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    Naldy Rodríguez

    Transparencia 3.0

    16 de noviembre.  14 días, 336 horas, 20 mil 160 minutos. La cuenta regresiva comenzó para el gobierno que encabeza Miguel Ángel Yunes Linares.

    El 1 de noviembre, en una entrevista pública, el panista mostró su reloj en “reversa”, al tiempo en que aseguró que no tenía ninguna preocupación por terminar su corto mandato. Sabe que sólo le queda hasta el día último del mes para ejercer como gobernador y “lo que suceda después”, dice, será responsabilidad de quien lo suceda en el cargo.

    Bien reza el dicho popular: No es lo mismo ser borracho que cantinero. Estar del otro lado del mostrador le impidió –en muchos casos- cumplir lo que tanto exigió cuando fue oposición, como la rendición de cuentas, el ejercicio escrupuloso de los recursos públicos o la reducción en los índices de inseguridad y la delincuencia.

    Las consecuencias las vimos pronto. El ex priista llevó a su hijo a tener su primera gran derrota política. Miguel Ángel fue superado en votos en la jornada del 1 de julio por el morenista y académico Cuitláhuac García Jiménez.

    Hace justo dos años escribí un protocolo de doctorado, intentaría probar “La correlación entre las organizaciones de protesta y la alternancia de gobierno en 2016 en el estado de Veracruz”. Es decir, que fue la acción colectiva y las demandas expresadas en grandes ciudades las que impulsaron la transición en la administración estatal.

    El triunfo del PAN y el PRD el 5 de junio de 2016 fue multifactorial, pero no fueron los candidatos ni los institutos políticos los que lograron enganchar a los ciudadanos en una sola propuesta para respaldarla y votarla. Fue la sociedad organizada la que contribuyó a sacar al PRI de la administración pública estatal.

    Maestros, universitarios y pensionados salieron a las calles para reclamar a la autoridad estatal la falta de pagos y el desvío de sus recursos durante los años 2015 y 2016. Y esa presión que luego se reflejó en los medios de comunicación tuvo una relación e influencia en la alternancia gubernamental.

    Después de 86 años de hegemonía del PRI, en 2016 por primera vez triunfó el candidato del PAN, en alianza con el PRD, con el 32 por ciento de los votos. La llegada del ex priísta Miguel Ángel Yunes Linares por un periodo de dos años, supuso una sacudida en las estructuras políticas, sociales y económicas en la entidad.

    En ese momento, la expectativa de algunos ciudadanos fue que la alternancia en el gobierno daría la posibilidad de un cambio real para dejar atrás las prácticas clientelares, el autoritarismo político y el uso discrecional de los recursos públicos.

    La transición partidista era necesaria e inminente como ahora lo es… Con la alternancia se puede hacer realmente una exhaustiva revisión de las finanzas públicas, de los programas sociales, de los padrones de beneficiados y un balance de lo que se hizo y de lo que hace falta.

    Es necesario, además, trabajar en la reconciliación social. Representantes de diversos sectores sociales (empresarios, maestros y colectivos) quedaron muy lastimados con el gobierno yunista, rudeza innecesaria en algunos casos y en otros justicia selectiva. “A los amigos justicia y gracia. A los enemigos la ley a secas”, decía Juárez.

    En estos dos años también se cerraron los canales de comunicación con las empresas periodísticas, con los reporteros y fotógrafos para “trabajar” con un pequeño círculo de comunicadores. Así, desapareció la publicidad necesaria para promover el turismo, las campañas de salud, acciones de protección civil y alertas. En general, todas las dependencias fueron nulificadas mediáticamente.

    Esperamos que al menos se cumpla, como lo ha manifestado, con la entrega del gobierno en paz política y social.

    Ahora, Yunes adelanta que partir de diciembre, como ciudadano, elevará la voz para exigir justicia.

     

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