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    Roberto Morales Ayala

    Zona Franca

    El que el ex gobernador Miguel Alemán Velasco considere que “los inteligentes” no piden consejos porque no los necesitan, es en el fondo una pendejada, aunque en la forma burda en que lo plantea —acorde a la personalidad del principesco ex gobernador— es un insulto a quienes no se encuentran en sus querencias.
    Quién sabe a que tipo de pendejos se refiere, aunque los jarochos, tan chispeantes y alegres que somos, ya les pusimos nombres y apellidos; pero lo cierto es que los hombres inteligentes, estadistas brillantes en la historia política, se han distinguido por su habilidad para tener eficientes equipos de asesores y consejeros.
    A los tres últimos gobernadores esa aptitud no se les da, porque en vez de elegir con sapiencia a quienes les pudieran aportar opiniones para normar criterio y tomar decisiones, han tenido a su lado a quienes hacen de la adulación y la complicidad un jugoso negocio.
    El hombre lúcido, el inteligente nato, escucha e invita a escuchar. Hace del silencio un aliado. Abreva en la inteligencia de los demás, máxime en la sabiduría popular. Escucha al pobre, al que vive y sobrevive. Escucha al hombre de campo, al que conversa con el viento y con su tierra. Escucha al joven, al que apenas despierta a la vida. Escucha a la mujer, a la que le va tomando el pulso a la adversidad, solventando todo, resolviendo el dilema del día.
    Miguel Alemán provocó un debate pintoresco cuando pronunció una más de sus frases domingueras: “Yo consejos ya no doy, porque los inteligentes no los necesitan y los pendejos no hacen caso”.
    Y que se arma la revolución.
    Que si se lo dijo al gobernador Javier Duarte; que si fue para Fidel Herrera. Que va para la nueva generación de priístas, tan verdes para el poder y tan rojos para el billete. Que va para la vieja guardia, tan renuente a permitir el relevo generacional.
    Como haya sido, Miguel Alemán dijo una pendejada de tamaño descomunal. Se exhibió soberbio, arrebatado por la altanería del que por tener tras de sí todos los millones imaginables, observa a los demás limitados y sin atributos para entender dónde está el éxito y los niveles de bienestar.
    Vamos por partes. Dice primero: “Yo consejos ya no doy, porque los inteligentes no los necesitan…”. Al contrario, el hombre inteligente está ávido de saber, de aprender y de vivir de la experiencia de los demás. La inteligencia conlleva humildad.
    Dice también: “… y los pendejos no hacen caso”. No hacen caso por soberbios y porque los domina la ambición, no porque carezcan de capacidad para comprender.
    La cuestión es que el ex gobernador de Veracruz armó un sanquintín con su teoría de los consejos y de los pendejos.
    De pendejos está repleto el sistema. Suelen ser los más hábiles, los más sagaces, los menos escupulosos, los más osados, los más impunes. ¿Y sabe qué? Llegan a ser gobernadores.
    Quienes son limitados o su capacidad intelectual es baja, sustituyen sus carencias con intuición y habilidad. También con sagacidad y a veces con voracidad.
    El planteamiento de Miguel Alemán Velasco fue en respuesta a una pregunta cómoda, hasta cierto punto ingenua: “¿qué aconsejaría a los jóvenes gobernantes?”.
    Así que el calificativo de pendejos es para la clase política.
    A su juicio ni unos ni otros escuchan. Pero hay un signo de preocupación, porque si algo es peligroso para México, son los pendejos con iniciativa. Esos no esperan a que les digan cómo echar a perder las cosas, sino que lo hacen por motivación propia.
    Pero ni Miguel Alemán se salva de ese gremio tan inmenso y que, por supuesto, no escucha consejos ni sugerencia alguna.
    Una de ellas fue la que lo hizo célebre cuando turisteaba en Europa y en el puerto de Veracruz ocurrió un incendio en un mercado popular con saldo de varios muertos. A su regreso, lo cuestionó la prensa, incluso severamente, recordándole que su obligación era estar con el pueblo, asistirlos y aliviarles sus problemas, facilitarles el funeral. De perdida, estar a su lado.
    “Y para qué si yo no soy bombero”, respondió el entonces gobernador de Veracruz, Miguel Alemán Velasco.
    Se le vino el mundo encima, aunque no tanto como cuando dijo que en Veracruz no había pobres. Reporteros de TV Azteca le preguntaron a una mujer damnificada por las lluvias que qué opinada de lo dicho por el gobernador. Su respuesta fue clara, seca y contundente.
    “Está pendejo el gobernador”.
    A estas alturas, no se sabe en qué rango se encuentra Miguel Alemán. Si es de los inteligentes o de los otros; si es de los que no necesitan consejos o de los que no quieren escucharlos.
    Tampoco se sabe si su exposición estaba dirigida a sus sucesores en el gobierno de Veracruz o si tenía que ver con mandatarios de otras entidades del país.
    Lo cierto es que armó una grande, dada las implicaciones que tiene la voz de un ex gobernador en el ámbito político veracruzano.
    Cuando menos los últimos tres gobernadores se han rodeado de aduladores, de ineficientes, de personajes sórdidos, de tipos de baja calaña, de los que no escuchan consejos porque no los entienden. El material humano en el sistema político es deficiente y ello repercute en la marcha del gobierno.
    Cuando los espacios de poder sean ocupados por los más inteligentes, los más aptos, los de moral más elevada, los más íntegros, los gobiernos serán mejores.
    Y ellos, los inteligentes, sí sabrán escuchar consejos.

    (romoaya@gmail.com)(@moralesrobert)

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