Rogelia López de Alsmann
Parece que apenas ayer llegaste como cachorrito a casa de nuestra hija Eva, pero transcurrieron doce años llenos de amor y alegría.
Fuiste el primero y después de ti siguieron llegando todos de la calle, hasta formar tu manada. La expresividad de tus ojos y tu actitud fueron definitivas para que nos conquistaras.
Fuiste un buen líder de tu manada y ni qué decir del cuidado celoso que le brindaste a tu ama.
Nunca nos imaginamos que después del susto aquel del tumor gigante en el bazo, que te fue extirpado, ibas a tener otra tumoración, pero en esta ocasión maligna, que te tenía con mucho dolor y agobiado, mermando rápidamente tu salud.
La decisión que tuvo que tomar Eva fue dura pero sabia, fue lo mejor para ti, aunque el ser testigos de primera fila de tu eutanasia no fue nada sencillo, ya que tuvimos aparte de animarte, apapacharte y desearte feliz viaje al lugar donde se vayan las almas de los perritos, tragarnos las lágrimas para que no nos vieras flaquear en esos momentos.
Ya consumada tu muerte, quedaste en el regazo de tu “madre” como una auténtica escultura de “La Piedad” de Miguel Ángel; no fui capaz de tomar una foto, porque las lágrimas me lo impedían y por respeto a tu memoria.
Eva y su papá escogieron el lugar ideal para tu descanso: en la parte más alta del terreno, bajo la sombra de los plátanos y las macadamias, donde podrás hacer tu observatorio, para seguir cuidando de tu ama y y de tu querida manada: Kolita, Kira y Sofi, más los gatitos a quienes defendías todo el tiempo . Descansa en paz, Lucas consentido.
“Cuando un amigo se va
deja un espacio vacío
Que no lo puede llenar
la llegada de otro amigo.”
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