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    Harmida Rubio Gutiérrez

    Mujeres que saben latín

    Junio es un mes en el que han pasado muchas cosas: hubo un gran avance en los derechos de las mujeres en Argentina, al aprobarse por mayoría la propuesta para legalizar el aborto en la cámara de diputados; es el mes de las marchas por el orgullo de la diversidad sexual, que han estado sugolcediendo en varias ciudades del mundo; es el mes de los cierres de campaña teniendo a la vuelta de la esquina las elecciones de México 2018; pero también es el mes del mundial de futbol.

    Ante todo este conjunto de acontecimientos políticos y sociales, llega la ola del futbol. Lugares de trabajo, escuelas, casas, se paralizan para ver los partidos en los que juega la selección mexicana; y si gana, como ha pasado en los últimos dos partidos, se celebra… pero a veces más que celebración, es una apología del machismo; toda una letanía de las múltiples maneras en las que nuestra sociedad muestra su misoginia.

    Meter un gol es utilizado muchas veces como analogía del acto sexual, concretamente, de la penetración. En los chistes y el doble sentido que se utiliza en el futbol, se trata de “penetrar” al otro, y esto en afán de superioridad; hacer menos al contrario, “mujerearlo”. Después del primer partido de la selección mexicana, vimos cómo un youtubermexicano simuló estar penetrando una bandera de Alemania, tras el triunfo de México. Vimos también como Twitter se llenó de felicitaciones a los jugadores mexicanos diciendo que se merecían todas las scortsrusas con las que pudieran soñar; una vez más, tomando como objeto y trofeo el cuerpo de las mujeres. Todo por un gol.

    Ni qué decir del grito homofóbico tan “tradicional” que se suele hacer en los estadios, y que muchos defienden apasionadamente.

    Estos ejemplos representan la violencia machista simbólica, no por eso menos importante; pero también ha habido todo un despliegue de violencia física y sexual.

    A dos reporteras, una mexicana y una francesa, las agredieron sexualmente unos aficionados que “celebraban” el triunfo de sus equipos; mientras ellas daban la nota del partido ante la cámara, ellos las tocaban aprovechando que ellas estaban transmitiendo en vivo y era difícil reaccionar. Cuando lo hicieron, llovieron las críticas para ellas en las redes sociales, muchos les dijeron que si no querían sufrir esos manoseos, mejor se fueran a programas de cocina, entre otras “joyas” de comentarios. También hubo algunos latinoamericanos que aprovecharon las barreras del lenguaje entre el español y el ruso, y grabaron en video a varias mujeres de todas las edades, hasta algunas menores de edad, diciendo palabras y frases obscenas que ellos les decían que repitieran. Todo por un gol.

    Como si por un gol se valiera todo: Ofender, violentar, ensañarse con las mujeres. Como si las mujeres fuéramos el banquete del festín del mundial.

    Hay algo muy importante: Estas acciones violentas las están haciendo varones machistas. No nos representan a todas y todos los mexicanos; a nosotras no. Más bien están exhibiendo sus creencias y sus pensamientos con respecto a las mujeres, con el pretexto del futbol.

    Cuando en los programas de futbol y en los entrenamientos se habla de que hay que tener una actitud deportiva, siempre es en alusión a que hay que ser educados con el adversario, respetuosos, cordiales. ¿Por qué no se habla de que el deporte no tiene por qué ser misógino? ¿No es también anti deportivo utilizarnos y violentarnos como lo hacen? ¿No es poco deportivo hacer chistes, metáforas y referencias a la violación cuando se mete un gol? Si el deporte es solidaridad, trabajo en equipo, actitud sana, crecimiento personal, ¿por qué esas cosas no se aplican a la relación que, tanto el equipo como sus aficionados, tienen para con las mujeres?

    Hay mucho qué trabajar en ese aspecto; cada chiste, grito ofensivo, frase hiriente, referencia a la violación, están en la base de la pirámide que soporta la gran ola de violencia contra las mujeres que se vive en nuestro país.

    Una vez más, invito a reinventarnos, a buscar otras maneras de celebrar, de “vivir el futbol”, sin misoginia, sin homofobia, sin violencia. Y si se piensa que esto es imposible, retomemos otro grito futbolero ¡Sí se puede, sí se puede! Sólo hace falta imaginación y un poco de conciencia y sentido común. Celebremos sin machismo y con respeto.

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