Angélica Cristiani
La Xalapita
Con la llegada de la juventud y la era tecnológica, descubrí que nada es eterno, como dijera Mercedes Sosa: “cambia, todo cambia”, la música la comencé a escuchar en MP3 y mi aspecto físico de adolescente se convirtió en motivo de deseo para el género masculino, situación que disfruté hasta que fui deseada por indeseables, fue así como decidí enfrentar el miedo al acoso engrandeciendo mi feminidad. Desde entonces leo mucho, presto atención a las enseñanzas de la gente consciente y culta, trato de aportar lo mejor de mi a los demás, escucho a los viejos, sueño con los jóvenes, río con los niños y me esfuerzo por ser congruente, mi integridad no es por virtud, es por defensa de mi propia libertad.
Libertad es decidir con responsabilidad, en México a las mujeres en el ámbito público generalmente se les impide decidir y responsabilizarse. Pero la libertad, es adictiva, una vez que la conoces, siempre quieres más. Otra de sus características es que es un derecho y nos corresponde por el simple hecho de ser humanos, la pregunta es: ¿en la praxis, quién da y quita esos derechos?
Hace poco escuché la plática TED Talk de Santij “Bunker” Roy, educador hindú fundador de la Universidad de los Descalzos, un modelo único y revolucionario que aprovecha solidariamente las habilidades y los oficios de la gente más pobre, narra como durante la creación del proyecto descubrió que era más efectivo trabajar con mujeres que con hombres, por la habilidad natural que tenemos en las áreas de organización, desarrollo y comunicación.
Jordan B. Peterson, psicólogo canadiense y profesor de la Universidad de Toronto, explica que el sistema nervioso de las mujeres está adaptado a la relación entre madre e hijo durante los primeros meses de desarrollo, provocando que en promedio, las mujeres tengamos mayor facilidad para generar comunidades basadas en la empatía. Una de las características de los países más avanzados es que incluyen a mujeres en la operación política, siendo un caso notorio el de Angela Merkel, canciller alemana y considerada por la revista Forbes, la mujer más poderosa del mundo.
Las cifras en México hablan de que son muy pocas las mujeres que ocupan espacios de participación política, en teoría, los partidos políticos son la principal plataforma para que las mujeres ocupen puestos de decisión, sin embargo de los nueve partidos políticos registrados a nivel nacional, sólo tres contemplan la paridad en sus estatutos y sólo dos cuentan con unidades de género con facultad para participar en la selección de candidaturas.
De esos dos, el más estructurado es el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que recientemente celebró su XXII Asamblea Nacional Ordinaria, en donde se realizaron en sus Estatutos modificaciones a favor de la paridad de género, entre la que destaca la garantía de la paridad competitiva horizontal y vertical, esto significa que no se asignen candidaturas de manera preponderante a alguno de los géneros, en lugares donde el Partido no haya obtenido buenos resultados en la elección pasada; una de las viejas y mañosas prácticas políticas que tan hartos nos tienen ya.
Y es que si algo le reconozco al PRI, es que sus documentos básicos contienen una visión transversal de la política que responde a un planteamiento estratégico para enfrentar y adaptarse a las nuevas condiciones del siglo XXI y sus desafíos, como son el auge de las tecnologías, la generación acelerada de conocimiento, la rápida urbanización, la escasez de los recursos naturales, el cambio climático, la multiculturalidad, la sociedad de la incertidumbre, la transición demográfica, la cultura laboral flexible, el empoderamiento de los individuos y la globalización e interconexión económica. Acá el punto, es que como dice el dicho: “de nada sirve charlar y no hacer o cacarear y no poner”.
El circulo vicioso en el que estamos inmersos es la disimulación ciudadana y la simulación política, por ejemplo en Veracruz, la mayoría de la lista nominal son mujeres y en las pasadas elecciones sólo 57 fueron electas como alcaldes de 106 que fueron candidatas y de las 30 diputaciones de mayoría relativa, únicamente 10 fueron para mujeres, lo cual denota la falta de sororidad en el comportamiento electoral, desconfiando con su sufragio de su propio género.
Y ya que estamos con datos duros, me resulta alarmante que de las 108 alcaldías ganadas por la alianza PAN-PRD, 36 fueron ganadas por mujeres representando un 33.3% y de 42 alcaldías ganadas por el PRI, 13 fueron ganadas por mujeres, equivalente al 30.95%. El porcentaje de las mujeres electas priístas es considerablemente menor, fenómeno incongruente cuando su partido es el mejor posicionado estatutariamente en paridad. ¿Qué perfil tienen sus representantes que tal vez no son atractivas electoralmente?
En términos de equidad de género, las “Juanitas” “las comadritas” y “los secretos de amor” son la más grande traición y simulación de la cultura política mexicana. Este es un tema que deberán tener muy en cuenta las dirigentes féminas del Comité Directivo Estatal, quienes no tienen excusas que poner, mucho menos tiempo y espacios que perder, ya que desde el pasado primero de noviembre dio inicio el proceso electoral concurrente 2017-2018.
Todo esto es algo que deberá considerar el tricolor hoy lunes en la reunión de la Comisión Política Permanente, donde se elegirán a los integrantes de la Comisión Nacional de Procesos Internos, órgano responsable de conducir los procesos de postulación a cargos de elección popular. Definitivamente, en defensa, el PRI deberá practicar su integridad. Parece una causa perdida y peligrosa, pero es tiempo de que alguien lo intente.
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