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    LUIS AGUILAR

    Gustavo Avila Maldonado

    Ruizcortinadas

    Hace un par de días, mientras veía una película, de pronto me vino a la mente la de veces que en mis tiempos mozos llegué a imaginar lo que se sentiría compartir algún momento con cualquiera de los afamados artistas de la época, ¡y la de veces que mucha, muchísima gente imagina algo similar! Somos entes soñadores, nos agrada soñar y más aun imaginar que los sueños se cumplen; igual que tantos otros, yo creo que es posible y lo he comprobado.
    Como aquél joven sonorense, estudiante del Colegio militar, luego ingeniero y más tarde pescador de tiburones, quien solía asistir a las salas de cine para ver, una y otra vez, a sus ídolos Pedro Infante y Jorge Negrete actuar en la pantalla grande, ahora sí, seguro sin imaginar siquiera que él se vería más adelante, compartiendo créditos con estos dos grandes.
    Por supuesto que me refiero a otro que se volvería un ícono de charro cantor mexicano, un carismático del cine nacional, un mítico personaje que llevaría a evocar más de un suspiro en las jovencitas que veían sus películas y lo escuchaban cantar, “El gallo giro” que alborotó el gallinero de una época dorada en donde muchos solían brillar, pero muy pocos solían destacar, el gran Luis Aguilar.
    Nació en Hermosillo el 29 de enero de 1918. Su infancia trascendió sin penas, pero con menos gloria hasta el momento en el que decidió lanzarse a la aventura en la ciudad de México, en la década de 1940. Gustoso de la diversión, el trago y la buena vida, fueron las circunstancias que quizá le dieron su empujoncito durante alguna de las reuniones bohemias que se suscitaban por aquellos tiempos en los espacios del Hotel Regis, que fue considerado por muchos “el corazón de México”, en donde era conocido que se daban cita las figuras de renombre de todos los ámbitos de la sociedad mexicana, políticos, artistas, cantantes, estrellas del siglo de talla nacional e internacional que se juntaban para hablar de todo y de nada, tan sólo para pasar un rato agradable.
    Fue entonces, en una de esas tardes de bohemia en donde Luis Aguilar recibe la propuesta de Raúl de Anda para irrumpir en la escena musical y, por supuesto, en el cine de nuestro país. Así fue como después de un rato de insistencia “El gallo giro” se aventó al ruedo con la primera de sus películas, “Sota, caballo y rey”, misma que le traería contratos para realizar más personajes y sumar un total de ciento setenta, durante sus 55 años de carrera artística en donde le fue reconocida su labor histriónica con dos premios Ariel, casi al final de su existencia (1997). El Hotel Regis se cayó y con él se cayeron todas aquellas historias que ahí se forjaron.
    Su apodo le viene precisamente de uno de tantos filmes en los que participaría “El gallo giro”, mote que además adquirió por su singular peinado en el que resaltaría un mechón de su pelo levantado detrás de la cabeza. De carácter relajado, alegre y simpático, se le llegó a relacionar con muchas mujeres, sin embargo sólo se tiene cuenta de su primera esposa Ana María Almada (1947), de quien se divorciaría años más tarde (1954), para luego contraer nupcias nuevamente con la actriz Rosario Gálvez con quien compartiría su vida hasta sus últimos días.
    Su perfil del típico charro mexicano de aquellos ayeres, donde se le veía entusiasta, galán, parrandero, mujeriego y jugador, no se llevaron tanto a la realidad como su imagen de borracho, por la cual tuvo problemas serios y se vio obligado a dejar la bebida. No obstante, su fama nunca decayó e incluso, llegó a tener su lugar bien puesto al lado de sus admirados artistas, luego compañeros y amigos. Recordemos su participación en la cinta “A toda Máquina” y su secuela “Qué te ha dado esa mujer” (1951), junto a Pedro Infante, o “Tal para cual” (1952) con Jorge Negrete, tan sólo por citar algunas. Sin lugar a dudas, un trío magnífico que nos legó una filmografía para recordar el esplendor de una época que no volverá.
    En una ocasión Luis viajaba en su auto rumbo a los Estudios Churubusco y en un alto en la Avenida Insurgentes se le acercaron un par de jóvenes con la intención de asaltarlo, cuando el actor estaba a punto de entregar su cartera, los maleantes lo reconocieron y le dijeron: » Váyase, Usted es nuestro ídolo, y no lo podemos robar».

    “Me dicen enamorado, pero de eso nada tengo; todas me dicen El Negro, un negro pero con suerte porque si me salta un gallo no me le rajo a la muerte.”

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