Pablo Jair Ortega
Columna sin Nombre
Aunque sólo serán dos años para gobernar, el agarrón que viene estará verdaderamente de peso.
Y es que mientras los niños fieles ya jugaron y se divirtieron a lo grande, ahora le toca a los grandes jugar: la vieja guardia de la política tendrá un encontronazo de trenes, volviendo la política al redil que nunca debió haberse salido.
La experiencia, la habilidad política se prevé que se vea ahora en las campañas por venir, desplazando la manera poco fina de soltar dinero a lo bruto y en millonarias cantidades para comprar, corromper y conseguir con lana todo lo que se pudiera para un proyecto que finalmente se desmoronó.
En ese sentido, no dude que el problema financiero de Veracruz está precisamente en todo ese dinero que quién sabe a dónde fue a parar.
Lo que sí es seguro es que hay dos cosas imposibles de ocultar: lo rico y lo ya-sabe-qué; por eso están a la vista los nuevos veracruzanos millonarios de los recientes años; los insólitos y prósperos empresarios inmobiliarios (en contraste con los arruinados y casi quebrados constructores veracruzanos) que de la nada ya tienen edificios de lujo, entre otras lindezas que compra el dinero ajeno y público.
Vaya, se metieron hasta una restiradita los niños coquetos y vanidosos.
Llega la vieja guardia, la que muchos extrañaban; la de los códigos, la de valores entendidos, la que –muchos dicen– nunca debió irse.
Sí, también son políticos: ya sabe qué fama tienen bien ganada, pero se entiende que lo último que quisieran hacer es repetir los errores de la chaviza que tuvo su debut y despedida a la gaver.
Los niños fieles ya se divirtieron (en exceso)… Ahora le toca jugar a los grandes.
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