el periodo menstrual; pocas personas al momento de hacer el acopio de víveres y material diverso, solicitan o envían este tipo de materiales básicos para las mujeres.
Y aunque es cierto que los tres niveles de gobierno toman precauciones, identifican albergues, y otorgan apoyos, el tema es que no contemplan esas necesidades diferenciadas, como el que los espacios cuenten con ciertas especificaciones, como divisiones para hombres y mujeres, baños exclusivos para ellas que propicien las condiciones sanitarias adecuadas.
En México con el terremoto de 1985, se comprobó que la solidaridad y apoyo de la sociedad en general fue fundamental. Las mujeres estuvieron dispuestas a participar en la organización de brigadas, pero se encontraron con algunos inconvenientes como que el equipo no está diseñado para ellas, que las botas y los impermeables son enormes y poco prácticos.
En los momentos más álgidos de las eventualidades, es importante tomar en cuenta la capacidad de las mujeres para la organización, cualidad que sin duda es fundamental.
Desarrollar una cultura de protección civil no es sencillo, por eso es necesario que se apliquen acciones que contemplen la perspectiva de género para que las mujeres y niñas enfrentemos estos fenómenos en mejores condiciones.
En materia de protección civil las mujeres tenemos el derecho de exigir a las autoridades que establezcan estas políticas y de nuestra parte seguir construyendo ciudadanía, es decir, ampliando nuestra cultura en la materia, sobre lo que tenemos qué hacer y cómo prevenir para que tomar decisiones mejor informadas.
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