Naldy Rodríguez
Transparencia 3.0
“Entre mi hermano, yo, tres primos y tres amigos, formamos un grupo que secuestraba… se nos ocurrió porque teníamos muchos problemas económicos ya que mi papá y mi tío estaban en la cárcel por secuestro”, confesó Alberto de 19 años. Lleva tres años en un centro de readaptación en el Estado de Veracruz y le faltan otros tres años para salir.
Tenía 16 cuando fue detenido y vivió en carne propia algunas de las vejaciones que él mismo había cometido contra sus víctimas. “Me torturaron, me dieron de golpes, me asfixiaron, me pusieron bolsas con agua, me dieron chicharrazos y tablazos”, aseguró.
En el informe especial “Adolescentes: vulnerabilidad y violencia” elaborado por integrantes de la CNDH y el Ciesas quedaron plasmadas sus palabras y la de otros 41 menores infractores entrevistados de Veracruz, 14 de ellos detenidos por homicidio, 8 por secuestro, 4 por robo con violencia, 4 violación, 4 pederastia, 3 lesiones, 2 por delincuencia organizada, 1 femenicidio y 1 extorsión. De la población encuestada solo había una mujer juzgada por secuestro.
El común, además de delinquir, es que actuaron con violencia, que vivieron dolor y en condiciones de vulnerabilidad.
En una amplía investigación que inició desde 2014 y culminó en 2016, se estudió el entorno familiar, la condición económica, y laboral de un grupo de adolescentes – de 14 a 17 años de edad- que cometieron delitos graves. También indagaron sobre sus sentimientos y sus sueños.
La mitad de ellos vivía en condiciones de pobreza y un gran porcentaje presenta un bajo nivel educativo, sufría adicciones al alcohol y diversas drogas, además de maltrato físico.
Es de destacar que el 50 por ciento ya no vivía con sus padres antes de la detención y que el 23 por ciento tienen hijos o hijas; el 57 por ciento aseguró que fue víctima de la policía, 35 por ciento pertenecía a un grupo delincuencial y otro 35 por ciento había sido detenido en una o en varias ocasiones.
Y aunque vivieron y ejercieron la violencia, los adolescentes entrevistados (el 88 por ciento) desean salir de la cárcel para trabajar, estudiar y estar con su familia.
El 74 por ciento de los encuestados lo que más extraña es a su familia, 39 por ciento se siente solo y 42 se siente triste.
Las entrevistas fueron aplicadas a adolescentes de 13 entidades, entre ellas Veracruz. El total de la población de menores de edad internos en estos centros era de mil 905 de las que 122 (6%) son mujeres y 1,783 (94%) son hombres.
“De este modo, los 452 adolescentes que entrevistamos en estas 13 entidades, representan al 24% de la población total de internos en dichos centros”, señala el reporte especial.
El mismo documento hace referencia a un reporte que rindió el Procurador General de Estados Unidos en el que se señala que “la gran mayoría de los niños involucrados en el sistema de justicia han sobrevivido expuestos a la violencia y viven con el trauma de dicha experiencia”.
Afirma que la exposición a la violencia puede conducir a la desconfianza, la hipervigilancia, el comportamiento impulsivo, el aislamiento, las adicciones, la falta de empatía o la dificultad para poderse preocupar por los otros y la agresión como una manera de auto protegerse.
En México, como se comprobó en la investigación de la CNDH y el CIESAS, se vive una situación similar. Los niños y adolescentes primero fueron víctimas, en muchos casos vivieron maltrato y discriminación, en otros provienen de familias desintegradas o ni siquiera tuvieron oportunidades escolares y sociales, y después se convirtieron en los víctimarios de una sociedad que no quiere ver sus errores.
El padre de Carlos lo maltrató y humilló. Cuando pudo –a los 13 años- se salió de su casa y vagó de un lugar a otro por sus “actividades”. Es veracruzano, pero esta interno en Puebla. Desde ahí confiesa que “vivía con los integrantes de la organización para la que trabajaba” y con los que cometió diversas fechorías. Ellos también lo capacitaron en el uso de armas, tácticas militares, ascenso y descenso de vehículos y le hacían creer que lo trataban como “familia”.
Carlos consumía a diario todo tipo de drogas: mariguana, cocaína, crack, cristal y pastillas. Está acusado de secuestro, portación de arma prohibida y delincuencia organizada.
“En números redondos, México cuenta con 11 millones de adolescentes de 14 a 17 años, que representan cerca del 10% de la población total del país”. Y son nuestra responsabilidad, no los abandonemos.
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“… da la palabra al dolor, porque el dolor que no habla, gime en el corazón hasta que se rompe”.
William Shakespeare
Twitter: @ydlan
Transparencia3.0@hotmail.com
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