Naldy Rodríguez
Transparencia 3.0
Todos los días, en el mismo horario, se sienta junto a la ventana. Las horas pasan y prácticamente no se mueve de ese lugar. Así han transcurrido meses, quizás años…
Por decisión propia no sale de su hogar, se ha conformado con ver la vida correr detrás de esa ventana.
De manera minuciosa sigue la misma rutina: se levanta, se acicala, desayuna y se sienta en la ventana. A sus 94 años ha perdido un poco de visibilidad, padece artritis y reumas, le duelen las rodillas y camina apoyada con un bastón, pero es fuerte, se mantiene entera. Su pelo blanco contrasta con su tez morena, mientras que su rostro guarda las arrugas de los enojos, pleitos y “muinas”, esas que no escapan a nadie.
Nunca se había quejado de su esposo con el que procreó seis hijos, pero la última vez que la vi, lo hizo. En sus palabras patentaba el menosprecio del varón hacia la mujer décadas atrás. Murió y lo hizo intestado, ni siquiera un último gesto de generosidad hacia la persona que lo cuidó en la salud y en la enfermedad.
Aunque no creció con ninguna ideología de género, ahora reconoce que su compañero “fue un egoísta”. Hasta que murió, hace más de una década, ella pudo ejercer el matriarcado, donde su autoridad y su palabra ha sido la primera y la última.
Nació un 25 de octubre de 1924 cuando llegó al poder Plutarco Elías Calles y persiguió a los religiosos, cuando sólo existían 24 bancos en todo el país y cuando abría sus puertas el banco de México. Ahora usa las tarjetas bancarias para poder cobrar su pensión bimestral del programa de adultos mayores de la Sedesol federal.
Como Manuela, madre, abuela y bisabuela, en México se estima que hay cerca de 13 millones de personas de 60 y más años, de los cuales todavía un 34 por ciento tenían una participación económica hasta el 2017, de acuerdo a cifras oficiales del Inegi.
Hay una gran cantidad de población que llega a la vejez trabajando o buscando trabajo. Desgraciadamente no existe ningún programa serio que valores su experiencia y trayectoria. En la cosmovisión indígena, los adultos mayores son los sabios y los guías de la comunidad. Ellos llevan el bastón de mando y toman las decisiones importantes sobre su pueblo.
Ese respeto, aceptación y admiración la hemos perdido en la ciudad. Los niños y jóvenes, no todos (porque hay excepciones), no respetan al adulto, ni a quienes ejercen algún tipo de “autoridad”, llámese padre, maestro o abuelo. Hay una generación que se pierde.
Hoy, con sorpresa, mi hija más pequeña le explica a su papá porque se debe conmemorar el día de la niña. A sus siete años le dice con sus palabras que es necesario visibilizar, porque “si no se nombra, no se ve”.
Las separan tres generaciones, pero espero que no tenga que padecer ningún tipo de discriminación, ni esperar casi 90 años para darse cuenta que vivió con desigualdad, con imposiciones, en una sociedad machista.
¡ Feliz cumpleaños abuela!
Twitter @ydlan
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