Juan Antonio Nemi Dib
Historia de Cosas Pequeñas
Si alguien piensa que los conflictos viales en México y en cualquier parte del mundo se van a resolver milagrosamente por la intercesión de San Cristóbal, patrono de los conductores, se equivoca de palmo a palmo. Las evidencias permiten augurar exactamente lo contrario: habrá un in crescendo irreductible de coches, camiones, autobuses, motocicletas y todo aquello que use patas de hule y viva de explosiones internas.
Aunque parezca increíble y pese a su marcada escasez –en términos macroeconómicos– el combustible producido a partir de hidrocarburos sigue estando disponible, prácticamente sin limitaciones; siendo altos sus precios, en general, el combustible aún es accesible para la gran mayoría de los consumidores en el mundo. Tecnologías de presunto ahorro energético e incluso de “energía limpia” disminuyen los gastos de operación de los vehículos, o al menos eso nos hacen creer.
Bajan los costos de producción de los automotores gracias a las líneas integradas de fabricación, a los inventariosjust in time, a la ingeniería robótica, a la sustitución masiva de personal con máquinas, al uso de nuevos materiales –plásticos versus metales y metales ligeros como aluminio en lugar de acero, por ejemplo– e incluso también baja el precio de los coches debido al descarado robo de patentes que produce el masivo espionaje industrial. Las armadoras apuestan al mercado de consumo masivo y fabrican modelos que están al alcance de clientes con poco poder adquisitivo. La mercadotecnia es implacable creando la necesidad de sustituir unidades de poco kilometraje, lo que también inunda el mercado de los autos y camiones usados, cuyos precios de compra venta también descienden al suelo. Usted va un domingo al tianguis y podrá, sin problema, regresar con un auto usado de quince mil pesos o menos; será una charchina pero caminará –y contaminará.
Algunos estudios hablan de que cada año se incorporan 50 millones de vehículos automotores nuevos al parque vehicular del planeta. Esto, de no parar –cosa muy improbable que suceda–, implicará que en unos doce o quince años estén circulando poco más de mil millones de transportes de todo tipo.
Con esta tendencia firme, las carreteras, las calles, los estacionamientos, nunca serán suficientes. El síndrome se explica más o menos así: el Gobierno del Distrito Federal construyendo terceros pisos cuando se saturen de coches los segundos pisos del Circuito Periférico y luego los terceros y así sucesivamente hasta el infinito. Y eso incluirá también libramientos de los libramientos y, como ya ocurre, estacionamientos monstruosos en los suburbios para que la gente deje sus coches y transborde a transportes públicos. Y por supuesto tiene que ver con Xalapa y con todos los núcleos urbanos del mundo, con más o menos problemas específicos dependiendo de la planeación y el espacio de que disponga cada ciudad, así como el dinero para las infraestructuras que, insisto, nunca solucionarán definitivamente el problema.
Los cambios estructurares para acotar esta tendencia y parar la invasión de los automotores están lejos; hoy, al menos, son utópicos. Transporte público eficaz, limpio, seguro, puntual, accesible, rápido, cómodo y barato, además de generalizado… No se ve por donde, no ahora.
Y todavía no es tan grave pero ya estamos pasando buena parte de nuestras vidas a bordo de un transporte, o muchos. Y con toda probabilidad este hecho se hará aún más intenso. Luego entonces, aquí hay algunas recomendaciones que no sobran:
1.- No debería ser una ilusión ni un despropósito absurdo: intente sustituir el auto personal tanto como pueda. Aún así como está, el transporte público y las rondas –viajes compartidos con vecinos, compañeros, familias de condiscípulos de los hijos– ayudan notablemente. La ecuación es simple: evite el coche siempre que esté a su alcance, ahorrará complicaciones y dinero. La bicicleta es una alternativa –un poco peligrosa, sí– al alcance de quienes poseen la condición física.
2.- Largos o cortos, planee sus viajes: prevea un itinerario al salir; tenga en mente una ruta alternativa para contingencias. Considere retrasos potenciales por atascos, manifestaciones, choques, obras u otros incidentes. Calcule el tiempo necesario para estacionarse cuando llegue a destino. Prevea la fase peatonal de sus viajes, es decir, desde donde estaciona el auto hasta donde debe ir. En pocas palabras: salga temprano. Cuando sea posible, es muy útil ajustar la agenda personal a los requerimientos de transporte, por ejemplo pactar una cita que requiere cruzar la ciudad de extremo a extremo en una hora crítica de tránsito; mejor trate de reprogramarla para un horario más cómodo, llegará con menos estrés, en menos tiempo y con mayor margen de seguridad.
3.- Así como un tanque lleno de combustible contribuye a que la gasolina se evapore menos, un auto en buenas condiciones mecánicas, con neumáticos en óptimas condiciones, le evita sorpresas, gastos innecesarios, demoras y descomposturas. Invertir en mantenimiento preventivo es una forma de ganar tiempo, ahorrar dinero y, además, prolongar la vida útil y el valor de su coche.
4.- Oiga música relajante durante sus trayectos. Dicen que ciertas emisiones radiales pueden contribuir a su distracción e incluso a propiciar la irritabilidad.
5.- Las distracciones matan; a usted o a terceras personas inocentes. Pero también producen atropellamientos, incapacidades temporales o permanentes, alcances y daños a terceros, gastos; en suma, son problemas que usted no necesita si quiere llegar a tiempo. Esto incluye llamadas de teléfono (mea culpa), mensajes de texto y hasta conversaciones intensas que apartan a los conductores de la atención central. Si maneja, maneje; evite hacer otra (s) cosa (s) al conducir.
6.- No enojarse. Dicen los expertos: “no se la tome personal” y eso incluye las mentadas de madre, los cerrones, el que le agandallen su carril. Si usted logra que todas esas cosas le resbalen (yo poco o nada lo consigo) su vida será más amable, su existencia más prolongada y, por supuesto, sus recorridos en auto, menos ajetreados. Luche frontalmente contra la obsesión de machucar bicicleteros, motociclistas e incluso taxistas. Ellos tienen derecho a usar –responsablemente– la vía pública y a rebasarnos cuando lo hacen con precaución.
7.- Manejar “a la defensiva” es un concepto relativamente fácil de asimilar: prever siempre lo que puede hacer el otro vehículo: pasarse el alto, frenar de repente, cambiar bruscamente de ubicación, el niño que puede aparecer tras de la pelota o la señora cruzando la calle frente al autobús. Esta previsión ahorra muchos sufrimientos al permitir que se reaccione a tiempo.
8.- Respete los límites de velocidad, no consuma con una dosis de intoxicantes encima. Guarde su distancia. Tendrá viajes menos ajetreados. Se lo aseguro.
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