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    Pepe Calzada Rovirosa

    Elena Córdova
    Luna Nueva

    Por experiencia propia, he aprendido que las mujeres rurales, las mujeres del campo muchas veces solo necesitan que les enseñen algo, incluso, una sola vez –no exagero– para ponerlo inmediatamente en práctica, más cuando se trata de un asunto importante que tenga que ver con la posibilidad de llevar y proveer el diario sustento familiar en casa. En pocas palabras, las mujeres rurales dimensionan el aprendizaje como algo fundamental, vital para su supervivencia familiar en el área rural ante la carencia de más y mejores oportunidades de vida.
    También he aprendido que hay diferentes tipos de capacitación. La capacitación para el trabajo que es de carácter escolarizado y se refiere a la enseñanza y el aprendizaje de los conocimientos y destrezas que requiere una persona para incorporarse al sistema productivo en una tarea específica. Podríamos decir que aplica a una enseñanza más técnica propiamente. En ese sentido, también existe lo que llamamos capacitación en el trabajo, el cual se imparte regularmente en los mismos centros o lugares de trabajo y persigue el propósito concreto de desarrollar la cultura, formas y destrezas de los trabajadores para incrementar su desempeño en un área de labores más específica.
    Lo anterior creo que es lo más cercano a lo que hace en este momento la Secretaría de Agricultura Ganadería Desarrollo Rural Pesca y Alimentos (Sagarpa) por medio de la estrategia “El Campo en Nuestras Manos”, acción institucional que impulsa el acceso al financiamiento y capacitación de las mujeres rurales con el objetivo de fortalecer sus capacidades productivas en todos los rubros del sector primario. En el entendido que esto contribuye, además a combatir la inequidad hacia las mujeres y brindar mejores oportunidades de desarrollo tanto para las productoras como para sus familias, a generar un mayor arraigo de los habitantes del campo. Caso especial de las mujeres, pues ellas son a final de cuentas las que se quedan en su lugar de origen a cuidar su patrimonio, así como a la familia ante la ausencia temporal, y en el peor de los casos, definitiva del varón que emigró en busca de mejores oportunidades de vida y ya no regresa.
    Recientemente, tuve la grandiosa oportunidad de asistir y participar en el “Taller de Capacitación Perspectivas de Género”, promovido y auspiciado por la Sagarpa, cuyo titular Pepe Calzada Rovirosa, en la inauguración del mismo, afirmó que es importante salir de las oficinas para atender y servir mejor a nuestra gente, que es auténtica, honesta y generadora de cambios, que representan la mexicanidad y nuestro origen. Señaló que actualmente el Gobierno de la República, que encabeza el Presidente Enrique Peña Nieto, tiene una iniciativa que promueve acciones para las mujeres del campo que quieren salir adelante con un apoyo económico o asistencia técnica para su impulso en la productividad del sector. Este importante taller de capacitación tendrá un impacto muy positivo al sector femenino, pues se pretende beneficiar a más de 81 mil familias del sector rural en México. Un dato ilustra la dimensión de esta propuesta: actualmente, de los 11 millones de mujeres que realizan actividades en el campo, sólo 10 por ciento tienen acceso al crédito, por ello, se trabaja en conjunto con otras instancias para fomentar su inclusión al financiamiento. Estas acciones están más allá de una buena intención, pues de cumplirse las metas propuestas, seguramente también beneficiaría a las mujeres veracruzanas en un corto plazo. Pues como lo cité al principio, la capacitación –y el financiamiento– son componentes esenciales de cualquier estrategia gubernamental para mejorar la productividad agrícola y sacar a los hogares de la pobreza, que tanta falta hace no sólo en el país, sino en Veracruz hoy en día. Imaginen por un momento poder sacar a las mujeres de una actividad informal o mal pagada a que logren ser unas microempresarias… ¡Un mundo de diferencia! ¿no lo creen?

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