Vecinos moviendo con camioneta unas jardineras para bloquear el paso de vehículos. |
Salvador Muñoz
Los Políticos
Caminar por la Norte 7 en mis tiempos mozos, para aquellos que no la conocían ni conocían a quienes allí habitaban a lo largo de varias cuadras, significaba sólo una cosa: ¡golpiza segura!
Un silbido se oía al paso por esa calle al cual, el caminante tenía que responder… era la clave de acceso y salida. No saberla implicaba que varios jóvenes te abordarían y golpearían para hacerte pagar el paso por su calle, allá en Orizaba…
Para mí, no significaba otra cosa que una Ley de la Selva… de concreto.
Pero hablo de hace muchos años, de hace casi 30 años, donde lo más terrible que me pasó fue una lata de cerveza por la cabeza que se estrelló sobre la pared al acompañar a unas amigas y la intercepción de dos “dragones” (o “drogos”) pidiendo “coperacha” para la “yerba santa” sin consecuencias.
Hasta hace dos años o año y medio, Xalapa se vio envuelta en una situación similar donde las pandillas hicieron mella en el tejido social urbano que llevó a la muerte de algunos jovencitos. Las pandillas, de repente, dejaron de ser un problema, incluso, se ha dejado de ver como constante.
¿Qué motivaba a estos jóvenes actuar así? Yo veía un sentido de propiedad o territorialidad que a fuerza de violencia, minimizaban el poder de la autoridad en cualquiera de sus expresiones.
No es un fenómeno ni viejo ni nuevo… es eterno.
Siempre estamos a la defensiva de lo que creemos es nuestro espacio… el sentirlo invadido causa reacciones que dispara distintos niveles que pueden alcanzar la violencia aunque, para evitar choques o confrontaciones entre vecinos o demás ciudadanos, se creó una autoridad reguladora que habrá de intervenir para que ni el visitante o el propietario abuse… ahí aparecen Seguridad Pública, jefes de manzana y Ayuntamiento para evitar que la Ley de la Selva de Concreto se apodere de las calles… bueno, ésa es la intención aunque en realidad, dicha Ley está muy por encima de nuestras autoridades sin que ellas lo vean o más bien, ellas lo permiten.
Hay claros ejemplos al día: Carros estacionados en plena banqueta obligando al transeúnte a bajar a la carretera; carros en doble fila sobre avenidas sin que Tránsito se permita el acceso a estas rúas (siendo precisos, el acceso a Araucarias por Lázaro Cárdenas); puestos de ambulantes apoderándose de banquetas entorpeciendo el tránsito del transeúnte; cubetas, sillas y latas con cemento, entre otras cosas, para “apartar lugar” y estacionarse, etcétera.
Pero lo que me cuentan de la calle Enrique Z. Mercado, entre Circunvalación y Gregorio López y Fuentes, rebasa la Ley de la Selva de Concreto para crear el Imperio de la Selva de Concreto.
Allí, en esas calles, dicen que no existe más autoridad que la de algunos vecinos que de cierta forma, se han hecho “autónomos”.
Ya tiene rato que un grupo de estos vecinos modernizó el sistema de apartado para estacionarse en la calle, al instalar un artefacto metálico en forma de escuadras con candados que, cuando llega el dueño de la casa que estaciona su vehículo en la vía pública, se repliega paralelo a la banqueta… de cierto modo, puede decir uno, es buena idea pero el asunto va más allá cuando hay gente que ni carro tiene y ya instaló dicho artefacto.
Un silbido se oía al paso por esa calle al cual, el caminante tenía que responder… era la clave de acceso y salida. No saberla implicaba que varios jóvenes te abordarían y golpearían para hacerte pagar el paso por su calle, allá en Orizaba…
Para mí, no significaba otra cosa que una Ley de la Selva… de concreto.
Pero hablo de hace muchos años, de hace casi 30 años, donde lo más terrible que me pasó fue una lata de cerveza por la cabeza que se estrelló sobre la pared al acompañar a unas amigas y la intercepción de dos “dragones” (o “drogos”) pidiendo “coperacha” para la “yerba santa” sin consecuencias.
Hasta hace dos años o año y medio, Xalapa se vio envuelta en una situación similar donde las pandillas hicieron mella en el tejido social urbano que llevó a la muerte de algunos jovencitos. Las pandillas, de repente, dejaron de ser un problema, incluso, se ha dejado de ver como constante.
¿Qué motivaba a estos jóvenes actuar así? Yo veía un sentido de propiedad o territorialidad que a fuerza de violencia, minimizaban el poder de la autoridad en cualquiera de sus expresiones.
No es un fenómeno ni viejo ni nuevo… es eterno.
Siempre estamos a la defensiva de lo que creemos es nuestro espacio… el sentirlo invadido causa reacciones que dispara distintos niveles que pueden alcanzar la violencia aunque, para evitar choques o confrontaciones entre vecinos o demás ciudadanos, se creó una autoridad reguladora que habrá de intervenir para que ni el visitante o el propietario abuse… ahí aparecen Seguridad Pública, jefes de manzana y Ayuntamiento para evitar que la Ley de la Selva de Concreto se apodere de las calles… bueno, ésa es la intención aunque en realidad, dicha Ley está muy por encima de nuestras autoridades sin que ellas lo vean o más bien, ellas lo permiten.
Hay claros ejemplos al día: Carros estacionados en plena banqueta obligando al transeúnte a bajar a la carretera; carros en doble fila sobre avenidas sin que Tránsito se permita el acceso a estas rúas (siendo precisos, el acceso a Araucarias por Lázaro Cárdenas); puestos de ambulantes apoderándose de banquetas entorpeciendo el tránsito del transeúnte; cubetas, sillas y latas con cemento, entre otras cosas, para “apartar lugar” y estacionarse, etcétera.
Pero lo que me cuentan de la calle Enrique Z. Mercado, entre Circunvalación y Gregorio López y Fuentes, rebasa la Ley de la Selva de Concreto para crear el Imperio de la Selva de Concreto.
Allí, en esas calles, dicen que no existe más autoridad que la de algunos vecinos que de cierta forma, se han hecho “autónomos”.
Ya tiene rato que un grupo de estos vecinos modernizó el sistema de apartado para estacionarse en la calle, al instalar un artefacto metálico en forma de escuadras con candados que, cuando llega el dueño de la casa que estaciona su vehículo en la vía pública, se repliega paralelo a la banqueta… de cierto modo, puede decir uno, es buena idea pero el asunto va más allá cuando hay gente que ni carro tiene y ya instaló dicho artefacto.
Se dice que en varios medios de información y portales, esto se denunció pero las autoridades municipales y de tránsito, quizás respetuosos del Imperio de la Selva de Concreto instalado en Z. Mercado y Gregorio López, no intervinieron.
El asunto es que hace unos quince días, se dio otro caso que obliga al “What the fuck!”: haciendo uso de la Ley de la Selva de Concreto, el Imperio hizo a las calles Palenque y Bonampak, ¡de un solo sentido! Y para ello sólo utilizaron cartulinas y papel maché, así como interponiendo llantas durante una semana, para que los demás ciudadanos que por allí transitaban, se acostumbraran al arbitrario cambio de sentido.
Sin embargo, al “convertir” en un solo sentido dichas rúas, convergieron por fuerza que dos calles que “tenían” el mismo sentido que Palenque y Bonampak, es decir, la Prolongación Veracruz y Uxmal, se volvieran de dos sentidos.
Por supuesto, a cada acción corresponde una reacción y vecinos de Uxmal, al ver que su calle se convertía en un desastre vehicular porque la afluencia se acrecentó demasiado, optaron por cerrar la calle con dos jardineras haciendo su vía un paseo peatonal.
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