Jorge Arturo Rodríguez
Tierra de Babel
No sé si ya conocen a Astrid Hadad, y si no, pos tan luego búsquenla en internet, sobre todo pa’ no nada más acordarnos que somos mexicanos en septiembre o noviembre, o de vez cuando, e irnos alejando de la influencia extranjera, sobre todo del país del norte y ahora, qué chingadera, de Made in China, con lo cual no quiero decir que hay que saber sobre esas y demás culturas que tienen lo suyo, sino simplemente no olvidarnos de nuestra idiosincrasia.
Es el caso que hace unos días, Astrid Hadad, originaria de Chetumal, recibió el reconocimiento de su Estado natal con dos recitales para el recuerdo. Está en Youtube.
En la revista Luces del Siglo, Silvina Brizuela señala que Astrid Hadad es una artista jocosa y única. Cabaretera y feminista hasta los tuétanos, sus espectáculos fluctúan entre el drama y la comedia; están cargados de una crítica social filosa e irresistible que tiene como eje la opresión de la mujer y las injusticias políticas. Autoproclamada “La Madre Teresa de la Canción Ranchera” y dadora de placer, define a sus espectáculos como un divertimento musical, humorístico, teatral y plástico.
Y vaya si lo es. En el video “El calcetín” (25 aniversario), al inició expresa: “Cuándo estaremos, mi vida, como los pies del Señor, el uno encima del otro, y un clavito entre los dos…” Cabroncita la cabrona Astrid. Sencillamente genial.
Ciertamente, en uno de sus performance representa críticamente la crisis social, cultural y política en México y, a pesar de definirse como una persona de izquierda, criticó duramente a este sector, porque “han cometido errores terribles que después no quieren reconocer. Ya no sé dónde quedó mi izquierda, la tengo perdida, la tengo que buscar”, bromeó en una entrevista de Silvina Brizuela.
La también llamada “La Edith Piaff de Chetumal”, ha dicho que si la sociedad civil no se organiza, las cosas van a seguir igual, “no podemos esperar que sean los políticos los que cambien las cosas; es la sociedad civil la que al final tiene que exigir que se cumplan las leyes y que se hagan leyes que acoten el poder exorbitante que tienen los gobernantes”, y resaltó que el resultado de las elecciones fue una bofetada para quienes han estado manejando la izquierda de una manera equivocada. Órale.
Cuando en otro tema se le preguntó por qué los mexicanos tenemos una fascinación por la muerte, Astrid contestó que “hay una tradición muy grande, en el “rollo” prehispánico la muerte era algo muy importante y se veía de distintas maneras, se veía que este mundo era un lugar de paso nada más, se veía como si aquí fuera el capullo y al morir te liberabas. Como dice el poema de Netzahualcóyotl: “Sólo venimos a dormir. Sólo venimos a soñar. Y ya que totalmente nos vamos y nos perdemos, en paz y en placer pasemos la vida, con las bellas flores y cantos que son nuestra alegría”.
Pero –siempre un pelo en la sopa-, Astrid comentó que “está bien que nos guste festejar a la muerte, pero ya todos los días como está sucediendo en México es una exageración”.
Ciertamente, a ver cómo nos va en el siguiente sexenio.
Un dato cultural: Nacida en Chetumal y egresada de la Escuela de Teatro de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Astrid se inició en la escena creando sus propios espectáculos (“Nostalgia arrabalera” y “Del rancho a la ciudad”) en los que interpretaba de forma muy personal boleros y rancheras. En 1988 creó el grupo Los Tarzanes, popularizando el estilo neoranchero, más conocido como heavy nopal, una mezcla transgresora de canción, poesía, mística religiosa, humor y recursos escénicos. En esta tónica creó los espectáculos “La mujer del golfo”, “No me hallo”, “La novicia azteca” y otros. (Revista Luces del Siglo).
Por lo pronto, ahí se ven.
Hasta la próxima
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