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    Roberto Morales Ayala
    Zona Franca

    Al margen de sus enfermedades, el dirigente nacional petrolero Carlos Romero Deschamps, representa uno de los tantos tumores cancerosos que resultan agresivos y letales para la democracia, la producción y salud política del País.
    Como se demuestra en sendas investigaciones judiciales, Romero Deschamps, lo mismo ha desviado, a través del sindicato, cientos de millones de pesos de Pemex para las campañas políticas del PRI, que desvía, provenientes de las cuotas sindicales, cientos de millones para sus cuentas personales.
    A los dirigentes petroleros no es ‘la lucha por los trabajadores’ lo que los mantiene el poder, sino la represión y terror que ejercen contra aquellos obreros que no se alinean a sus caprichos.
    El miedo a perder su trabajo los paraliza, los lleva a humillarse, ensalzando y manifestando pública pleitesía al líder en turno. Es una cadena, porque ese mismo dirigente, que goza sobajando a sus iguales, tiene que arrodillarse vergonzosamente frente al gran jefe. “Mi jefe”, le dicen a él y “Mi jefe”, le dice Romero Deschamps al presidente en turno.
    Con cáncer o no, la era Romero Deschamps pareciera extinguirse como la llama de una vela que se va consumiendo, pero sin perder, mientras pueda, el fuego que hiere y que lastima a un gremio y a un sector de la población.
    El primer indicio de su mal físico, se dio en las redes sociales. La versión la recogió la revista Proceso, que en su portal aludió a dos usuarios de Twitter que señalaban que el dirigente petrolero había regresado de Houston, Texas, sin esperanzas de sobreponerse al cáncer de colon que lo aqueja desde hace tiempo.
    Se internaría en un hospital particular, no en los de Petróleos Mexicanos, para resguardarse del asedio de los petroleros y para evitar que se conozca a detalle el avance de su mal hasta su desenlace.
    La noticia, dada a conocer el 5 de octubre, afirmaba que el cáncer terminal era el motivo de que Romero Deschamps prácticamente no hubiera acudido a la sede del Senado en todo septiembre, donde es vicepresidente de la mesa directiva, y que su ausencia hubiera generado suspicacias y desatado una lucha por el poder a nivel gremial.
    Con la reforma laboral encima, y siendo el líder obrero más poderoso en el Senado, era de llamar la atención que no acudiera a la Cámara Alta. Finalmente, picoteado por sus detractores, por medios de comunicación y por analista políticos, Romero Deschamps acudió al Senado, pero no logró despejar dudas.
    Su vulnerabilidad es evidente. Su fragilidad como líder, peor. De hecho, su enfermedad ha puesto en duda, si no es que cancelado, su intento por reelegirse por quinta ocasión al frente del sindicato petrolero, contraviniendo los estatutos del STPRM, que solo permiten una reelección.
    Pero a Romero Deschamps lo persiguen sus propios fantasmas. Uno de ellos es el caso Pemexgate, con el que se denomina al financiamiento que el STPRM dio al candidato presidencial del PRI, en 2000, Francisco Labastida Ochoa, a quien le puso a sus órdenes por 640 millones de pesos, de mil millones que Pemex le había entregado a la organización sindical.
    Tan documentado fue el caso, que Romero Deschamps y el entonces senador Ricardo Aldana Prieto, ex tesorero del STPRM y actual presidente del Consejo de Vigilancia, fueron acusados penalmente. Sobre ellos se giró orden de aprehensión, en 2008, según el expediente 55/FEPADE/02, por los delitos de peculado electoral y fraude.
    Del Pemexgate salieron impunes Romero Deschamps y sus allegados, pero no de otros casos.
    Uno de ellos es el desvío de recursos de Petróleos Mexicanos al sindicato petrolero. En 2004, el director de la paraestatal, Raúl Muñoz Leos, dispuso la transferencia de 8 mil millones de pesos al STPRM, en un lapso de dos años. Lo hizo al margen del Consejo de Administración de la paraestatal, lo que le valió ser inhabilitado por 10 años por la Secretaría de Función Pública.
    A Romero Deschamps lo investiga la Procuraduría General de la República por ese caso, aunque es previsible que las indagatorias se vean frenadas en cuanto Enrique Peña Nieto asuma la Presidencia de México y designe al nuevo procurador.
    Otro cáncer de Romero Deschamps son las denuncias por administración fraudulenta, abuso de autoridad, usurpación de funciones y asociación delictuosa. Consta ello en las denuncias AP1072/DDF/2004, en la PGR, y la FDF/T/T1/467/06-06, en la Procuraduría del Distrito Federal, derivadas de acusaciones del líder del Frente Nacionalista del Petróleo, Raúl Romero Maldonado.
    Uno más de sus cánceres tiene que ver con las donaciones que Petróleos Mexicanos hizo al sindicato petrolero, consignadas en las investigaciones realizadas por la Auditoría Superior de la Federación (ASF), correspondientes al año 2007. Determinó que Pemex donó al STPRM diversas cantidades. Ese año, 318 millones de pesos; otros 236 millones, en 2008; 256 millones, en 2009, y 250 millones, n 2010. En total, mil 60 millones de pesos, de los que Romero Deschamps no rinde cuentas a sus agremiados.
    Una acusación más quedó registrada en el expediente 15/03/02/2008 por el delito de fraude, en 2008. La PGR integró el expediente contra Romero Deschamps por la malversación de 3 mil millones de pesos correspondiente a cuotas sindicales. La denuncia fue presentada por Mario Rubicel Ross García, presidente del Movimiento Nacional de Petroleros, a quien lejos de atenderle su petición de justicia, comenzaron a lloverle órdenes de aprehensión por denuncias que le interponía la Secretaría de Seguridad Pública Federal. Algo así como un “estate quieto”.
    Romero Deschamps se ha sostenido al frente del STPRM con argucias legaloides y con el manto protector del gobierno, tanto el de Vicente Fox como en el Felipe Calderón.
    Fue reelecto en 2005 mediante un albazo, que tomó desprevenidos a la disidencia y a los líderes de secciones petroleras que aspiraban a derrocarlo. Esa asamblea del 27 de octubre, hace ya siete años, fue impugnada ante la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, según el expediente RT610/2007. Enfrentó una denuncia por fraude, del que lo acusó la Coalición del Movimiento Nacional de Petroleros, la cual solicitó al Poder Judicial que ordenara a la Secretaría de Trabajo dejara insubsistente la toma de nota que favorecía a Romero Deschamps, por irregularidades en el proceso.
    El 13 de septiembre de 2007, las autoridades resolvieron que Romero Deschamps incurrió en faltas y violó los estatutos del STPRM, y ordenaron a la Secretaría del Trabajo y Previsión Social que dejara insubsistente la toma de nota.
    La disidencia realizó una asamblea, el 18 de junio de 2011, según la cual relevó al dirigente gremial de la secretaría general del sindicato petrolero. En noviembre, la Junta de Conciliación le notificó que la asamblea en que lo habían reelegido, quedó anulada y que perdía la toma de nota. Sin embargo, el líder ni se inmutó. No impugnó el fallo y se mantuvo como dirigente del STPRM.
    Es decir, el Ejecutivo federal panista, vía la Secretaría del Trabajo, desacató una sentencia judicial para sostener al líder obrero priísta al frente del sindicato petrolero.
    Romero Deschamps tiene órdenes de aprehensión, que no le ejecutan; es líder del sindicato petrolero, con una toma de nota que ya le fue invalidada; se reeligió mediante una asamblea fraudulenta; recibe miles de millones de pesos de Pemex, violando normas y al margen del Consejo de Administración de la paraestatal, y le comprueban su responsabilidad en el Pemexgate, y no pasa nada.
    La lucha contra el cáncer de la corrupción en el sindicato petrolero, gracias a la red de complicidades que la sostienen, pareciera una guerra perdida. Sin embargo, más allá de la represión que ejercen los dirigentes petroleros, lo que pierde y humilla a los trabajadores son sus propios miedos.

    (romoaya@gmail.com)(@moralesrobert)

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    4 Respuestas

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