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    Salvador Muñoz
    Los Políticos

    Mi esposa brinca que me pega tremendo susto. Su dedo índice señala hacia el suelo y de inmediato se dirige a Harry, quien al igual que yo, no dábamos lo que provocaba el espanto de la mujer. Busqué entre las sombras que me permitía el alumbrado público y entonces la vi… «es un falso coralillo»… negra y rojo intenso serpenteaba a media banqueta. Tomé una varita y la insté a que se escondiera entre la hojarasca, y como si entendiera mi sugerencia, la pequeña se perdió entre ramas, hojas y plantas… a mi esposa poco le importó la explicación en torno al animalito y los beneficios que nos puede dar al ser depredador de insectos como cucarachas o hasta de pequeños roedores… «mala suerte tendrá si se encuentra un gato», concluí.
    No sé si sea parte de nuestra herencia genética como mamíferos, esa repulsión hacia los seres de sangre fría o quizás sea esa doctrina que estigmatizó a la serpiente como entidad maligna que engañaba o que había que aplastar su cabeza con nuestro pie… o simplemente es la reacción a lo que es distinto a nosotros.

    El encuentro con la serpentina rojinegra motivó que la plática en ese paseo nocturno de fin de semana deviniera en el caso de la osezna maltratada por autoridades locales de un ayuntamiento de Coahuila.
    ¿Qué motiva a las personas a asumirse en verdugo de otros seres para maltratarlos o matarlos?
    Puede uno asumir ignorancia, insensibilidad o desequilibrio mental… o quizás las tres juntas u otras que se acumulen…
    Entre en serio y en broma le digo a la mujer que quizás deba desaparecer el monoteísmo y dar paso al politeísmo… es decir, dejar a un lado a la adoración de eso que llaman «nuestra imagen y semejanza» y voltear a Gaia y todos sus seres, entonces idolatrar al árbol, al agua, a la tierra, al viento, a la lluvia, a la montaña… reverenciar al buey (aunque muchos columnistas ya lo hagan), al cocodrilo, al chacal, a la serpiente (con plumas o sin ellas), al jaguar, al oso, al puma, al gato, etcétera…
    Yo, en lo particular, adoraría al Perro y pediría tener los ojos de este Dios para entender todo ese amor que puede caber cuando su mirada la concentra en mi persona o la nobleza para no albergar ningún resentimiento cuando lo regaño o la entrega y dicha que hay cada vez que llego a la casa y llena de besos y cabriolas mi presencia…
    Sin embargo, es posible que mi propuesta religiosa ya tenga avanzada… no, no porque, como ya puse, haya quienes gusten de adorar a bueyes con sus escritos… sino porque mi tesis de la herencia genética que repudia a los seres de sangre fría, se vino abajo este fin de semana, y por mi defensa al falso coralillo que se nos cruzó en el camino (¿o nosotros nos cruzamos en su camino?)… es claro que los mexicanos adoramos a los reptiles, si no, cómo explicar la reelección de los dinosaurios Elba Esther Gordillo y Carlos Romero Deschamps… La dinolatría vive su mejor momento ¡sin empezar su sexenio!

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