A la memoria de Don Fernando López Arias, Alejandro D. Cinta, Francisco Barrones Sánchez y los héroes de la jornada de hace 40 años, especialmente a su coordinador: Luciano Constantino Ramírez.
Claudia Constantino
(Segunda y última parte)
Tan solo ayer, comenzamos el recuento de la llegada del fuego olímpico al puerto de Veracruz el seis de octubre de 1968, que por razones de espacio interrumpimos justo cuando llegábamos –en la memoria- al Zócalo de Veracruz ante los ojos emocionados de la feligresía de la “Catedral de la Asunción”, la de los cafetómanos de “La Parroquia”, así como la de filas y filas de personas saturando la avenida Independencia.
“Al llegar el portador en turno hasta el balcón central del palacio encendió el pebetero, flanqueado por autoridades, gente de todos los niveles sociales –desde los de “la huaca”, hasta los fraccionamientos más exclusivos de la época o sea el Reforma y Virginia- desde ahí; el fuego se enfiló a la ciudad de Xalapa pasando por Paso de San Juan tierra colorada, Sayula, Tolóme, Paso de Ovejas, Puente Nacional, Las Trancas; desde donde escolares ya hacían valla y arrojaban pétalos de flores multicolor y la gente aplaudía”.
“Eran las 5 de la tarde cuando llegamos a la capital del estado aquel siete de octubre de 1968 al entrar en el “Heriberto Jara Corona” que lucía en todo su esplendor; con todo y sus columnas griegas que aquella tarde sabían para qué habían sido construidas -para esas tardes de gloria-. La fiesta era grande, pero nosotros: Lenín Blancas, Onésimo Valdés Gorroechegui (alma grande), Hugo Cuevas Escobar, César Mora, Evaristo Herrera Gamas, Alejandro D. Cinta y 115 antorchistas regresábamos al puerto con la satisfacción de haber cumplido con tan alto deber y honor.”
Se emociona grandemente quien esto narra, el orgullo henchido: “Nada se compara a formar parte de la Historia de un sitio tan importante históricamente como lo es Veracruz, pero además de la historia de México, del deporte y del Olimpismo. Lo logramos así: llevando a mejores manos uno a uno la antorcha olímpica que iluminó el desarrollo de los juegos olímpicos en su versión IX. Nada de lo que predijeron los agoreros nefastos se cumplió, nunca tuvimos miedo de ello. Siempre frente a la caravana que acompañaba a los portadores de la flama desde el cañonero “Guanajuato” hasta la ciudad de Xalapa supimos que lo haríamos muy bien, con prestancia, con orgullo, con compromiso y gran emoción. Por eso: así fue.”
Pleno reconocimiento a seleccionadores, portadores, escoltas, seguridad, avituallamiento, uniformes, cambios de modelos de antorcha y un largo etcétera; encabezado por Don Fernando López Arias, entonces gobernador del estado quien apoyó en todo. Dos años nos preparamos para esto, y se notó. Esta sentida reseña concluye: “De Xalapa el fuego olímpico salió el 8 de Octubre para seguir la ruta Córdoba-Orizaba-Tlaxcala-Teotihuacán hasta su gloriosa entrada el 12 de octubre en el estadio Olímpico de ciudad universitaria para el inicio de la fiesta deportiva mundial más importante”.
“Mi compadre Alfonso Valencia Ríos, -personaje del periodismo más allá de sus muchos premios y reconocimientos- mis amigos periodistas de El Dictamen Augusto M. González, Horacio Aude Zebadúa, Homero Guerrero, Perdomo y Jacobo Domínguez en Xalapa, acompañaron y apoyaron cada día esta fecha grabada para siempre en los anales de la historia de Veracruz”.
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