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    Elena Córdova Molina

    Luna Nueva

     

    LA SOLIDARIDAD

    ¡Pensé que quedaría aquí enterrada! Le conté a un amigo mío que me preguntó cómo estaba, minutos después del sismo del 19 de septiembre.

    Recuerdo fielmente que en el sexto piso, dentro del edificio de la Sagarpa, todos los que ahí laboramos al unísono rezábamos conforme a nuestras creencias religiosas -mientras sentíamos y veíamos la sacudida del edificio y los cristales- durante y minutos después mientras que presurosos, pero en orden, desalojábamos el inmueble.

    No teníamos y no había nada más que hacer en los eternos segundos que duró en esta ocasión el súbito temblor, más que encomendarnos al creador.

    La gran ironía es que minutos ante habíamos realizado nuestro simulacro de aniversario recordando el sismo del 85. Al igual que yo, miles, millones de personas tuvimos diferentes tipos de pensamientos ante este impredecible y mortal fenómeno de la naturaleza. Pensamientos que van desde creer morir lejos de nuestro lugar de origen, cuánto sufrirá nuestra familia; no volverlos a ver nunca más o peor, quedar vivos y conscientes mientras toneladas de concreto nos aplastan hasta el momento de morir.

    Segundos después del desastre, las redes sociales harían y hacen hasta hoy, lo suyo. Historias increíblemente ciertas, mentiras verdaderas, cosas que nunca sucedieron y las que sí sucedieron nadie se dio cuenta de ello…todo eso y más es posible en las plataformas digitales. Apenas unas cuantas horas, ahora ya días después de este terrible acontecimiento es imposible no conmoverse ante la solidaridad de los mexicanos que unidos: mano a mano, hombro a hombro, apoyan, luchan, sufren en carne propia la desgracia ajena. Las lágrimas se asoman cada vez que vemos una escena donde todos con picos, palas, con cubetas, sacan el escombro de lo que antes fue una casa, un edificio. El alma se nos vuelve frágil como si se fuera a romper, el corazón late fuerte como si se fuera a salir y el cuerpo se afloja todo. Sí. Sufrimos ante la devastación, pero al mismo tiempo la esperanza y la dignidad de ser unos ciudadanos mexicanos, nos alienta a dar ánimos, apoyar con alimentos, agua, ropa, lo que sea que sirva.

    LA DESCONFIANZA

    Casi todos queremos ayudar, dar, entregar… sentimos la necesidad de aportar nuestro pequeño granito de arena a quienes se quedaron sin nada, sin dónde dormir y vivir principalmente, ahora que se quedaron sin techo, sin su patrimonio. Es por eso por lo que no entendemos la naturaleza humana, al ver cómo gente sin corazón aprovecha el desastre para saquear las cosas que tanto trabajo costó conseguir a los afectados. No entendemos cómo puede existir gente que se aprovecha y pide a nombre de los damnificados. O peor aún, comercia con las donaciones, las despensas, la ropa, los artículos que se envían y se recolectan en nombre de la gente que perdió todo.

    Duele, en verdad duele ver en redes, en medios se pida a cada producto, a cada alimento, se le ponga con plumón indeleble la leyenda de “Donación, gratis, no es para su venta…” con frases de ánimo, de fe y de esperanza al tiempo que se sugiere tapar el código de barras, pero no la fecha de caducidad en las latas y en los frascos que regalamos. Después de ver tanto desastre lo que más duele es la desconfianza a la gente de nuestro propio país.

    No es justo. No se vale.

    LA INDIFERENCIA

    No son pocos los que increíblemente no se conmueven ante terrible episodio que aún no termina. Es difícil de creer que muchas autoridades locales, estatales y un poco menos las federales reaccionen si no tarde, sí lentamente ante el sufrimiento de la gente. Siempre nos puede el que otros países tiendan la mano de inmediato a nuestro país y sean nuestras autoridades quienes a golpe de mensajes en redes sociales se activen y pongan atención en tal o cual situación o lugar, donde la gente clama por ayuda o pidiendo. Indigna que se vean estas desgracias como un botín político. No es nada grato ver cómo los dirigentes y políticos de los distintos partidos políticos compiten entre sí para ver quién dará más de sus prerrogativas y el porqué no puede apoyar más con el dinero público que será destinado a las elecciones del año venidero 2018; o peor aún, hacen propuestas lejos de la realidad con el fin de llamar la atención. Indigna ver cómo muchos funcionarios de segundo y tercer nivel empiezan a escatimar o seleccionar los apoyos conforme a sus propios intereses que nada tienen que ver con el dolor humano sino con la ganancia electoral a futuro. Esto es ser ajeno, indiferente ante las verdaderas necesidades que tiene ahorita el pueblo. Esta indiferencia traducida en negligencia es lo que causa tantas confusiones y repartición sin ton ni son de culpas. Tristes casos vemos de errores humanos que están causando más indignación en la mente de los ciudadanos al grado que muchos piensan condicionar o no votar en las elecciones próximas.

    Casos somo el de la niña Frida serán recordados como una muestra más de la falta de responsabilidad, de la indiferencia ante el dolor humano. No puede haber peor pecado. Son absurdos sismos políticos que no tiene sentido ni benefician a nadie, ni a los propios políticos que los generan e incuban. Tenemos mucho que hacer aún… el sábado vuelve a temblar, y con seguridad seguirá temblando. Debemos dejar a un lado lo superficial y estar preparados para lo que viene. ¡Simplemente ya basta!

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