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    Pepe Yunes Javier Duarte
    Álvaro Belin Andrade

    Hora Libre

    Antes del candidato, parece decirnos Manlio Fabio Beltrones, no está la propuesta programática de gobierno: antes del candidato está el partido. Sin él, todo esfuerzo político por mantener el poder en la entidad estaba destinado al fracaso, y en Veracruz, el PRI parecía desgajarse, como un barco con la tripulación amotinada en medio de la tormenta.
    La comida de la unidad, celebrada en el territorio del senador José Yunes Zorrilla, único que podía ser factor de reencuentro (un reencuentro, por cierto, ficticio, como el de la pareja que decide no divorciarse para no perjudicar a sus hijos), fue un acto desesperado por evitar un grave cisma que lo pusiera al PRI en la antesala de la oposición.
    Al rancho San Julián, el viernes pasado, el dirigente nacional priista no vino a destapar a nadie para la gubernatura de dos años que se peleará en 2016, vino a tratar de tapar la visible fisura que amenazaba con inundar el barco tricolor.
    Aunque varios aspirantes y seguidores vieron señales a favor, lo cierto es que la mayor preocupación de Manlio Fabio Beltrones no es, por el momento, el hombre, sino el partido. Y parece una preocupación no solo del PRI sino también del presidente Enrique Peña Nieto: había que dar un estate quieto a los principales actores de este sainete (Javier Duarte de Ochoa, Héctor Yunes Landa y José Francisco Yunes Zorrilla) para tratar de evitar no solo la derrota en Veracruz el próximo año sino, como posible consecuencia, la caída en las elecciones presidenciales en 2018.
    Y el cónclave fue, ya lo decía, en territorio de José Yunes Zorrilla. Que eso pueda ser señal para que todos consideren al senador oriundo de Perote como el tocado por Judas, es cosa menor. Lo importante para Beltrones era elegir el sitio y el anfitrión que lograra el milagro, y lo encontró en el caso del senador, justo en la víspera de su informe de actividades legislativas, ofrecido este domingo en Boca del Río.
    En realidad, muy difícilmente podría darse en otras condiciones y con otros convocantes. Ya Javier Duarte de Ochoa había tratado de convertir actos públicos (como la famosa comida de la unidad priista previa a su quinto informe) en oportunidades para atraer de nuevo al seno de la clase gobernante a los senadores Héctor y Pepe; sin embargo, sus inopinados ataques contra los senadores y la imposición de Alberto Silva Ramos en el PRI, habrían impedido la aceptación de la invitación por parte de quienes encabezan movimientos de opinión fuera de la égida del gobernante.
    Tampoco Héctor Yunes Landa habría tenido éxito en atraer a todos los factores del conflicto. Baste recordar que, tras el ridículo en que lo puso Javier Duarte durante la toma de protesta del dirigente estatal del PRI (el famoso Cañagate), el senador se rasgó las vestiduras y emprendió una serie de ataques frontales contra Duarte, en una campaña persistente y belicosa. Su carácter oportunista, por cierto, habría de manifestarse el mismo viernes en el rumbo de Perote, al fustigar a sus seguidores (políticos y periodistas) para magnificar una felicitación hecha por Manlio Fabio Beltrones por algún hecho no mencionado, y considerarlo como el mensaje de que él será el candidato.
    Pese a su posición como dirigente estatal del PRI, Alberto Silva Ramos no hubiera sido el indicado para convocar a una reunión de la unidad, y tuvo que acudir en calidad de invitado.
    Que muchos se hubieran sentido incómodos es un hecho. Sin embargo, habrá que concluir que, pese al sitio en que se desarrolló, la convocatoria fue directa de Manlio Fabio Beltrones. Fue él quien llamó a los personajes que debían acudir, a los diputados federales, a los diputados locales, los senadores mismos, los dirigentes de los sectores priistas, el dirigente estatal del PRI, al alcalde xalapeño, a los aspirantes a la candidatura.
    Y todos, en la foto, estaban sonrientes, felices, complacidos, aunque de vuelta a casa continuaran los enfados.

    Las ganancias y las pérdidas

    Dos días después, en su tercer informe de actividades legislativas, Pepe Yunes habría puesto punto final a la confrontación con el gobernador veracruzano, al señalar que pese a las diferencias, el mandatario es un factor de unidad.
    Aunque esa cortesía política, que alcanzó al final de su mensaje político al presidente de su partido en la entidad pero no a personajes presente como el diputado fidelista Érick Lagos, no le impidió marcar la grave estela de corrupción e “impunidad rampante” que ofende y lastima a los ciudadanos, mientras la pobreza ha crecido en Veracruz y el país.
    Desde este domingo, muchos observadores se preguntan cuáles han sido las ganancias para Pepe Yunes del reencuentro ocurrido bajo sus auspicios y cuáles serán sus pérdidas con el retorno a la diplomacia con el gobernador Javier Duarte de Ochoa.
    Para muchos ciudadanos, Duarte representa la encarnación de Fidel Herrera y, por tanto, el alargamiento de un periodo político negativo para el desarrollo de la entidad y sus habitantes; por eso han visto en el discurso crítico del senador peroteño la oportunidad de acabar con la corrupción y de enmendar el camino.
    ¿Variará el contenido del discurso de uno de los más fuertes aspirantes a convertirse en enero próximo en candidato a la minigubernatura? ¿El cambio significará un escrupuloso respeto a la figura de Javier Duarte de Ochoa, a costa de la simpatía de miles que veían en su discurso crítico una promesa de cambio real para todos?
    ¿Lo mismo sucederá con el senador Héctor Yunes Landa, tras el saludo de San Julián a quien había sido el principal destinatario de sus dardos políticos?

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