Miguel Ángel Gómez Polanco
Vía Crítica
«La tiranía no puede derrotar el poder de las ideas»
-Hellen Keller
Lo mediático nos gusta. Bajémosle dos rayitas a la doble moral que nos distingue en México. De verdad: se vale y está bien.
Partamos de lo siguiente: de acuerdo con el académico y especialista en comunicación política, Germán Espino Sánchez, en su libro “La república del escándalo: política-espectáculo, campaña negativa y escándalo mediático en las presidenciales mexicanas”, desde los últimos años del siglo XX se desarrolla una inmensa corriente histórica en la cual el sistema logra banalizar todas las tendencias críticas de opinión, culturales, sociales, etcétera.
Esto es: las sustituye por una suerte de “institucionalización” de todos las expresiones disidentes del propio sistema, para volverlas algo comercializable, vaciándolas de todo contenido útil y transformándolas en un “show” conveniente, pero no para el pueblo que consume toda esta basura.
En este tenor, es curioso encontrar casos como el de Veracruz, donde la desesperación ha tocado fibras sensibles en la clase política, sobre todo y extrañaente del priismo, quienes irónicamente se han banalizado a sí mismos con sus intentos por llamar la atención.
Y sí, créame: es extraño que provenga de ellos esa percepción de que lo “mediático” afecta; tanto, que están seriamente ocupados en regar como pólvora entre la población la idea, con tal de desacreditar un movimiento opositor legítimo, como la alianza PRD-PAN.
Pero ¿no ha sido y es el PRI academia de lo mediático a lo largo de la historia? ¿No son ellos el parte aguas de lo que explica Espino Sánchez, a través de la cosificación de la voluntad del mexicano, a quien acostumbró a la prebenda y la dádiva para tenerlo de su lado?
Recordemos un poco.
Hace unos años, cuando estuvo a punto de darse la alianza PRD-PAN por primera ocasión, hubo un personaje que, para proteger su privacidad, llamaremos “Héctor Y”. En aquel entonces, el otrora caudillo choleño dijo: “una unión así, es impúdica. Son dos extremos ideológicos opuestos”.
¿Pero qué cree? Tan solo tres años después y sorpresivamente, hallamos a ese mismo personaje manifestando que “si lo invitan” a ser candidato de la misma alianza… pues que ahora sí lo pensaría. Lo anterior, luego del rechazo de su propio partido y la puñalada recibida por su gran amigo, Manlio. O sea: ¡hasta impúdico mediático se volvió, con tal de ser tomado en cuenta!
O qué tal cuando aquel espectáculo del valiente escudero de la prosperidad, Alberto Silva Ramos, cuando en Twitter se daba sus entres con Miguel Ángel Yunes Linares, siendo celebrado por la horda de cuentas autómatas de la misma red social (creadas obvio, exprofeso para ello) a las que se unía gente asidua al lavadero de la polaca. ¿Eso no es mediático?
Es más: ¿acaso me van a negar que las faltas del Partido Verde (satélite y coaligado eterno) contratando a medio Televisa para sus anuncios, no era también un ejercicio mediático y –ahí sí- permisivo para ellos?
Es más, ahí le va una mejor: en plena controversia por la millonaria deuda de 44 mil millones de pesos que tiene la administración estatal, “de pronto” son descubiertos más de dos mil “aviadores” a quienes exhiben, muchos de ellos, sin merecerlo y crucificándolos como viles chivos expiatorios. ¿No es eso un desvío “mediático” para mostrarse tan implacable como en cinco años nunca se logró?
Y no tengo una excelente memoria, pero así me podría seguir con otras, aunque mejor le invito a que sea usted quien las agregue, acordándose de más.
Aquí el asunto que propongo, básicamente es que: no deberíamos nos rasguemos las vestiduras tan feo. Este fenómeno de “mediatización”, incluso, tiene nombre ya y ha sido el autor italiano Giovanni Sartori quien se lo ha dado a la perfección: somos una sociedad teledirigida, con una democracia comprometida por el espectáculo político que tiene como principal objetivo limitar a la atracción, el pan y el circo, una elección racional basada en propuestas. ¿Y sabe qué? Está bien… pero allá usted si se deja, después de saberlo.
A lo anterior le debemos, por ejemplo, el nacimiento de disciplinas científicas como el neuromarketing, cuya finalidad no es otra que entender y explicar cómo funciona con exactitud el cerebro de las y los ciudadanos en su relación con el proceso de toma de decisiones.
Sobre este tema, el rubro político ha encontrado mucho campo para la práctica, precisamente, mediante técnicas de persuasión del voto, nada menos que partiendo de experimentos mediáticos, calculando las reacciones racionales y emocionales en la gente. O sea, pues: el neuromarketing, pero político, se vale de toda relación con el ciudadano para saber cómo piensa ante estímulos particulares y, en pocas palabras, promover una tendencia electoral con el mínimo margen de error. “Votas por mí, porque votas por mí”, es la consigna.
Por ello, estimada y estimado lector, créame: una manera de disfrutar los “shows mediáticos” sin verlos como algo “malo”, es siendo partícipe y no solo espectador.
De ahí el temor de algunas fuerzas políticas al escándalo ajeno, pues es bien sabido que con ello se “activa” el entusiasmo de la ciudadanía, seguido de esa virtud de indagación que por naturaleza poseemos los seres humanos, pero en esta ocasión, aterrizada sobre los temas torales en Veracruz y el país; algo para lo que las tecnologías de la información y las redes sociales, ha resultado fácil pero, en algún momento, incontrolable para efectos político-represores.
SUI GENERIS
Y para dar al traste al “combate de lo mediático” emprendido por el PRI, todavía a la Suprema Corte de Justicia de la Nación se le ocurre emitir un fallo en el que invalida 38 artículos del Código Electoral 577 para el estado de Veracruz, del que destacan el acotamiento de atribuciones del OPLE, así como la invalidación de los artículos que coartaban la libertad de expresión y derechos político-electorales para las y los candidatos independientes.
En este sentido, llama poderosamente la atención la retórica utilizada por el oficialismo para -deliberadamente- colocar fuera de la ley las expresiones propias de una contienda electoral -al más puro estilo goebbeliano contra Hellen Keller- con la intención de coartar lo que ellos llaman parte de un “descarado show mediático”, pero que en realidad es un intento de contravenir un derecho fundamental como la libertad para la expresión de las ideas.
Y claro: con una deuda tan terrible como la contraída con proveedores -cercana a los cuatro mil millones de pesos- cualquier manifestación “mediática” puede considerarse una violación al Código… por aquello de que lo que deben ellos, se los “pague” el contrincante.
Así, es comprensible que había que prever no arriesgarse. Pero les falló.
Afortunadamente y como usted ya debe saberlo, se echaron para abajo artículos como el 70, fracción V; 288, fracción IX; 315 fracción IV y 319, fracción XII, los cuales referían lagunas de interpretación en los criterios sobre lo que se considera ofensa, difamación, calumnia o posible denigración hacia otros candidatos, partidos políticos, personas, instituciones públicas o privadas, y los cuales habrá que replantear (ahora, con mecanismo de Alerta Temprana comprometida). ¿Seguirá llamándose “show mediático” para entonces?
Con todo y lo aanterior, hay que ser sinceros: pecaríamos de puristas si negáramos que a Veracruz le gusta la política. De hecho, todo lo relacionamos con ello, así que por ende: el show mediático está garantizado.
¿Y sabe qué? Está bien.
POST-IT: Si bien el gran defecto del mexicano promedio es su memoria política cortoplacista, algunos datitos que auguran ventaja para la alianza más “mediática”, la del PRD-PAN (con base en el último sexenio priista) son: grave desempleo, con 25 mil plazas perdidas en el último trimestre del año. Además, somos el peor recaudador fiscal: 637 pesos por persona; hay cuatro millones 634 mil personas en condición de pobreza, es decir: 60 por ciento de la población total. 15 periodistas muertos (somos la entidad con mayor incidencia de México); hay una deuda millonaria con empresas farmacéuticas para el abasto de medicamentos (70 por ciento del total adquirido) y, finalmente, nulidad en obra pública y utilización de fideicomisos destinados al rubro, para pagar deuda pública. Y lista sigue…
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