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    Cecilia Muñoz

    Polisemia

     

     

    La señora de la casa está agobiadísima. Apuradamente se levanta a preparar el desayuno, lo sirve y llama a su marido e hijos. ¡Todos parecen tan tranquilos! Mientras, ella empieza a sentir los primeros síntomas de un estrés que hacía años desconocía. Se viste y para su horror, ya ha llegado la hora de ir a dejar a los hijos a la escuela, aunque ella ni se ha maquillado ni desayunado. Pero va, qué se le va hacer; qué culpa tienen los niños.

    Por la tarde, cuando llega del trabajo, se siente desfallecer: aún tiene que preparar la comida. Y resulta que además, el baño tiene un par de semanas sin convivir con productos de limpieza, por lo que empieza a lucir como el sanitario de una prisión.

    La señora de casa está agobiadísima porque hace un mes que la muchachita que la ayudaba se fue. A esta muchachita tan servicial que la ayudaba desinteresadamente –tan sólo pidiendo una mínima recompensa económica a cambio-, le entró la locura: quiso un aumento de sueldo…

    “Ay, corazón, ¿cómo que un aumento de sueldo? ¿A poco lo que te pagamos te parece poco? Porque ya antes de ti tuve otras muchachas y mira que éstas no se quejaban, sino que me agradecían que les pagaba más que en otros lados… Sí, ya sé que la situación no está como antes, pero entiende: a nosotros también nos pega… ¿cómo que tu niño? ¡Si tu mamá lo cuida! ¿Cómo que tu mamá se murió? ¿¡Ya va a la primaria!?”.

    Cariñosamente, la señora trató de razonar con la muchachita que la ayudaba, pero ésta no daba su brazo a torcer. Todavía se atrevió a contradecirla: le dijo que en otros lugares ofrecían un sueldo más alto, ¡y hasta la metían al Seguro! Dijo que si no le permitían un aumento, al menos podían dejarla salir más temprano, que su niño pasaba mucho tiempo solo… ¿pero entonces, quién iba a preparar la cena, a dejar todo listo, planchado, limpio, seco, tendido, para el día siguiente?

    Así fue como la muchachita que ayudaba se fue. La señora le tenía un leve resentimiento que con el tiempo se fue transformando en piedad… ¡Ay, ya no se acordaba de lo pesado que era hacer las labores del hogar! Un día, sintiendo un extraño arrebato de lucidez, se dirigió a su marido y sin pensarlo mucho, le planteó que necesitaba ayuda:

    -Te voy a buscar otra muchacha, cielo. No te preocupes, pongo un anuncio mañana en el periódico, y ya está, en dos días vas a tener una fila de ayudantes.

    Y aunque la señora por “ayuda” se refería a él y a sus hijos, no dijo nada más.

     

    polisemia@outlook.es

    @Polisemia_CM

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