Harmida Rubio Gutiérrez
Mujeres que saben latín
Hace poco fui a Mazatlán a una cuestión académica, y al registrarnos en el hotel, mi compañera de trabajo y yo fuimos abordadas por una promotora que nos dijo: ¿Les interesa un tiempo compartido con la familia, la pareja? – No pusimos cara de interés – y después nos dijo: ¿un tour para grupos de mujeres de más de 28 años? Ahí captó nuestra atención, pero íbamos de prisa y no pudimos detenernos a ver de qué se trataba. Me interesó esa idea, más que para comprarla, para saber cómo esa propuesta estaba tomando en cuenta un mercado que tiene años existiendo, y al que no se le habían brindado ofertas a su medida. Esto me puso a pensar en general en el turismo y la perspectiva de género.
El turismo es como la tecnología para los países y las ciudades; o como el poder. Puede llevarnos al crecimiento y a la equidad, o todo lo contrario, acentuar brechas sociales y económicas, y explotar perversamente los recursos de un territorio. Además, es un reflejo muy poderoso de las desigualdades de género. Es la metáfora de su lugar. Tanto su riqueza, su belleza, su pobreza, su ruindad, su autenticidad o falsedad se reflejan ahí. Los grandes contrastes quedan al descubierto. En el tratamiento que este ente etéreo que es el turismo da a las mujeres, pueden verse las características de una sociedad.
Las mujeres tenemos varios papeles en el turismo: somos turistas o viajeras, prestadoras de servicios o trabajadoras, y somos habitantes. Como turistas o viajeras, aún somos tratadas con estereotipos. No se han comprendido bien a bien nuestras preferencias y necesidades. Casi siempre nos encasillan en alguna rama, como el turismo de compras o el gastronómico, pero el abanico se abre mucho más, tanto como se abren nuestros intereses: cultura, aventura, naturaleza, historia, vida nocturna, patrimonio, ciencia, deporte, conocimiento de la vida local, arte y muchas otras cosas. Además, aún se sigue viendo como algo extraño a las mujeres que viajan solas o en grupo, y hay ciertos riesgos que acompañan a esta percepción.
Como empresarias, prestadoras de servicios y trabajadoras, estamos cada vez más presentes en los territorios turísticos. Pero hay que ver en qué condiciones. Aún no son igualitarias, y no se toman en cuenta las necesidades y los procesos operativos en los que nosotras nos movemos. Existe la explotación y el uso de la mano de obra femenina barata o incluso gratuita en pos del turismo. No hay todavía las oportunidades para que las mujeres puedan vivir digna y autónomamente de esta actividad. Además, todavía se selecciona a las mujeres que tratan con el turista por su apariencia, “que reflejen la belleza local”; por encima de sus capacidades personales. En este sentido el turismo sexual es un aspecto que merece un análisis y una crítica más profunda. Por lo que lo dejaremos para una segunda parte de este tema.
Finalmente, como habitantes de los lugares, creo que es donde existen las mayores desigualdades. ¿Nos sentimos identificadas y tomadas en cuenta con las campañas que promueven nuestra tierra? El turismo que viene ¿nos respeta, nos considera o solamente nos utiliza? Es muy común que en las ciudades con grandes hordas de turistas sean discriminadas las mujeres con pocos ingresos económicos, que están en situación de calle o que trabajan en el comercio informal. Se les ve como algo que hay que esconder, que no debería estar ahí. Se les discrimina por género, por clase, por raza. Por ejemplo ¿Son vistas y tratadas de igual manera las mujeres Oaxaqueñas que venden sus productos en el zócalo, que las parisinas que caminan por los Campos Elíseos? No sólo se trata de la diferencia entre el nivel de desarrollo económico de los países, sino que el contraste es más profundo. Se trata de quien se le ve como dueña de su propia ciudad y de quien, a pesar de serlo, se le niega.
Por otro lado, en México es muy usual que en las campañas turísticas las mujeres representamos un objeto de venta. De México se promociona su naturaleza, sus tradiciones y “sus mujeres”. Se nos ve como atractivos turísticos y no como personas que habitan una ciudad con todo lo que esto conlleva.
Así es que, hablando de turismo, aún falta mucho por hacer. Empezando por la autocrítica y la evaluación de las direcciones que el turismo está tomando en nuestras ciudades y comunidades, para ver de qué manera hacerle frente. Así, el turismo bien enfocado, puede ser una estrategia para detectar problemáticas y resolverlas. Puede ser una de tantas maneras que nos lleve a reflexionar para construir sociedades y lugares más equitativos e incluyentes para todas y todos.
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