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    Elena Córdova Molina
    Luna Nueva

     
    México, es a pesar de todo, un lugar de traiciones, un lugar común. Recién acabamos de pasar las festividades de Todos Santos y en unas semanas comienza lo que a la gente le dio por llamar el maratón Guadalupe-Reyes, que no es otra cosa que el arranque de una serie de festejos que comprenden la celebración de la Virgen de Guadalupe hasta la venida de los reyes magos, el seis de enero, pasando por las posadas, navidad año nuevo.
    La festividad de los Fieles Difuntos, cuyo origen es derivado de una mezcla de culturas, a saber, las culturas mesoamericanas de los mayas, zapotecas, mexicas, entre otras, que tenían un culto a los ancestros que involucraba el uso de ofrendas a los difuntos, con la llegada de los misioneros se apoyaron en estas celebraciones como tierra fértil para la enseñanza de la doctrina cristiana. Al ver que los indígenas honraban a sus difuntos, los frailes aprovecharon para introducir la fiesta de los Fieles Difuntos en fechas similares a las de las celebraciones indígenas. De esta forma, hasta el día presente, se recuerda a las personas que ya no están con nosotros y celebramos su ausencia. Los hacemos presentes de nuevo mediante el recuerdo vivo por medio del inmenso cariño que les profesamos. Ante su foto, colocada en un altar, recordamos todos los detalles y anécdotas que en vida distinguieron a nuestro fiel difunto.
    Destaca que, la mayoría de quienes aún preservamos ciertas tradiciones mexicanas, como estás, somos gente de la provincia y en su colectividad con cierta edad, pues la modernidad ha llevado las jóvenes a medio practicar nuestra cultura por influencia de sus padres y no por convicción. No cabe duda de que las nuevas tendencias, cultura, modas, la tecnología digital han hecho su parte y ha vuelto a los jóvenes un poco insensibles e indiferentes a estas estos sagrados cultos. Me atrevo a pensar que mucho de ello, en un sentido de veneración y respeto, se ha trasladado de manera dañina hacia la familia, en especial a los adultos mayores. Pues cada vez hay muchas familias mexicanas, más de la nueva generación y un poco las tradicionales, que abandonan a sus ancianos, a los de la tercera edad. Una prueba irrefutable de mi dicho, por ejemplo, la reforma a la Ley de las Personas Adultas Mayores, la Ley para la Integración al Desarrollo de las Personas con Discapacidad y el Código Penal para la CDMX. En dicha normatividad se castigará hasta con tres años de cárcel a quienes, teniendo la obligación de cuidarlos, abandonen adultos mayores o personas con discapacidad en la Ciudad de México, en específico se tipifica el abandono como todo acto de aislamiento o hacinamiento sistemático, permanente, consciente y deliberado hacia las personas adultas mayores, entendidos como una exclusión o como actos discriminatorios o de menosprecio hacia su persona.
    El tema viene a mi mente, pues en estos días tuve la invaluable oportunidad de visitar mi terruño, mi casa, la localidad de Mesa de veinticuatro, perteneciente al municipio de Alto Lucero y convivir con mis familiares y rendir culto a mis fieles difuntos, a mi Madre y Padre, así como a un amigo entrañable. Coincidentemente, en esta fecha celebramos el cumpleaños de mi abuelo Carlos Molina y fue un gran festejo. Ahí, en ese momento, mirando a cada uno de mis parientes, pude sentirme orgullosa de mis raíces y la educación que me fue dada para con mis mayores. Me queda claro que, gracias a ellos, la raíz familiar, es decir a mis abuelos, existimos en este mundo, sé bien que soy producto de muchas cosas que tuvieron que pasar años atrás. Orgullosamente, hoy en día, soy heredera de sus esfuerzos, su trabajo, de su dedicación y honestidad. Del respeto a sus semejantes y del sentimiento de beneficio colectivo. Mi comunidad es una extensión de mi casa, pues casi todos nos conocemos y respetamos. Aquí el simple saludo tiene un gran significado. Las reuniones, sean familiares y de algún otro asunto, son como un gran equipo. Nos dan un sentido de pertenencia. Entre familia, sabemos que podemos contar desde una palabra de aliento hasta la ayuda en especie o económica. Entre familia, somos alguien, sabemos quiénes somos y en lo que nos convertimos después de salir de casa, de abandonar la tierra que nos vio nacer. Les confieso, soy muy feliz cada vez que vuelvo a la tierra de donde salí para prepararme, superarme y cumplir mis sueños. Nada se compara con llegar y ver que ahí sigue el mismo camino, las mismas piedras, los mismos árboles, los amigos, mi familia…

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