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    Miguel Ángel Gómez Polanco
    Vía Crítica

    “La gente talentosa y trabajadora son los pies de Venezuela, no un presidente, ni un alcalde, ni un gobernador” -Anonymous

    «Demos», pueblo; «kratos», poder. El pueblo posee el poder para gobernar y ser gobernado. Venezuela, un ejemplo. Si ganó Hugo Chávez, es lo de menos. El interés y la participación ciudadana, es el comienzo de la democracia. Sencillo; sin complicación.
    Y sí: quizás se trate de una nueva reelección para quien ha hecho de la economía nacional un albur basado en la repartición de recursos -principalmente provenientes del petróleo- entre sus países aliados; esos que aún creen en la legitimidad del socialismo como postura favorable y no como un desgastado discurso globalifóbico que combate a otro igual de anticuado y recurrente de la colonización en pleno Siglo XXI, denominado “capitalismo”.
    Es más: si de «dictaduras perfectas» hablamos, como aquella que decía Vargas Llosa; la de Venezuela lo es: poder perpetuado, séquitos, manipulación y –agrego- creencias bolivarianas promotoras del radicalismo; pero con una enorme diferencia: la participación ciudadana en absoluta democracia.
    No obstante, hoy en día este concepto –el de la democracia- ha dejado de lado la racionalidad francesa derivada de la revolución de 1776 en aquel país, para convertirse en un tópico que apuesta a lo funcional, convirtiéndola en una sistematización de conductas y pensamientos que se decantan en los que, hoy por hoy, son considerados su base primordial: los ideales.
    De hecho, es esto lo que sobresale del proceso vivido en Venezuela el pasado domingo y que quizás en México aún falta, más que comprender, redimir.
    Ni medidas que pretenden garantizar legitimidad al Estado como el voto obligatorio sancionado (practicado en algunos países de AL con diversos niveles de desarrollo como Honduras, Paraguay, Argentina, Brasil, Uruguay o Chile; mientras que en México, es referido constitucionalmente en el Artículo 36 como una “obligación ciudadana”) han logrado potenciar la consolidación democrática, como en este caso sucedió en Venezuela.
    Lo mismo sucede del lado ciudadano, con el establecimiento o replanteamiento de la democracia “propuesta” por el movimiento #YoSoy132, cuya metodología coincide con los manuales de resistencia exclusivos para el derrocamiento al estilo del filósofo norteamericano Gene Sharp; pero no promueven el fomento de un ideal democrático palpable.
    Entonces ¿qué nos diferencia con un país considerado de tercer mundo en el ejercicio de una democracia participativa de tal magnitud?

    SUI GENERIS
    Ensimismados en un poder que aparentemente los aleja de un progreso efectivo como país -sobre todo considerando los estándares que hoy en día exige América Latina-, Venezuela demostró este domingo que confía en las instituciones y en los procesos que se realicen para su renovación o permanencia -tal como lo hizo en un pasado reciente (2004) por la vía del Referéndum-, postulando, además, a un líder opositor para el futuro en la persona Henrique Capriles, quien no faltando a la conducta mencionada, aceptó con honor la derrota y con seguridad fungirá como estandarte para posteriores comicios.
    Por eso, amiga y amigo lector, soy capaz de decir que el día que México alcance un 80 por ciento de participación electoral como en aquellos lares, le pondré un altar al Consejero Presidente en turno, pues significará que la conciencia sobre el potencial del pueblo y nuestras creencias, sean rojas, azules, amarillas o de cualquier color que presuman las demás rémoras políticas, habrá triunfado, por encima del arrabal y el espectáculo que pareciera vital en la toma de una decisión para nuestro país, inspirado por las propias instituciones y figuras de la política nacional, secundados por los medios de comunicación y la misma sociedad.
    Después de todo, algo es indudable: en toda ideología hay algo rescatable y susceptible de adopción para integrar un criterio verdaderamente democrático o por lo menos, ideal. Mientras ¡yo invito las arepas con frijoles!

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